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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7

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    Las necesidades del sur

    El señor espera de nosotros mucho más de lo que le hemos dado, en un servicio generoso en favor de la gente de todas las clases sociales en los estados del Sur de los Estados Unidos. Este campo se encuentra en nuestras mismas puertas, y hay una gran tarea que realizar al servicio del Maestro. Ese trabajo debe hacerse ahora mientras los ángeles continúan reteniendo los cuatro vientos. No hay tiempo que perder.7TPI 210.1

    El Señor ha esperado mucho tiempo por algunos instrumentos humanos mediante quienes pueda trabajar. ¿Cuánto tiempo más se verá obligado a esperar que algunos hombres y mujeres respondan al llamado: “Ve hoy a trabajar en mi viña”? Se necesitan mensajeros de misericordia, no solamente en unos pocos lugares del Sur, sino en todo el campo. Ricos y pobres claman por luz.7TPI 210.2

    Hay hombres y mujeres que deberían estar ofreciéndose para llevar la verdad por los caminos y vallados de este campo. Hay miles que podrían ponerse al servicio de Dios. El los aceptaría y obraría por medio de ellos, trasformándolos en mensajeros de paz y esperanza.7TPI 210.3

    Los obreros se encontrarán con muchos que endurecerán sus corazones contra la convicción del Espíritu de Dios; pero también hallarán a muchos que sienten hambre por el pan de vida, quienes después de recibir el mensaje, saldrán a esparcir la semilla de la verdad.7TPI 210.4

    Cuando el Señor colocó sobre Moisés la responsabilidad de guiar a los hijos de Israel fuera de Egipto, le dio la siguiente seguridad: “Vé, porque yo estaré contigo”. “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Éxodo 3:12; 33:14. La misma seguridad se ofrece a quienes se adelantan para trabajar por el Señor en los campos del Sur.7TPI 210.5

    Mis hermanos y hermanas, tengan comunión con Dios para que sean imbuidos de su Espíritu, y entonces salgan a derramar sobre otros la gracia que ustedes han recibido. El ejemplo del Salvador debería inspirarnos a realizar esfuerzos fervientes y abnegados para el bien de los demás. El vino a este mundo como el servidor incansable de las necesidades del hombre. En todo lo que hacía y decía manifestaba amor por la raza perdida. Vistió su divinidad con la humanidad para poder identificarse con los seres humanos como uno de ellos, y compartir su pobreza y sus tristezas. ¡Cuán ocupada fue su vida! Se lo podía ver entrar día tras día en las moradas humildes donde había necesidad y dolor, impartiendo palabras de esperanza al desalentado y de paz al afligido. Esta es la tarea que espera que su pueblo realice hoy. Humilde, benigno, tierno y compasivo, anduvo haciendo bienes, animando al deprimido y reconfortando al acongojado. Al acudir a él nadie salió sin haber sido ayudado. A todos trajo esperanza y alegría. Llevaba una bendición por dondequiera que iba.7TPI 211.1

    Necesitamos humillarnos delante de Dios porque tan pocos de los miembros de su iglesia realizan esfuerzos que pudieran compararse en lo más mínimo con los esfuerzos que el Señor desearía que hicieran. Las oportunidades que nos ha dado, las promesas que nos ha hecho, los privilegios que ha derramado sobre nosotros, deberían inspirarnos con un celo y una devoción mucho mayores. Cada persona que se agrega a la iglesia debería transformarse en una agencia más para llevar a cabo el plan de redención. Debería dedicarse cada facultad del pueblo de Dios para traerle muchos hijos e hijas al Señor. No debería existir nada de indiferencia ni egoísmo en nuestro servicio. El menor abandono de la abnegación, cualquier relajación del esfuerzo ferviente, significa poder entregado al enemigo.7TPI 211.2

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