Obreros desatendidos
Nuestro pueblo no ha sentido como debiera la necesidad de este asunto, y por lo tanto lo ha descuidado. Las iglesias han sido negligentes y, aunque la luz de la Palabra de Dios se ha mantenido brillando sobre su sendero, han descuidado este muy sagrado deber. El Señor está sumamente disgustado con este descuido hacia sus siervos fieles. Nuestro pueblo debe estar tan listo para socorrer a estas personas cuando atraviesan por circunstancias adversas como estuvo dispuesto a aceptar su dinero y su servicio cuando gozaban de buena salud.7TPI 276.1
Dios ha colocado sobre nosotros la obligación de dar una atención especial a los pobres que están en nuestro medio. Pero estos ministros y obreros no deben ser catalogados con los pobres. Han acumulado para ellos un tesoro en los cielos que no falla. Han servido para suplir las necesidades de la asociación, y ahora la asociación tiene el deber de servir a ellos. Cuando nos encontramos con casos como éstos, no debemos pasar por el lado opuesto del camino. No debemos decirles: “Id en paz, calentaos y saciaos” (Santiago 2:16), y luego no tomar medidas definidas para suplir sus necesidades. Esto ha sucedido en el pasado, y de este modo en algunos casos los adventistas del séptimo día han deshonrado la profesión de su fe y han dado al mundo la oportunidad de reprochar la causa de Dios.7TPI 276.2