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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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    Miremos a Jesús

    En la visión que se me dio el 12 de junio de 1868, se me mostró el peligro que encara el pueblo de Dios cuando mira a los Hnos. White y cree que deben acudir adonde ellos están para llevarles sus cargas y pedirles consejo. Esto no debe ser así. El compasivo y amante Salvador los invita a acudir a él cuando están trabajados y cansados, y los hará descansar. En él hallarán reposo. Al llevar sus perplejidades y problemas a Jesús, verificarán el cumplimiento de las promesas con respecto a ellos. Cuando en su angustia experimentan el alivio que se encuentra sólo en Jesús, obtienen una experiencia del más alto valor. Los Hnos. White están luchando para lograr pureza de vida, para dar fruto de santidad; no obstante, son sólo mortales sujetos a error. Muchos nos preguntan: “¿Puedo hacer esto?” “¿Debo hacer o no este negocio?” O, con respecto a la ropa: “¿Puedo usar este vestido o el otro?” Les respondo: “Ustedes pretenden ser discípulos de Cristo. Estudien la Biblia. Lean cuidadosamente y con oración la vida de nuestro querido Salvador cuando moró entre los hombres sobre la tierra. Imiten su vida y así no se apartarán de la senda estrecha. Rehusamos enfáticamente ser conciencia para ustedes. Si les dijéramos exactamente lo que tienen que hacer, nos mirarían para que los condujéramos, en lugar de acudir directamente a Jesús por sí mismos. La experiencia de ustedes se basaría en la nuestra. Ustedes deben tener una experiencia propia, basada en Dios. Entonces podrán permanecer en pie en medio de los peligros de los últimos días, y ser purificados, y no consumidos por el fuego de la aflicción por el cual tienen que pasar todos los santos para que sus caracteres queden libres de impurezas como preparación para recibir el toque final de la inmortalidad.2TPI 108.2

    Muchos de nuestros queridos hermanos y hermanas creen que no pueden celebrar una reunión importante a menos que asistan los Hnos. White. En algunos lugares se dan cuenta de que hay que hacer algo para mover a la gente a una acción más ferviente y decidida en la causa de la verdad. Han tenido pastores que han trabajado entre ellos, pero se dan cuenta de que hay que hacer una obra mayor y esperan que los Hnos. White la hagan. Esto, según lo vi, no es lo que Dios quiere que se haga. En primer lugar, hay cierta deficiencia en algunos de nuestros ministros. No llevan a cabo una tarea completa. No asumen la responsabilidad de la obra, ni salen para tratar de llegar exactamente al punto donde la gente necesita ayuda. Carecen de discernimiento para ver y apreciar exactamente dónde la gente necesita ser corregida, reprendida, edificada y fortalecida. Algunos trabajan semanas y meses en un lugar, y en realidad hay más que hacer cuando se van que cuando comenzaron. La benevolencia sistemática avanza a tropezones. Es parte de la labor del ministro atender este ramo de la obra, pero como no es agradable, algunos descuidan este deber. Presentan la verdad de la Palabra de Dios, pero no convencen a la gente con la necesidad de obedecerla. Por lo tanto, muchos son oyentes, pero no hacedores. La gente se da cuenta de esta deficiencia. Las cosas no están en orden entre ellos, y buscan a los Hnos. White para que suplan la deficiencia.2TPI 109.1

    Algunos de nuestros pastores se han deslizado por la superficie sin meterse en las honduras de la obra, ni conquistar el corazón de la gente. Se han excusado con el pensamiento de que los Hnos. White van a proveer lo que a ellos les falta, porque están especialmente adaptados para la obra. Estos hombres han trabajado, pero no en la forma correcta. No han llevado la carga. No han ayudado donde era necesario hacerlo. No han corregido las deficiencias que había que corregir. No han encarado con todo el corazón, el alma y las energías las necesidades de la gente. El tiempo ha transcurrido y ellos no han tenido nada que mostrar. La carga de sus deficiencias recae sobre nosotros. Y animan a la gente a que nos busque, presentándoles la idea de que nada hará la obra fuera de nuestro testimonio especial. A Dios no le gusta esto. Los ministros deberían asumir mayores responsabilidades y no albergar la idea de que no pueden llevar este mensaje que ayudará a la gente donde lo necesite. Si no lo pueden hacer, deberían quedarse en Jerusalén hasta que sean investidos del poder de lo alto. No deberían dedicarse a una tarea que no pueden llevar a cabo. Deberían salir llorando, para llevar la preciosa simiente, y regresar de sus esfuerzos con regocijo, trayendo sus gavillas.2TPI 109.2

    Los ministros deberían convencer a la gente de la necesidad del esfuerzo individual. Ninguna iglesia puede florecer a menos que sus miembros sean obreros. El pueblo debe llegar a la altura donde se encuentran los ministros. Vi que nada permanente se puede llevar a cabo en las iglesias de los diferentes lugares, a menos que se las induzca a sentir que una responsabilidad descansa sobre ellas. Cada miembro del cuerpo debería comprender que la salvación de su propia alma depende de sus propios esfuerzos individuales. No es posible salvar almas sin esfuerzo intenso. El pastor no puede salvar a la gente. Puede ser un canal por medio del cual Dios imparte luz a su pueblo; pero una vez que la luz ha sido dada, depende de la gente de apropiarse de esa luz y, a su vez proyectarla sobre los demás. Los hermanos deberían convencerse de que sobre ellos descansa una responsabilidad individual, no sólo concerniente a la salvación de sus propias almas, sino asimismo para trabajar fervientemente por la salvación de los que permanecen en las tinieblas. En lugar de buscar a los Hnos. White para que les ayuden a salir de sus tinieblas, deberían estar sinceramente ocupados en ayudarse a sí mismos. Si comenzaran a buscar a los que se encuentran en peores condiciones que ellos, y trataran de ayudarles, se ayudarían a sí mismos más rápidamente que de cualquier otra manera. Si la gente se apoya en los Hnos. White, y confía en ellos, Dios los va a humillar a la vista de ustedes, o los va a quitar de en medio de ustedes. Deben mirar a Dios y confiar en él. Miremos a Jesús Apóyense en él y no los abandonará. No los va a dejar para que perezcan. Preciosa es la Palabra de Dios: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna”. Juan 5:39. Estas son palabras de Cristo. Las palabras de la inspiración, estudiadas con cuidado y oración, y obedecidas en la práctica, os capacitarán para toda buena obra. Los ministros y los hermanos deben mirar a Dios.2TPI 110.1

    Estamos viviendo en una época malvada. Los peligros de los últimos días se vuelven más densos alrededor de nosotros. Por haber aumentado la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Enoc caminó trescientos años con Dios. Lo corto del tiempo que nos queda debería ser un motivo para procurar justicia. ¿Será necesario que los terrores del día de Dios desciendan sobre, nosotros para impulsarnos a obrar correctamente? El caso de Enoc está delante de nosotros. Por siglos caminó con Dios. Vivió en una época corrompida, cuando la contaminación moral bullía a su alrededor; pero educó su mente para la devoción, para amar la pureza. Su conversación se refería a las cosas celestiales. Entrenó su mente para que se deslizara por esos canales, y llevó el sello de lo divino. Su rostro resplandecía con la luz que emana de la faz de Jesús. Enoc enfrentaba tentaciones como nosotros. Estaba rodeado por una sociedad que no era más amiga de la justicia que la que nos rodea a nosotros. La atmósfera que respiraba estaba saturada de pecado y corrupción como la nuestra; no obstante, vivió santamente. Se mantuvo incontaminado por los pecados que prevalecían en la época cuando vivió. Del mismo modo nosotros podemos conservarnos puros y sin mancha. Representaba a los santos que viven en medio de los peligros y corrupciones de los últimos días. Como consecuencia de su fiel obediencia a Dios, fue trasladado. Del mismo modo los fieles que permanezcan vivos serán trasladados. Se los apartará de un mundo pecaminoso y corrompido para llevarlos a las puras alegrías del Cielo.2TPI 111.1

    El camino de los hijos de Dios debería ser ascendente para avanzar rumbo a la victoria. Alguien mayor que Josué está dirigiendo los ejércitos de Israel. Hay Alguien en nuestro medio, el Capitán de nuestra salvación, que ha dicho para que tengamos ánimo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. “Confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. Nos conducirá seguramente a la victoria. Lo que Dios promete, lo puede cumplir en cualquier momento. Y la obra confiada a su pueblo la puede terminar por medio de ellos. Si vivimos una vida de perfecta obediencia, sus promesas se cumplirán en nosotros.2TPI 111.2

    Dios requiere que su pueblo resplandezca como luminarias en el mundo. No se pide esto sólo a los pastores, sino a todo discípulo de Cristo. Su conversación debería referirse a los Cielos. Y mientras gozan de comunión con Dios, desearán relacionarse con sus semejantes a fin de manifestar mediante palabras y hechos el amor de Dios que anima sus corazones. De esta manera serán luces en el mundo, y la luz transmitida por medio de ellos no se extinguirá ni les será quitada. Ciertamente se convertirá en tinieblas para los que no quieran andar en ella; pero resplandecerá con un brillo cada vez mayor sobre la senda de los que quieran obedecer y caminar en la luz.2TPI 112.1

    El Espíritu, la sabiduría y la bondad de Dios, revelados en su Palabra, deben ser ejemplificados por los discípulos de Cristo, y así condenarán al mundo. Lo que Dios requiere de su pueblo está de acuerdo con la gracia y la verdad que les ha concedido. Todos sus justos requerimientos deben ser cumplidos plenamente. Los seres responsables deben caminar de acuerdo con la luz que resplandece sobre ellos. Si no lo hacen, su luz se vuelve tinieblas, y sus tinieblas serán mayores en la misma medida en que su luz haya sido abundante. Una luz acumulada ha resplandecido sobre el pueblo de Dios, pero muchos, por negligencia, no la han seguido, y por este motivo se encuentran en un estado de gran debilidad espiritual.2TPI 112.2

    El pueblo de Dios no perece actualmente por falta de conocimiento. No serán condenados por no conocer el camino, la verdad y la vida. La verdad que no ha llegado a su comprensión, la luz que no ha brillado en el alma, sino que ha sido descuidada y rechazada, los condenará. Los que jamás han tenido la luz que rechazar, no se hallan bajo condenación. ¿Qué más se podía hacer por la viña del Señor que no haya sido hecho? La luz, una preciosa luz, ilumina al pueblo de Dios; pero no los salvará, a menos que permitan que ésta los salve, vivan plenamente de acuerdo con ella y la transmitan a otros que se encuentran en tinieblas. Dios pide que su pueblo obre. Lo que se necesita es una obra individual de confesión y abandono del pecado, y de regreso a Dios. Nadie puede hacer esta obra por los demás. El conocimiento de la religión ha aumentado, y proporcionalmente han aumentado las obligaciones. Una gran luz ha estado resplandeciendo sobre la iglesia, y los condena porque no quieren andar de acuerdo con ella. Si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero han visto la luz y han oído mucho de la verdad, y sin embargo no son sabios ni santos. Muchos, por años no han progresado nada en conocimiento y verdadera santidad. Son enanos espirituales. En lugar de avanzar hacia la perfección, están retrocediendohacia las tinieblas y la esclavitud de Egipto. Sus mentes no están entrenadas para practicar la piedad y la verdadera santidad.2TPI 112.3

    ¿Se despertará el Israel de Dios? ¿Pondrán a un lado todo error los que profesan piedad, para confesar a Dios todo pecado secreto y afligir su alma delante de él? ¿Investigarán con gran humildad los motivos de cada acto, y serán conscientes de que el ojo de Dios lo lee todo y escudriña toda cosa oculta? La obra debe ser completa; la consagración a Dios, cabal. Pide una entrega absoluta de todo lo que tenemos y somos. Los pastores y los hermanos necesitan una nueva conversión, una transformación de la mente, sin la cual no somos sabor de vida para vida, sino de muerte para muerte. Grandes privilegios le corresponden al pueblo de Dios. Se les ha dado gran luz, para que alcancen la meta de su elevada vocación en Cristo Jesús; no obstante, no son lo que Dios quisiera que fueran, ni lo que ha resuelto que sean. 2TPI 113.1

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