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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5

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    Diezmos y ofrendas

    El Señor requiere que le devolvamos a él en diezmos y ofrendas una porción de los bienes que nos ha prestado. Acepta estas ofrendas como un acto de humilde obediencia de nuestra parte y como un reconocimiento agradecido de nuestra deuda para con él por todas las bendiciones que disfrutamos. Brindemos, pues, nuestras ofrendas voluntariamente y digamos con David: “Todas las cosas de ti proceden, y de lo tuyo te hemos dado”. La retención de más de lo que sea conveniente conduce a la pobreza. Dios será condescendiente con algunos y examinará y probará a todos; pero su maldición seguirá al que profesa la verdad y es egoísta y amante del mundo. Dios conoce el corazón; cada pensamiento y cada intención está abierta ante sus ojos. El dice: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30. El sabe a quién bendecir y quiénes merecen su maldición. El no se equivoca, porque los ángeles guardan registro de todas nuestras acciones y palabras.5TPI 248.2

    Cuando el pueblo de Dios estaba a punto de construir el santuario en el desierto, era necesario hacer extensas preparaciones. Se reunieron materiales costosos, y entre ellos había oro y plata. Como dueño legítimo de todos sus tesoros, el Señor pidió estas ofrendas al pueblo; pero aceptó solamente las que fueron dadas voluntariamente. El pueblo trajo sus ofrendas voluntarias hasta que se le dijo a Moisés: “El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga”. Éxodo 36:6, 7.5TPI 248.3

    Si hubieran estado presentes ciertos hombres de ideas limitadas, se hubieran asombrado con horror. Cual Judas hubiesen preguntado: “¿Para qué este despilfarro?” Pero el santuario no fue ideado para honrar a los hombres, sino al Dios del cielo. El había dado instrucciones específicas de cómo debía hacerse todo. Había que enseñarle al pueblo que él es un ser grandioso y majestuoso y que debía ser adorado con reverencia y temor.5TPI 249.1

    La casa donde se adora a Dios debe concordar con su carácter y majestad. Hay iglesias pequeñas que toda la vida serán pequeñas, porque ponen sus intereses propios por encima de los intereses de la causa de Dios. Poseen viviendas amplias y cómodas para sí mismos y están constantemente mejorando sus entornos; sin embargo, se conforman con tener un lugar inadecuado para el culto de Dios donde ha de morar su presencia. Se sorprenden de que José y María se hayan visto forzados a buscar albergue en un establo, y que en él nació el Salvador; pero están dispuestos a emplear gran parte de sus recursos en lo personal, mientras que vergonzosamente se descuida el lugar de adoración. Cuán a menudo dicen: “No ha llegado aún el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada”. Hageo 1:2. No obstante, la palabra del Señor para ellos es: “¿Es para vosotros tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas mientras esta casa está en ruinas?” Hageo 1:4.5TPI 249.2

    La casa en la cual Jesús se encuentra con su pueblo debe ser limpia y atractiva. Si hay sólo unos pocos creyentes en algún lugar, que se edifique una casa pulcra pero humilde y, dedicándola a Dios, invitad a Jesús a que venga como vuestro huésped. ¿Qué pensará él de su pueblo cuando tienen todas las comodidades que pueda desear el corazón, pero que se conforman con reunirse para adorarle en un granero, en un edificio miserable y apartado, o en alguna casa barata y desechada? Os esforzáis en favor de vuestras amistades, empleáis vuestros recursos para hacer que todo lo que los rodea sea lo más atractivo posible; pero a Jesús, el que lo dio todo por vosotros, hasta su propia vida preciosa, él que es la Majestad del cielo, el Rey de reyes y Señor de señores, se le otorga un lugar sobre la tierra que no es sino un poco mejor que el establo que fue su primer hogar. ¿No veremos estas cosas como Dios las ve? ¿No examinaremos nuestros motivos para ver qué clase de fe poseemos?5TPI 249.3

    “Dios ama al dador alegre”, y los que le aman darán con liberalidad y alegría cuando al hacerlo pueden adelantar su causa y aumentar su gloria. El Señor nunca requiere que su pueblo dé más de lo que puede, pero se complace en aceptar y bendecir sus ofrendas de gratitud dadas conforme a sus posibilidades. Que la obediencia voluntaria y el amor puro enlacen sobre el altar cada ofrenda dada al Señor porque con tales sacrificios se complace, mientras que aquellos que son ofrecidos de mala gana, le ofenden. Cuando las iglesias o individuos no ponen su corazón en las ofrendas, sino que procuran limitar el costo de llevar a cabo la obra de Dios, midiéndola con sus propias opiniones estrechas, demuestran decididamente que no tienen una conexión vital con Dios. Están en discrepancia con su plan y con su manera de obrar y él no los bendice.5TPI 250.1

    Somos constructores de Dios y debemos construir sobre el fundamento que él ha preparado para nosotros. Ningún hombre ha de construir sobre su propio fundamento, independiente del plan que Dios ha delineado. Hay hombres a quienes Dios ha levantado como consejeros, hombres a quienes él ha enseñado y cuyo corazón y alma están en la obra. Estos hombres han de tenerse en alta estima por causa de su obra. Hay algunos que querrán seguir sus propias ideas burdas; pero tienen que aprender a recibir consejo y a trabajar en armonía con sus hermanos, de lo contrario sembrarán duda y discordia con una cosecha que no les interesará recoger. Es la voluntad de Dios que aquellos que toman parte en su obra estén sujetos los unos a los otros. Su culto ha de conducirse en forma consecuente, con unidad y sano juicio. Dios es nuestro único ayudador eficaz. Las leyes que gobiernan a su pueblo, sus principios de pensamiento y acción, son recibidos de él por medio de su Palabra y de su Espíritu. Cuando su Palabra es amada y obedecida, sus hijos andan en la luz, y no hay ocasión de tropiezo en ellos. No aceptan la norma baja del mundo, sino que obran en conformidad con el punto de vista bíblico.5TPI 250.2

    El egoísmo que existe entre el pueblo de Dios es una afrenta para él. Las Escrituras denuncian la avaricia como idolatría. Dice Pablo que “ningún... avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”. Efesios 5:5. Lo que ocurre con muchos es que tienen muy poca fe. Como el hombre rico de la parábola quieren mantener sus graneros abastecidos. El mundo ha de ser amonestado y Dios quiere que estemos enteramente envueltos en su obra; pero los hombres tienen tanto que hacer para fomentar sus proyectos lucrativos que no les queda tiempo para impulsar a los triunfos de la cruz de Cristo. No tienen tiempo ni voluntad para emplear su intelecto y fuerzas en la causa de Dios.5TPI 251.1

    Hermanos y hermanas, es mi deseo estimular en vuestras mentes el desprecio de vuestras presentes ideas limitadas concerniente a la causa y obra de Dios. Deseo que comprendáis el gran sacrificio que Cristo hizo por vosotros cuando se volvió pobre para que por medio de su pobreza vosotros poseyéseis las riquezas eternas. ¡Oh, no déis lugar a que por causa de vuestra indiferencia al eterno peso de gloria que está a vuestro alcance, los ángeles lloren y escondan sus rostros con vergüenza y disgusto! Despertad de vuestro letargo; avivad todas las facultades que Dios os ha dado y trabajad por las almas preciosas por las cuales Cristo murió. Estas almas, si son traídas al redil de Cristo, vivirán a través de todos los siglos de la eternidad. ¿Y planearéis hacer lo menos posible en favor de su salvación mientras que, como el hombre con un talento, invertís vuestros recursos en la tierra? Como ese siervo infiel, ¿acusáis a Dios de cosechar donde no sembró y de recoger donde no dispersó la semilla?5TPI 251.2

    Todo lo que tenéis pertenece a Dios. Entonces, ¿no diréis de corazón: Todas las cosas de ti proceden y de lo tuyo te hemos dado”? “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos”. Proverbios 3:9. Pablo exhorta a sus hermanos corintios concerniente a la beneficencia cristiana de la siguiente manera: “Por tanto, así como abundáis en todo, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda diligencia, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia”. 2 Corintios 8:7. En su epístola a Timoteo, declara: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en el Dios vivo, que nos ofrece todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, prontos a compartir; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la que realmente es vida eterna”. 1 Timoteo 6:17-19.5TPI 251.3

    La virtud de la liberalidad no es algo tan natural en nosotros que la adquiramos de casualidad. Es algo que hay que cultivar. Hemos de proponernos deliberadamente que honraremos a Dios con nuestros bienes; y luego no hemos de permitir que nada nos tiente a robarle los diezmos y ofrendas que son la parte que le corresponde. Hemos de ser inteligentes, sistemáticos y constantes en nuestros actos de caridad hacia los hombres y en nuestras expresiones de gratitud hacia Dios por los beneficios que nos brinda. Este es un deber demasiado sagrado para que sea dejado al azar o a ser controlado por el impulso o el sentimiento. Debemos apartar regularmente algo para la causa de Dios con el fin de no robarle la porción que pide para sí. Cuando le robamos a Dios, nos robamos a nosotros mismos también. Renunciamos al tesoro celestial por tener más de este mundo. Esta es una pérdida que no podemos permitirnos sufrir. Si vivimos de tal manera que podamos disfrutar de la bendición de Dios, su mano prosperadora descansará sobre nuestros asuntos temporales, pero si su mano está en contra nuestra, él es capaz de desbaratar todos nuestros planes y desparramar más rápidamente de lo que nosotros podamos juntar.5TPI 252.1

    Se me mostró que el estado de cosas en estas dos asociaciones es verdaderamente grave; pero Dios tiene muchas almas preciosas aquí sobre las cuales cuida celosamente, y no las abandonará para que sean engañadas y descarriadas. 5TPI 252.2

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