Una sabia distribución de los recursos
Los miembros de la iglesia deben contribuir alegremente al sostén del ministerio. Deben practicar la renunciación y la economía, para no quedar atrasados en ningún buen don. Somos peregrinos y advenedizos, que buscan una patria mejor, y cada alma debe hacer un pacto con Dios con sacrificio. Es corto el tiempo que nos queda para salvar almas, y todo lo que no se necesita para suplir necesidades positivas debe ser traído como ofrenda de acción de gracias a Dios.OE 469.1
Y es deber de los que trabajan en palabra y doctrina revelar igual renunciación. Descansa una solemne responsabilidad sobre los que reciben los generosos donativos de la iglesia y administran los recursos de la tesorería de Dios. Deben estudiar cuidadosamente las providencias de Dios, para discernir dónde impera la mayor necesidad. Han de ser colaboradores con Cristo en establecer su reino en la tierra, en armonía con la oración del Salvador: “Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”OE 469.2
Ha de recibir consideración la obra por todo el mundo. Debemos entrar en nuevos campos. Recuerden nuestros hermanos que se requieren muchos recursos y mucho trabajo duro para llevar adelante la obra en los campos nuevos.OE 469.3
Al hacer planes para la causa en los países extranjeros, se han de tener en cuenta las dificultades con que se tropieza en ellos, y debe darse voluntario apoyo a los obreros. Los que están en el centro de la causa deben examinar detenidamente las necesidades de los diferentes campos; porque son dispensadores de Dios, designados para la extensión de la verdad por todas partes del mundo. Son inexcusables si quedan ignorantes acerca de las necesidades de la obra. Deben conocer las ventajas y dificultades de cada campo, y luego con un espíritu de abnegado interés deben trabajar por el progreso de la causa en conjunto.OE 469.4
Cuando los que han de asignar a las necesidades de la obra del Señor los recursos de su tesorería hayan tratado abnegadamente de comprender en forma correcta la situación, deben allegarse al propiciatorio, pidiendo clara intuición y sabiduría celestial, para poder ver las necesidades de los países lejanos, como de los cercanos. Nunca acudirán al Señor en vano. Al pedirle que les ayude a hacer progresar la obra en las regiones lejanas, recibirán gracia de parte del Altísimo.OE 470.1
Se ha de manifestar una equidad desinteresada al tratar con las fuerzas de obreros en el país propio y en los extranjeros. Debemos comprender cada vez mejor que los recursos que afluyen a la tesorería del Señor en forma de diezmos y donativos de nuestros hermanos, deben emplearse para sostener la obra, no sólo en nuestro país, sino también en los campos extranjeros. Los que viven en lugares donde la obra ha estado establecida durante largo tiempo, deben restringir sus supuestas necesidades, para que la obra pueda progresar en los nuevos campos. En las instituciones establecidas desde hace mucho, reina a veces el deseo de conseguir más y más ventajas. Pero el Señor declara que esto no debe ser. El dinero de su tesorería debe ser empleado en fortalecer la obra por todo el mundo.OE 470.2
Aquellos lugares de la viña del Señor en que poco o nada se ha hecho, piden a los puntos en que están ya establecidas instituciones, que comprendan la situación. Restrinjan su ambición a ramificarse los hombres de aquellos campos donde por voluntad de Dios se ha trabajado ya extensamente, y donde la causa está fuertemente establecida. No piensen ellos en las grandes cosas que les gustaría hacer y seguir añadiendo a sus facilidades, mientras que otras partes de la viña están en la indigencia. Es una ambición egoísta la que induce a ciertos hombres a pedir aumento de fondos para un campo que posee ya amplias facilidades, mientras que los campos misioneros sufren necesidad.OE 471.1
Si el Señor favorece la obra en algunos países más que en otros, es para que en ellos se revele un espíritu de verdadera generosidad, un deseo de ayudar a los que necesitan grandemente ayuda a fin de hallar un lugar donde asentar la obra y darle carácter. El Señor no hace acepción de personas ni de lugares. Su obra es un gran conjunto único. Su verdad ha de ser proclamada a toda nación, tribu, lengua y pueblo; y a medida que se entre en nuevos campos y la gente acepte la verdad, se habrán de erigir casas de culto y escuelas, y de proveer otras facilidades necesarias. Se han de poner en función prensas en muchas partes del mundo.OE 471.2
La obra del Señor en territorios nuevos ha de llevarse adelante hasta terminarse con éxito. Y se deben seguir los planes de Dios, no las inclinaciones de los que quisieran cosechar en la sección que está bajo su vigilancia toda ventaja posible, mientras que olvidan la completa indigencia de otras partes de la viña del Señor.OE 471.3
En algunas asociaciones se ha tenido por elogioso el ahorrar recursos, y revelar un gran sobrante en la tesorería. Pero esto no ha honrado a Dios. Habría sido mejor si el dinero así ahorrado hubiese sido gastado sabiamente para sostener obreros diligentes y eficientes en campos menesterosos.OE 472.1
En sus esfuerzos para economizar, nuestros hermanos deben tener cuidado de no restringir la inversión de recursos donde se necesite una prudente inversión. Al establecer escuelas y sanatorios, debe comprarse bastante tierra para poder ejecutar los planes que el Señor esbozó para estas instituciones. Debe proveerse terreno para poder cosechar frutas y legumbres, y, dondequiera que sea posible, debe obtenerse bastante propiedad para que otros no puedan erigir cerca de la institución edificios de carácter inconveniente.OE 472.2
A veces, cuando una obra adquiere cierto grado de desarrollo, y los que trabajaron fervorosamente en su apoyo pidieron más ayuda necesaria, ésta les fué denegada, y ellos no obtuvieron las ventajas que habrían hecho eficaz su obra. Esto desalentó sus corazones, y estorbó la causa de Dios. Los que han experimentado temor de emprender la obra en las ciudades grandes, porque esto significa labor ardorosa e inversión de recursos, necesitan comprender la magnitud de la dádiva que hizo Dios al dar a su Hijo para salvar al mundo. Se puede trabajar en nuestras ciudades si los obreros quieren confiar en Dios y trabajar con fervor y abnegación.OE 472.3