Centros misioneros
Nuestras casas editoriales son centros establecidos por Dios. Por su medio debe realizarse una obra cuya extensión no conocemos todavía. Dios les pide su cooperación en ciertos ramos de su obra que hasta ahora les han sido ajenos.7TPI 140.5
Entra en el propósito de Dios que a medida que el mensaje penetre en campos nuevos, se continúen creando nuevos centros de influencia. Por todas partes, sus hijos deben levantar monumentos del sábado que es entre él y ellos la señal de que los santifica. En los campos misioneros deben fundarse casas editoriales en diversos lugares. Dar carácter a la obra, formar centros de esfuerzos e influencia, atraer la atención de la gente, desarrollar los talentos y aptitudes de los creyentes, establecer un vínculo entre las nuevas iglesias, sostener los esfuerzos de los obreros y darles medios más rápidos de comunicarse con las iglesias y de proclamar el mensaje -tales son, entre muchas otras, las razones que abogan en favor del establecimiento de imprentas en los campos misioneros.7TPI 140.6
Las instituciones ya establecidas tienen el privilegio, aún más, el deber, de tomar parte en esta obra. Estas instituciones han sido fundadas por la abnegación y las privaciones de los hijos de Dios y gracias al trabajo desinteresado de los siervos del Señor. Dios desea que el mismo espíritu de sacrificio caracterice estas instituciones, y que ellas a su vez contribuyan al establecimiento de nuevos centros en otros campos.7TPI 141.1
Una misma ley rige las instituciones y los individuos. Ellas no deben tornarse egocéntricas. A medida que una institución se vuelva estable y desarrolle su fuerza e influencia, no debe tratar constantemente de asegurarse nuevas y mejores instalaciones. Para cada institución como para cada individuo, es un hecho que recibimos para poder impartir. Dios nos da a fin de que podamos dar. En cuanto una institución alcanzó un grado suficiente de desarrollo, debe esforzarse para acudir en auxilio de otras instituciones de Dios que tienen mayores necesidades.7TPI 141.2
Esto está en armonía con los principios de la ley y del Evangelio ilustrados por la vida de Cristo. La mayor prueba de la sinceridad de nuestra obediencia a la ley de Dios y de nuestra lealtad al Redentor, es un amor desinteresado dispuesto al sacrificio por nuestro prójimo.7TPI 141.3
La gloria del Evangelio consiste en restaurar en nuestra especie caída la imagen de la divinidad por una manifestación constante de beneficencia. Dios honrará este principio doquiera se manifieste.7TPI 141.4
Los que, por amor de la verdad, siguen el ejemplo de abnegación de Cristo, hacen una impresión considerable sobre el mundo. Su ejemplo es convincente y contagioso. Los hombres ven que hay entre los hijos de Dios una fe que obra por amor y que purifica el alma de todo egoísmo. En la vida de quienes obedecen los mandamientos de Dios, los mundanos ven la evidencia convincente de que la ley de Dios es una ley de amor para con Dios y el hombre.7TPI 141.5
La obra de Dios debe ser siempre una señal de su benevolencia, y en el grado en que esta señal se manifieste en el trabajo de nuestras instituciones, conquistará la confianza de la gente y obtendrá los recursos necesarios para el adelantamiento de su reino. El Señor retraerá sus bendiciones de cualquier ramo de su obra donde se manifiesten intereses egoístas; pero en el mundo entero dará anchura a su pueblo si éste aprovecha sus beneficios para elevar a la humanidad. Si aceptamos de todo corazón el principio divino de la benevolencia, si consentimos en obedecer en todo a las indicaciones del Espíritu Santo, tendremos la experiencia de los tiempos apostólicos.7TPI 142.1