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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8

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    Un eterno peso de gloria

    Otra vez digo: Regocíjese en el Señor. Descanse en él. Usted necesita su poder, y puede tenerlo. Siga adelante con firmeza y valor. Usted podrá errar en su criterio, pero no se suelte de Jesús. Él es la sabiduría, la luz, y el poder. Es como un gran Peñasco en tierra calurosa. Descanse en su sombra. Usted necesita sabiduría, y Jesús se la dará. No sea incrédulo. Mientras más sea sacudido, mal entendido, mal interpretado, mayor será la evidencia de que está haciendo una labor para el Maestro, y mayor su necesidad de afianzarse en su Salvador. En todas sus dificultades, manténgase sereno e imperturbable, paciente y magnánimo, no devolviendo mal por mal, sino bien por mal. Mire la parte de arriba de la escalera. Dios está sobre ella. Su gloria ilumina a toda alma que asciende hacia el cielo. Jesús es la escalera. Suba por él, aférrese de él, y dentro de poco tiempo se bajará de la escalera para entrar en su reino sempiterno.8TPI 142.2

    Es mi deseo que usted llegue al cielo. No conozco a ninguna otra persona que apreciaría el cielo más que usted, que haya trabajado tan infatigablemente para aliviar el sufrimiento de la humanidad, perdiendo sueño, dejando de comer, disfrutando de muy poco placer en su vida. A veces parece que no hay mucho sol en su camino, sólo una larga y constante sombra. Las aflicciones que pasa, los mortales dependientes que anhelan auxilio, su contacto con los seres humanos depravados y corruptos; esta experiencia es de una naturaleza capaz de debilitar su fe en la humanidad.8TPI 142.3

    Por cierto que tiene que mirar a Jesús, manteniendo su vista fija en la gloria que está en la parte superior de la escalera. Sólo por medio de Cristo podrá estar seguro del cielo, donde todo es pureza, santidad, paz y bendición; donde hay cosas sublimes que los labios mortales no alcanzan a describir. Lo más que nos podemos aproximar a una descripción del premio que espera a los vencedores es decir que es un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. Será una eternidad de felicidad, una eternidad bendecida que va desplegando nuevas maravillas conforme van corriendo los siglos sin fin.8TPI 143.1

    Usted tiene que estar allí. No importa lo que pierda aquí, resuelva asegurarse de la vida eterna. Nunca se desanime. Muchas veces he visto que los brazos eternos lo envolvían, cuando usted parecía no ver ni apreciar la gran condescendencia del cielo. Viva para Jesús. Usted puede trabajar mejor como médico en el sanatorio si hace de Cristo su médico jefe. Esfuércese fervientemente por obtener la corona de la vida. Ocúpese en servir a Dios. Vale la pena, no sólo en esta vida, sino en la venidera. Siento un interés muy profundo en usted y en su esposa, a quien amo en el Señor, como por mis propios hijos y sus esposas. Anhelo que usted y su esposa se encuentren entre los redimidos, para tomar parte en la coronación de Cristo. Deseo profundamente que salga más que vencedor por medio de aquel que dio su vida por usted. Por esta razón, mi hermano, le he hablado con claridad. Deseo profundamente que disfrute de una eternidad feliz. Se encuentra usted en una posición sumamente difícil. He temido que vaya usted a perder su fe y valor. Crezca en la gracia y el conocimiento de la verdad. Acérquese a sus hermanos. No importa lo que venga, no pierda su fe en ellos o en Cristo; y manténgase firme en la verdad. 8TPI 143.2

    *****

    Extracto de una carta escrita en 1892 en Adelaida, Australia.

    Hermano mío, usted tendrá que encarar pruebas, pero mantenga su integridad. No demuestre otra cosa que un espíritu noble. El universo celestial está observando el conflicto. Satanás lo observa, ansioso de sorprenderlo desapercibido, de verlo actuar impetuosamente para ganarle ventaja. Pelee varonilmente la batalla del Señor. Haga lo que Cristo haría si estuviera en su lugar. Que no haya inconsistencia en su fe y práctica. No se deje impacientar por las molestias irritantes que siempre surgen. Cálmese, piense en Jesús y haga lo que pueda para agradarlo. La gracia de Cristo y del Espíritu Santo son los dones del cielo para usted, de tal modo que sea fortalecido con poder en el hombre interior.8TPI 144.1

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