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Testimonios para la Iglesia, Tomo 6

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    Menos predicación, más instrucción

    No debiera exigirse que sólo uno o dos obreros se encarguen de predicar y enseñar los temas bíblicos en nuestros congresos campestres. A veces se puede lograr mejor efectividad si se divide la congregación en secciones menores; de esta manera el instructor bíblico puede relacionarse mejor con los asistentes que en grupos más numerosos.6TPI 93.1

    Hay más predicación que la necesaria en nuestros congresos. Esto pone una carga pesada sobre los pastores, y debido a esto, se descuida gran parte de lo que requiere atención. Muchos detalles pequeños que abren la puerta a males serios pasan inadvertidos. Se le quita energía física al ministro y se lo priva del tiempo que necesita para meditar y orar a fin de mantener su propia alma en el amor de Dios. Y cuando se presentan tantos discursos seguidos, la gente no tiene tiempo para asimilar lo que escucha. Sus mentes se confunden, y los servicios les parecen tediosos y aburridores.6TPI 93.2

    Debe enseñarse más y predicarse menos. Hay quienes desean tener una luz más definida que la que reciben escuchando sermones. Algunos necesitan más tiempo que otros para comprender los puntos presentados. Si se hiciera más sencilla la verdad enseñada, sus ojos se abrirían y se aferrarían a ella, y sería como un clavo fijado en un lugar seguro.6TPI 93.3

    Se me mostró que nuestros congresos campestres deben ser más interesantes y exitosos. Al aproximarnos al tiempo del fin, he visto que en estas concentraciones espirituales habrá menos sermones y más estudio de la Biblia. Habrá pequeños grupos esparcidos por todo el terreno con sus Biblias en mano, y otros dirigiéndolos en estudios conversacionales de la Escritura.6TPI 93.4

    Éste es el método que Cristo enseñó a sus discípulos. Cuando las grandes multitudes se reunían alrededor de Jesús, él instruía a los discípulos y a la gente. Después del sermón, los discípulos se mezclaban con la gente y le repetían lo que Jesús había dicho. A menudo los oyentes habían aplicado mal las palabras de Cristo, y los discípulos les aclaraban lo que decía la Escritura y lo que Cristo había enseñado que decía.6TPI 93.5

    Si el hombre que siente que ha sido llamado por Dios para ser un ministro se humillara y aprendiera de Cristo, llegaría a ser un verdadero maestro. Lo que necesitamos en nuestros congresos campestres, es un ministerio vivificado por el Espíritu Santo. Debe haber menos predicación de sermones y más tacto para educar a la gente en la religión práctica. Deben ser impresionados por el hecho de que Cristo es salvación a todo aquel que cree. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. Juan 3:16. Hay temas extraordinarios sobre los cuales debe basarse el ministerio. Cristo dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna”. Juan 6:47.6TPI 94.1

    Si los labios del ministro son tocados con el carbón encendido del altar, él ensalzará a Jesús como la única esperanza del pecador. Cuando el corazón del predicador está santificado por la verdad, sus palabras serán realidades vivientes para él y para otros. Aquellos que le han oído, sabrán que ha estado con Dios y se ha acercado a él en ferviente y eficaz oración. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre él, su alma ha sentido el vigorizador fuego celestial y podrá comparar los asuntos espirituales con lo espiritual. Se les dará poder para derrumbar las fortalezas de Satanás. Sus presentaciones del amor de Dios quebrantarán corazones y muchos indagarán: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”6TPI 94.2

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