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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6

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    Nuestro deber hacia el mundo

    “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. “No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Juan 3:16, 17. El amor de Dios abarca a toda la humanidad. Cristo, al enviar a sus discípulos, dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Marcos 16:15.6TPI 276.1

    Cristo quería que se hiciera en favor de los hombres una obra mayor que la que se había realizado hasta entonces. No quería que tanta gente eligiera permanecer bajo la bandera de Satanás y quedara registrada entre los rebeldes contra el gobierno de Dios. El Redentor del mundo no quería que la herencia que él había comprado viviera y muriera en sus pecados. ¿Por qué, entonces, son tan pocos los alcanzados y salvados? Es porque muchos de los que profesan ser cristianos imitan la manera de obrar del gran apóstata. Millares de los que no conocen a Dios podrían hoy regocijarse en su amor si los que dicen servirle obraran como Dios obró.6TPI 276.2

    Las bendiciones de la salvación, tanto temporales como espirituales, son para toda la humanidad. Son muchos los que se quejan de Dios porque hay tanta necesidad y dolor en el mundo; pero Dios nunca quiso que existiera esta miseria ni que algunos tuvieran exceso de lujos, mientras que los hijos de otros lloraran por pan. El Señor es un Dios benévolo. Hizo abundante provisión para satisfacer las necesidades de todos, y por medio de sus representantes, a quienes ha confiado sus bienes, quiere que las necesidades de todas sus criaturas sean suplidas.6TPI 276.3

    Los que creen la Palabra de Dios lean las instrucciones contenidas en Levítico y Deuteronomio. Allí verán qué clase de educación se daba a las familias de Israel. Si bien el pueblo elegido por Dios debía destacarse y ser santo, separado de las naciones que no le conocían, tenía que tratar bondadosamente al extranjero. No debía despreciarlo porque no pertenecía a Israel. Los israelitas tenían que amar al extranjero, porque Cristo moriría tan ciertamente por él para salvarlo como lo haría para salvar a Israel. En sus fiestas de agradecimiento, cuando ellos recordaban las bendiciones de Dios, el extranjero debía ser bienvenido. En el tiempo de la cosecha, había que dejar en el campo una porción para el extranjero y el pobre. Así los extranjeros también participaban de las bendiciones espirituales de Dios. El Señor Dios de Israel ordenó que fuesen aceptados si decidían formar parte de la sociedad que lo reconocían como Señor. De esta manera, conocerían la ley de Jehová y lo glorificarían mediante su obediencia.6TPI 276.4

    Dios también desea hoy que sus hijos compartan sus bendiciones con el mundo, tanto en las cosas espirituales como en las temporales. Las preciosas palabras que siguen acerca del Salvador se dijeron para beneficio de cada discípulo de todas las épocas: “Ríos de agua viva brotarán de su corazón”. Juan 7:38.6TPI 277.1

    Pero en vez de compartir los dones de Dios, muchos de los profesos cristianos se enfrascan en sus propios y mezquinos intereses y privan egoístamente a sus semejantes de las bendiciones de Dios.6TPI 277.2

    Mientras que en su providencia Dios ha cubierto la tierra con sus bondades, y llenado sus almacenes con provisiones para sustentar la vida, por todas partes hay necesidades y miseria. Una Providencia generosa ha puesto en las manos de sus agentes humanos bienes abundantes para suplir las necesidades de todos, pero los mayordomos de Dios son infieles. En el mundo que profesa ser cristiano se gasta en extravagante ostentación lo suficiente para suplir las necesidades de todos los hambrientos y vestir a todos los desnudos. Muchos de los que han tomado sobre sí el nombre de Cristo están gastando su dinero en placeres egoístas, en la satisfacción de los apetitos carnales, en bebidas alcohólicas y en exquisitos manjares, en casas extravagantes, ropas y muebles lujosos, mientras que apenas echan una mirada de compasión y dirigen una palabra de simpatía a los que sufren.6TPI 277.3

    ¡Cuánta miseria existe en el corazón mismo de nuestros países llamados cristianos! Pensemos en la condición de los pobres en nuestras grandes ciudades. Allí hay multitudes que no reciben siquiera el cuidado o la consideración que se otorga a las bestias. Hay miles de niños miserables, haraposos y hambrientos, con el vicio y la degradación escritos en el rostro. Hay familias hacinadas en miserables tugurios, muchos de los cuales son sótanos oscuros que chorrean humedad y suciedad. En esos terribles lugares nacen niños que en su infancia y juventud no ven nada atractivo, ni perciben una vislumbre de las hermosas cosas naturales que Dios creó para deleitar los sentidos. Se deja a estos niños criarse y amoldar su carácter con la maldad, la miseria y los malos ejemplos que los rodean. Oyen el nombre de Dios solamente en blasfemias. Las palabras impuras, los efluvios del alcohol y el tabaco, la degradación moral de toda clase es lo que sus oídos y sus ojos perciben, y pervierten sus sentidos. Desde estas moradas miserables muchos que no saben nada de la oración claman por alimento y ropa.6TPI 277.4

    Nuestras iglesias tienen que hacer una obra de la cual muchos no tienen idea, una obra apenas iniciada. “Porque tuve hambre” dice Cristo “y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”. Mateo 25:35, 36. Algunos piensan que todo lo que se espera de ellos es que den dinero para esta obra; pero están en un error. El dinero donado no puede reemplazar el ministerio personal. Es bueno que demos de nuestros recursos, y muchos más debieran hacerlo; pero se requiere de todos un servicio personal de acuerdo a sus fuerzas y oportunidades.6TPI 278.1

    La obra de atender a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para llegar a las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, encontramos el momento oportuno para presentar a Cristo crucificado.6TPI 278.2

    Cada miembro de la iglesia debe considerar que tiene el deber especial de trabajar por los que viven en su vecindario. Estudiad la mejor manera de ayudar a los que no tienen interés en las cosas religiosas. Mientras visitáis a vuestros amigos y vecinos, manifestad interés en su bienestar espiritual, tanto como en el temporal. Presentad a Cristo como el Salvador que perdona el pecado. Invitadlos a vuestra casa, y leed con ellos la preciosa Biblia y los libros que explican sus verdades. Esto, unido a himnos sencillos y oraciones fervientes, conmoverá su corazón. Enséñese a los miembros de la iglesia a hacer esta obra. Es tan importante como salvar a las almas sin luz en el extranjero. Mientras algunos se ocupan de las almas de países lejanos, que todos los que permanecen en su país se preocupen y trabajen con igual diligencia por la salvación de quienes los rodeen.6TPI 279.1

    Las horas que con tanta frecuencia se dedican a las diversiones que no renuevan el cuerpo ni el alma, debieran dedicarse a visitar a los pobres, los enfermos y los dolientes, o a ayudar a algún necesitado.6TPI 279.2

    Al tratar de ayudar a los pobres, los despreciados y los abandonados, no trabajéis como si estuvierais subidos en los zancos de vuestra dignidad y superioridad, porque en tal caso nada lograríais. Sed verdaderamente convertidos y aprended de Aquel que es manso y humilde de corazón. Debemos recordar siempre al Señor. Como siervos de Cristo, digamos con frecuencia, no sea que lo olvidemos: “He sido comprado con precio”.6TPI 279.3

    Dios no sólo pide nuestra benevolencia, sino también nuestra buena disposición, nuestras palabras animadoras, nuestro apretón de manos. Mientras visitamos a los afligidos hijos de Dios, hallaremos a algunos que han perdido la esperanza. Devolvámosles la alegría. Hay quienes necesitan el pan de vida; leámosles la Palabra de Dios. Sobre otros se extiende una tristeza que ningún bálsamo ni médico terrenal puede curar; oremos por ellos, y llevémoslos a Jesús.6TPI 279.4

    En ocasiones especiales, algunos ceden a un sentimentalismo que los lleva a realizar acciones impulsivas. Creen que con eso prestan un gran servicio a Cristo, pero no es así. Su celo muere pronto, y descuidan su responsabilidad de prestar un servicio a Cristo. Lo que Dios acepta no es un servicio espasmódico; no son arrebatos de actividad emotiva lo que puede ser de beneficio para nuestros semejantes. Esos esfuerzos para hacer bien causan con frecuencia mayor perjuicio que beneficio.6TPI 280.1

    Los métodos para ayudar a los menesterosos deben considerarse con cuidado y oración. Debemos pedir sabiduría a Dios, porque él sabe mejor que los mortales cortos de vista cómo debe cuidarse a las criaturas que él hizo. Hay quienes dan indiscriminadamente a todo el que solicita su ayuda. En esto se equivocan. Al tratar de ayudar a los menesterosos, debemos esmerarnos por darles la ayuda debida. Ciertas personas se convertirán en un objeto central de caridad mientras se les ayude. Dependerán de otros mientras vean algo de lo cual puedan aprovecharse. Dándoles más tiempo y atención que lo debido, podemos estimular su ociosidad, incapacidad, extravagancia e intemperancia.6TPI 280.2

    Cuando damos a los pobres debemos preguntarnos: “¿Estoy estimulando la prodigalidad? ¿Estoy ayudándolos o perjudicándolos?” Nadie que puede ganarse la vida tiene derecho a depender de los demás.6TPI 280.3

    La expresión: “El mundo me tiene que sostener”, tiene en sí la esencia de la mentira, del fraude y del robo. El mundo no tiene que sostener a nadie que pueda trabajar y ganarse la vida. Pero si alguno llega a nuestra puerta y pide alimento, no debemos despedirlo hambriento. Su pobreza puede ser el resultado de la desgracia.6TPI 280.4

    Debemos ayudar a los que, con familias numerosas que sostener, tienen que luchar constantemente con la debilidad y la pobreza. Más de una madre viuda, con sus niños sin padre, trabaja más de lo que sus fuerzas le permiten a fin de conservar a sus pequeñuelos consigo y proveerles alimento y ropa. Muchas madres que están en esta situación han muerto por exceso de trabajo. Cada viuda necesita el consuelo de las palabras alentadoras, y muchas son las que debieran recibir ayuda material.6TPI 280.5

    Algunos hombres y mujeres de Dios, con discernimiento y sabiduría, debieran ser designados para atender a los pobres y menesterosos, en primer lugar a los de la familia de la fe. Dichas personas debieran dar a la iglesia su informe y su opinión acerca de lo que debería hacerse.6TPI 281.1

    En vez de animar a los pobres a pensar que pueden conseguir que se les provea gratis, o casi gratis, lo que necesitan para comer y beber, deberíamos ponerlos en condición de ayudarse a sí mismos. Debemos esforzarnos por proveerles trabajo, y si es necesario, enseñarles a trabajar. Enséñese a los miembros de las familias pobres a cocinar, a hacer y arreglar su propia ropa, a cuidar debidamente su casa. Enséñese debidamente a los niños y niñas algún oficio u ocupación útil. Debemos educar a los pobres para que se sostengan a sí mismos. Esto será una verdadera ayuda, porque no sólo los hará autosuficientes, sino que los habilitará para ayudar a otros.6TPI 281.2

    Es propósito de Dios que los ricos y los pobres estén estrechamente vinculados por lazos de simpatía y por un espíritu servicial. Él nos invita a interesarnos en todos los casos de padecimiento y necesidad que lleguen a nuestro conocimiento.6TPI 281.3

    No pensemos que vamos a rebajar nuestra dignidad al atender a los dolientes. No miremos con indiferencia y desprecio a los que han arruinado el templo del alma. Ellos son objeto de la compasión divina. El que creó a todos tiene interés en todos. Aun los que han caído en lo más bajo no están fuera del alcance de su amor y compasión. Si somos verdaderamente sus discípulos, manifestaremos el mismo espíritu. El amor que es inspirado por nuestro amor hacia Jesús verá en cada alma, sea pobre o rica, un valor que no puede ser medido por el cálculo humano. Revele nuestra vida un amor superior a cuanto pueda expresarse en palabras.6TPI 281.4

    Con frecuencia, el corazón de los hombres se endurece bajo la reprensión; pero no puede resistir el amor que se les manifiesta en Cristo. Debemos invitar al pecador a no sentirse desechado por Dios. Invitémoslo a mirar a Cristo, que es el único capaz de sanar el alma contaminada por el pecado. Digámoselo al desesperado y desalentado doliente que es prisionero de la esperanza. Sea nuestro mensaje: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29.6TPI 281.5

    Se me ha indicado que la obra médica misionera descubrirá en las mismas profundidades de la degradación a hombres que, aunque se han entregado a costumbres intemperantes y disolutas, responderán al trato apropiado. Pero es necesario reconocerlos y animarlos. Se necesita un esfuerzo firme, paciente y ferviente para elevarlos. No pueden restaurarse a sí mismos. Pueden oír el llamamiento de Cristo, pero sus oídos están demasiado embotados para discernir su significado; sus ojos están demasiado ciegos para ver lo bueno que se ha reservado para ellos. Están muertos en delitos y pecados. Sin embargo, aun estos no están excluidos del banquete del Evangelio. Deben recibir la invitación: “Venid”. Aunque se sientan indignos, el Señor dice: “Fuérzalos a entrar”. No escuchéis excusa alguna. Con amor y bondad, asíos de ellos.6TPI 282.1

    “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvadlos arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor”. Judas 20-23. Haced sentir a las conciencias los terribles resultados de la desobediencia a la ley de Dios. Demostrad que no es él quien causa el dolor ni el sufrimiento, sino que el hombre, por su propia ignorancia y pecado, atrajo esta condición sobre sí mismo.6TPI 282.2

    Esta obra, debidamente realizada, salvará a muchos pobres pecadores que han sido descuidados por las iglesias. Muchos que no pertenecen a nuestra fe, están anhelando la ayuda que los cristianos tienen el deber de darles. Si el pueblo de Dios quisiera manifestar verdadero interés en sus vecinos, muchos serían alcanzados por las verdades especiales para este tiempo. Nada puede dar tan buen nombre a la obra como ayudar a la gente donde está. Miles podrían estar regocijándose hoy en el mensaje, si los que aseveran amar a Dios y guardar sus mandamientos hubieran querido trabajar como Cristo trabajó.6TPI 282.3

    Cuando la obra médica misionera conduzca a hombres y mujeres a un conocimiento salvador de Cristo y su verdad, se podrá invertir sin peligro dinero y trabajo diligente en ella; porque será una obra perdurable.6TPI 283.1

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