Complacencia del apetito
Queridos hermanos y hermanas: Se me han mostrado algunas cosas con referencia a la Iglesia de _____. Se me presentaron casos individuales que en muchos respectos representan los casos de numerosas personas. Entre ellos estaban el de la hermana A y su esposo. El Señor lo impresionó con la convicción de la verdad. Se sintió encantado con la armonía y el espíritu de la verdad, y recibió bendiciones al confesarla. Pero Satanás se le acercó con sus tentaciones en lo referente al apetito.4TPI 32.1
El hermano A por mucho tiempo había dado rienda suelta a su apetito por los estimulantes, lo cual había influido sobre su mente, confundiéndola y debilitando el intelecto, y disminuyendo las facultades morales. La razón y el juicio cayeron bajo el dominio del apetito depravado y antinatural, y su derecho divino, su masculinidad dada por Dios, fue sacrificada a los hábitos de intemperancia. Si el hermano A hubiera hecho de la Palabra de Dios su estudio y su guía, si hubiera confiado en Dios y orado por gracia para vencer, habría tenido fortaleza en el nombre de Jesús para rechazar al tentador.4TPI 32.2
Pero el hermano A nunca comprendió los elevados derechos que Dios tiene sobre él. Sus facultades morales se debilitaron por sus hábitos de comer y beber, y por su disipación. Cuando abrazó la verdad, tenía que formar un carácter para el cielo. Dios lo iba a probar. Él tenía una obra que hacer en su propio favor que nadie podía hacer por él. Debido a su estilo de vida, había perdido muchos años de precioso tiempo de prueba, durante los cuales podría haber obtenido una experiencia valiosa en asuntos de religión, y un conocimiento de la vida de Cristo y del infinito sacrificio hecho en favor del hombre, para librarlo de las ataduras que Satanás había echado sobre él, y permitirle glorificar su nombre.4TPI 32.3
Cristo pagó un precio elevadísimo por la redención del hombre. En el desierto de la tentación sufrió las más agudas punzadas del hambre; y mientras se hallaba debilitado por el ayuno, Satanás estuvo a su lado con sus diversas tentaciones con las que procuraba asaltar al Hijo de Dios para aprovecharse de su debilidad y vencerlo, echando así por tierra el plan de salvación. Pero Cristo se mantuvo firme. Venció en favor de la humanidad con el fin de poder rescatarla de la degradación producida por la caída. La experiencia de Cristo es para nuestro beneficio. Su ejemplo al vencer el apetito muestra el camino para los que desean seguirle y finalmente darse cita con él en su trono.4TPI 32.4
Cristo sufrió hambre en el sentido más pleno. Por lo general, la humanidad tiene todo lo que necesita para mantener su existencia. Y sin embargo, tal como nuestros primeros padres, desean lo que Dios quisiera evitarles porque no es lo mejor para ellos.4TPI 33.1
Cristo sufrió hambre de alimento necesario y resistió la tentación de Satanás relativa al apetito. La complacencia del apetito intemperante crea en el hombre caído deseos antinaturales por las cosas que eventualmente causarán su ruina.4TPI 33.2
El hombre salió de la mano de Dios perfecto en todas las facultades, y por lo tanto en perfecta salud. Se necesitaron más de dos mil años de complacencia del apetito y pasiones lujuriosas para crear en el organismo humano un estado de cosas que disminuyera la fuerza vital. A través de generaciones sucesivas, la tendencia descendente se aceleró. La complacencia del apetito y la pasión combinadas causaron excesos y violencia; el libertinaje y las abominaciones de todas clases debilitaron las energías y trajeron sobre la humanidad enfermedades de todo tipo, hasta que el vigor y la gloria de las primeras generaciones desaparecieron, y en la tercera generación desde Adán, el hombre comenzó a mostrar señales de decadencia. Las generaciones sucesivas posteriores al diluvio, se degeneraron más rápidamente aún.4TPI 33.3
Todo este peso de infortunios y sufrimientos acumulados puede ser atribuido a la indulgencia del apetito y la pasión. La vida de molicie y el uso de vino corrompen la sangre, inflaman las pasiones y producen enfermedades de todas clases. Pero el mal no termina allí. Los padres dejan enfermedades como un legado para sus hijos. Por regla general, cada individuo intemperante que engendra hijos, transmite sus inclinaciones y tendencias malvadas a su descendencia; de su propia sangre inflamada y corrompida, les traspasa enfermedad. La disolución, la enfermedad y la imbecilidad se transmiten como una herencia de miseria de padres a hijos y de generación en generación; esto trae angustia y sufrimientos al mundo, y no es otra cosa que una repetición de la caída del hombre.4TPI 33.4
La transgresión continua de las leyes de la naturaleza es una transgresión continua de la ley de Dios. El actual peso de sufrimiento y angustia que vemos por doquiera, la deformidad, decrepitud, enfermedades e imbecilidad que en la actualidad abundan en el mundo, lo hacen ser, en comparación con lo que podría ser y lo que Dios deseaba que fuese, un lazareto; y los miembros de la generación actual son débiles en sus capacidades físicas, mentales y morales. Toda esta miseria se ha acumulado de generación en generación debido a que el hombre caído quebranta la ley de Dios. Por la indulgencia del apetito pervertido se cometen pecados de la mayor magnitud.4TPI 34.1
El gusto que se crea por el tabaco, ese veneno inmundo y repugnante, despierta el deseo de consumir estimulantes más fuertes, como el licor el cual se consume bajo una u otra disculpa, para tratar alguna enfermedad imaginaria o para prevenir alguna posible enfermedad. De ese modo, se despierta un apetito antinatural por esos estimulantes dañosos y excitantes; y este apetito ha fortalecido hasta que el aumento de la intemperancia en esta generación es alarmante. Por todas partes se ven individuos que beben licor y que aman toda clase de bebidas alcohólicas. Su intelecto está debilitado, su fuerza moral disminuida, sus sensibilidades entontecidas, y los derechos de Dios y del cielo no se distinguen, ni se aprecian las cosas eternas. La Biblia declara que ningún borracho heredará el reino de Dios.4TPI 34.2
El tabaco y el licor entontecen y corrompen a quienes los usan. Pero el mal no se detiene allí. El que usa estas sustancias transmite temperamentos irritables, sangre contaminada, intelectos debilitados, y debilidad moral a sus hijos, y se hace culpable de todos los malos resultados que su estilo de vida disipado y equivocado traen sobre su familia y la comunidad. La raza humana gime bajo el peso de la aflicción acumulada debido a los pecados de generaciones pasadas. Y sin embargo, los hombres y mujeres de la presente generación, casi sin pensar ni preocuparse de su conducta, se entregan a la intemperancia por sus excesos y borracheras, por lo cual dejan como legado para la próxima generación, enfermedad, intelectos debilitados y contaminación moral.4TPI 34.3
La intemperancia de cualquier tipo es la peor clase de egoísmo. Quienes verdaderamente temen a Dios y guardan sus Mandamientos miran estas cosas a la luz de la razón y la religión. ¿Cómo podría cualquier hombre o mujer guardar la ley de Dios, que requiere que los hombres amen a sus prójimos como a sí mismos, si practican la indulgencia del apetito intemperante, que nubla el cerebro, debilita el intelecto y llena el cuerpo con enfermedad? La intemperancia inflama las pasiones y da rienda suelta a la lujuria. Y la razón y la conciencia se ven cegadas por las pasiones más bajas.4TPI 35.1
Preguntamos: ¿Qué hará el esposo de la hermana A? ¿Venderá, como Esaú, su primogenitura a cambio de un plato de lentejas? ¿Venderá él su virilidad que lo asemeja a Dios, para ceder a la indulgencia de su gusto pervertido que sólo trae desgracia y degradación? “La paga del pecado es muerte”. ¿No tiene este hermano el valor moral para negar su apetito? Sus hábitos no han estado en armonía con la verdad y con los Testimonios de reproche que Dios ha visto conveniente dar a su pueblo. Su conciencia no estaba completamente muerta. Sabía que no podía servir a Dios y al mismo tiempo ceder a su apetito; por lo tanto cedió a la tentación de Satanás, que era demasiado violenta para que él la resistiera con sus propias fuerzas. Fue vencido. Ahora achaca su falta de interés por la verdad a otras causas fuera de la verdadera, con el fin de ocultar su propia debilidad de propósito y la causa real de su apostasía de Dios, que era su apetito descontrolado.4TPI 35.2
Es en este punto donde muchos tropiezan; vacilan entre la negación de su apetito y su indulgencia. Y finalmente el enemigo los vence y abandonan la verdad. Muchos que han apostatado de la verdad mencionan como razón de su conducta que no tienen fe en los Testimonios. Al investigar el caso se revela el hecho de que tenían algún hábito pecaminoso que Dios había condenado a través de los Testimonios. La pregunta que se levanta entonces es: ¿Entregarán su ídolo que Dios condena, o continuarán en su camino equivocado de indulgencia y rechazarán la luz que Dios les ha dado reprobando precisamente las cosas en que se deleitan? La pregunta que deben resolver es: ¿Me negaré a mí mismo y recibiré como provenientes de Dios los Testimonios que reprueban mis pecados, o rechazaré los Testimonios debido a que reprueban mis pecados?4TPI 35.3
En muchos casos los Testimonios son recibidos completamente, el pecado y la indulgencia se quebrantan y comienza inmediatamente la reforma en armonía con la luz que Dios ha dado. En otros casos, se atesoran indulgencias pecaminosas, se rechazan los Testimonios, y muchas excusas que son falsas se ofrecen como la razón para negarse a recibirlos. Pero la verdadera razón se esconde. Es la falta de valor moral, la ausencia de una voluntad fortalecida y controlada por el Espíritu de Dios, la que les impide renunciar a sus hábitos dañinos.4TPI 36.1
No es fácil la tarea de vencer el gusto arraigado por los narcóticos y los estimulantes. Únicamente en el nombre de Cristo puede ganarse esta gran victoria. Él venció para beneficio del hombre en el largo ayuno de casi seis semanas en el desierto de la tentación. Él se compadece de la debilidad humana. Su amor por el hombre caído era tan grande que hizo un sacrificio infinito con el fin de alcanzarlo en su degradación, y a través de su poder divino finalmente elevarlo a su trono. Pero es tarea del hombre determinar si Cristo podrá cumplir en su favor aquello que es perfectamente capaz de hacer.4TPI 36.2
¿Se decidirá el hombre aferrarse del poder divino, y con determinación y perseverancia resistir a Satanás, siguiendo el ejemplo que Cristo le dio en su conflicto con el enemigo en el desierto de la tentación? Dios no puede salvar al hombre contra su voluntad del poder de los artificios de Satanás. El hombre debe trabajar con su poder humano, ayudado con el poder divino de Cristo, para resistir y vencer a cualquier costo. En otras palabras, el hombre debe vencer tal como Cristo venció. Y luego, por medio de la victoria que es privilegio suyo lograr por el nombre todopoderoso de Jesús, él puede llegar a ser un heredero de Dios y coheredero con Cristo Jesús. No podría ser éste el caso si sólo Cristo ganara todas las victorias. El hombre debe hacer su parte; puede vencer por su propio esfuerzo, usando la fortaleza y la gracia que Cristo le concede. El hombre debe ser un obrero con Cristo en la tarea de vencer, y entonces será participante con Cristo de su gloria.4TPI 36.3
La obra en que estamos empeñados es sagrada. El apóstol Pablo exhorta a sus hermanos diciéndoles: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. 2 Corintios 7:1. Mantener la pureza de nuestro espíritu, como templo del Espíritu Santo, es un deber sagrado para con Dios.4TPI 37.1
Si el corazón y la mente se dedican al servicio de Dios, obedeciendo todos sus Mandamientos, amándolo con todo el corazón, la fuerza, la mente, y la capacidad, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, seremos encontrados leales y fieles a los requerimientos del cielo.4TPI 37.2
Además, dice el apóstol: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”. Romanos 6:12. También insta a sus hermanos a ejercer diligencia insistente y paciente perseverancia en sus esfuerzos por lograr la pureza y la santidad debida, en estas palabras: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. 1 Corintios 9:25.4TPI 37.3