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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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    El peligro de la autosuficiencia

    Estudie el sueño de Nabucodonosor registrado en el capítulo cuatro de Daniel. El rey vio un árbol de hermoso follaje en medio de la tierra. Las bestias del campo se ponían a su sombra, y las aves del cielo hacían su morada en sus ramas. Así fueron representadas la grandeza y la riqueza de Nabucodonosor. Las naciones estaban bajo su soberano imperio y su reino estaba firmemente establecido en el corazón de sus leales súbditos.8TPI 138.3

    El rey contempló su prosperidad, y a causa de ella se enalteció. No obstante las advertencias de Dios, hizo las mismas cosas que el Señor le había dicho que no hiciera. Contemplando su reino con orgullo, declaró: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad!” Daniel 4:30. En el mismo instante que estas palabras fueron proferidas, la sentencia del tribunal fue pronunciada. El rey perdió el juicio. La razón que él había considerado ser tan perfecta, la sabiduría que él se había jactado de tener, le fueron arrebatadas. La mente, joya que eleva al hombre por encima de las bestias, él ya no pudo retener.8TPI 138.4

    El cetro ya no está en manos de un monarca altivo y poderoso. El gran gobernante es un demente. Es apacentado como buey y come hierba como los bueyes. Acompaña a las bestias del campo. Las sienes que una vez lucieron una corona se encuentran desfiguradas por la ausencia de la razón y el intelecto. Ha salido el mandato: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitadle el follaje, y dispersad su fruto”. Daniel 4:14.8TPI 139.1

    Así es como el Señor se ensalza a sí mismo como el Dios verdadero y viviente. Con razón exclamó David: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no fue hallado”. Salmos 37:35, 36. Al ensalzarse los hombres con altivez, el Señor no los sostiene ni evita su caída. Cuando una iglesia se vuelve orgullosa y jactanciosa, y deja de depender de Dios, no exaltando su poder, seguramente el Señor la abandonará y abatirá. Cuando un pueblo se gloría en las riquezas, el intelecto, el conocimiento, o en cualquier cosa que no sea Cristo, pronto será confundido.8TPI 139.2

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