Conversión del capataz de la imprenta
Mientras estábamos ausentes de Rochester en esta gira al este, el capataz de la imprenta fue atacado de cólera. Era un joven no convertido. La señora de la casa donde él se hospedaba murió de la misma enfermedad, y también su hija. Entonces él cayó, y nadie se aventuraba a cuidar de él, porque temían la enfermedad. Algunas personas de la imprenta lo cuidaron hasta que la enfermedad pareció detenida, y entonces lo llevaron a nuestra casa. Tuvo una recaída, y el médico que lo asistía se esforzó en sumo grado para salvarle la vida, pero por fin le dijo al paciente que su caso era desesperado, y que no podría sobrevivir esa noche. Los que se interesaban en el joven no podían soportar la idea de verlo morir sin esperanza. Oraron en torno a su cama mientras él pasaba por una gran agonía. El también oró que el Señor tuviera misericordia de él, y perdonara sus pecados. Sin embargo no obtuvo ningún alivio. Continuó teniendo calambres y agitación en medio de una agitada agonía. Los hermanos continuaron orando toda la noche para que el Señor le salvara la vida a fin de que se arrepintiera de sus pecados y guardara los mandamientos de Dios. Al fin pareció consagrarse a Dios, y le prometió al Señor que observaría el sábado y le serviría. Pronto se alivió.NBEW 159.3
A la mañana siguiente llegó el médico, y al entrar dijo: “A la una de la mañana le dije a mi esposa que con toda probabilidad el joven ya había dejado de sufrir”. Pero le comunicaron que estaba vivo. El médico estaba sorprendido, e inmediatamente subió las escaleras en dirección a su habitación. Al tomarle el pulso dijo: “Joven, Ud. está mejor; la crisis ha pasado; pero no fue mi habilidad médica la que lo salvó, sino un poder superior. Con buen cuidado, Ud. mejorará”. Mejoró rápidamente, y pronto ocupó su lugar en la imprenta, como un hombre convertido.NBEW 160.1