Cualidades para el ministerio
A menudo se causa un gran daño a nuestros jóvenes permitiéndoles que empiecen a predicar cuando aún no tienen suficiente conocimiento de las Escrituras para presentar nuestra fe de manera inteligente. Algunos que entran en el campo son simples novicios en las Escrituras. También son incompetentes e ineficientes en otros aspectos. No saben leer las Escrituras sin titubeos, sin pronunciar mal algunas palabras y amontonándolas de tal modo que la palabra de Dios sale gravemente perjudicada. Los que no están calificados para presentar la verdad de manera adecuada no deben quedar desconcertados con su deber. Su lugar no es el de maestros, sino alumnos. Aunque los jóvenes que desean prepararse para el ministerio obtienen un gran provecho asistiendo a nuestro colegio, también es preciso que adquieran cualidades de oradores aceptables. Por eso es necesaria la presencia de un profesor que eduque a los jóvenes y les enseñe a hablar sin fatigar los órganos vocales. También deben ser objeto de atención los modales.4TPI 398.4
Algunos jóvenes que entran en la obra no tienen éxito enseñando la verdad a otros porque ellos mismos carecen de educación. Los que no sepan leer correctamente deberían aprender a hacerlo para así comenzar a ser aptos para la enseñanza antes de presentarse ante el público. Los maestros de nuestras escuelas están obligados a aplicarse ellos mismos al estudio, de manera que puedan estar preparados para instruir a otros. Esos maestros no son aceptados hasta que han superado un examen crítico y un tribunal competente ha comprobado sus capacidades de enseñanza. El examen de los ministros no debería ser objeto de precauciones menores. Los que están a punto de entrar en la sagrada tarea de enseñar la verdad bíblica al mundo deberían ser examinados por personas fieles y experimentadas.4TPI 399.1
Después de haber conseguido experiencia, todavía queda otra tarea por cumplir. Deben ser presentados ante el Señor en sincera oración para que él indique por medio de su Espíritu Santo si le son aceptables. El apóstol dice: “No impongas con ligereza las manos a ninguno” 1 Timoteo 5:22. En los tiempos de los apóstoles los ministros de Dios no osaban confiar en su propio juicio para seleccionar o aceptar a los hombres que tomaban la solemne y sagrada responsabilidad de ser la boca de Dios. Escogían a los hombres que su juicio aceptaba y luego los presentaban ante Dios para ver si los aceptaría para que fuesen sus representantes. No hay razón para que ahora no sea como entonces.4TPI 399.2
En muchos lugares nos encontramos con hombres a los cuales se ha puesto apresuradamente en responsabilidades como ancianos de la iglesia sin estar cualificados para detentar ese cargo. Su influencia es dañina. La iglesia tiene problemas constantemente como consecuencia del carácter defectuoso de su dirigente. La imposición de manos sobre esos hombres no ha sido meditada.4TPI 400.1
Los ministros de Dios deben gozar de buena reputación, deben ser capaces de dirigir un interés después de haberlo despertado. Tenemos gran necesidad de hombres competentes que traigan honor en lugar de desgracia sobre la causa que representan. Los ministros deberían ser objeto de examen destinado especialmente para descubrir si comprenden de manera racional la verdad para este tiempo con el fin de que su discurso sobre las profecías o las cuestiones prácticas sea coherente. Si no son capaces de presentar los temas bíblicos con claridad deben permanecer en su condición de oyentes y alumnos. Deberán escudriñar las Escrituras con sinceridad y oración y familiarizarse con ellas para ser maestros de la verdad bíblica para otros. Antes de que alguien sea empujado de manera apresurada a entrar en la obra, es preciso considerar todas estas cosas con reflexión y oración.4TPI 400.2
El plan que se ha adoptado, según el cual el hermano Smith dirige institutos bíblicos en algunos estados tiene la aprobación de Dios. Esos institutos han sido fuente de grandes bienes pero no todo el tiempo se dedica a la tarea que sería tan provechosa para nuestros jóvenes ministros y para la causa de Dios. Nunca en esta vida veremos todos los frutos de los esfuerzos que ya se han hecho, sino en la eternidad.4TPI 400.3