Efecto de las discusiones
El 10 de diciembre de 1871 se me mostraron los peligros del hermano K. Su influencia sobre la causa de Dios no es lo que debiera ser o lo que podría ser. Parece estar ciego respecto del resultado de su conducta; no discierne qué clase de estela deja tras sí. No trabaja de un modo que Dios pueda aceptar. Vi que estaba en un peligro tan serio como Moses Hull antes que dejara la verdad. Él confiaba en sí mismo. Pensaba que era de un valor tan grande para la causa de la verdad que ésta no podía prescindir de él. El hermano K ha sentido en gran medida lo mismo. Confía demasiado en su propia fuerza y sabiduría. Si pudiera ver su debilidad como Dios la ve nunca se envanecería o sentiría en lo más mínimo que ha triunfado. Y a menos que dependa de Dios y se aferre a él como la fuente de su fuerza, naufragará en la fe tan seguramente como lo hizo Moses Hull.3TPI 236.1
En sus labores él no extrae la fuerza de Dios. Depende de una excitación para despertar su ambición. Al trabajar con unos pocos, donde no hay una excitación especial que lo estimule, pierde su valor. Cuando el trabajo se vuelve difícil y él no es sostenido por esta excitación especial, entonces no se aferra con más firmeza a Dios ni es más ferviente para perseverar en medio de la oscuridad y ganar la victoria. Hermano K, usted frecuentemente se vuelve infantil, débil e ineficiente precisamente cuando debería ser más fuerte. Esto debiera indicarle que su celo y animación no siempre provienen de la fuente correcta.3TPI 236.2
Se me mostró que éste es el peligro de los ministros jóvenes que se ocupan en discusiones. Dirigen sus mentes al estudio de la Palabra para reunir las cosas agudas, y se vuelven sarcásticos y, en sus esfuerzos por enfrentar a un oponente, demasiado frecuentemente dejan a Dios fuera de la cuestión. La excitación del debate disminuye su interés en reuniones donde esta excitación especial no existe. Aquellos que se ocupan en debates no son los obreros más exitosos y que mejor se adaptan para edificar la causa. Algunos desean las discusiones, y prefieren esta clase de trabajo por encima de cualquier otro. No estudian la Biblia con humildad de mente, con el fin de conocer cómo alcanzar el amor de Dios; como dice Pablo: “Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efesios 3:17-19.3TPI 236.3
Los predicadores jóvenes debieran evitar las discusiones, porque no aumentan la espiritualidad o la humildad de mente. En algunos casos puede ser necesario enfrentar en un debate abierto a un orgulloso presumido que se opone a la verdad de Dios; pero generalmente estas discusiones, ya sea en forma oral o escrita, acarrean más daño que bien. Después de una discusión la mayor responsabilidad descansa sobre el ministro para mantener el interés. Debiera ser consciente de la reacción que puede ocurrir después de una excitación religiosa, y no ceder al desánimo.3TPI 237.1
Los hombres que no admiten las demandas de la Ley de Dios, que son muy claras, generalmente toman un rumbo sin leyes; porque por tanto tiempo se han puesto del lado del gran rebelde en luchar contra la Ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra, que están entrenados en esta labor. En esta guerra no abrirán sus ojos o conciencias a la luz. Cierran los ojos, no sea que lleguen a ser iluminados. Su caso es tan desesperado como el de los judíos que no veían la luz que Cristo les trajo. Las evidencias maravillosas que él les dio de su carácter mesiánico en los milagros que realizó, sanando a los enfermos, resucitando a los muertos y haciendo las obras que ningún otro hombre había hecho o podía hacer, en vez de ablandar y subyugar sus corazones, y de superar sus prejuicios malvados, los inspiró con odio y furia satánicos como los que Satanás mostró cuando fue expulsado del cielo. Cuanto mayor era la luz y la evidencia que tenían, más grande era su odio. Estaban decididos a extinguir la luz quitando la vida a Cristo.3TPI 237.2
Los que odian la Ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra, ocupan el mismo terreno que los judíos incrédulos. Su poder desafiante perseguirá a los que guardan los Mandamientos de Dios, y ellos rechazarán cualquier cantidad de luz. Han violado por tanto tiempo sus conciencias, y sus corazones se han endurecido tanto al escoger las tinieblas antes que la luz, que sienten que es una virtud en ellos, a fin de obtener su objetivo, dar falso testimonio o rebajarse para cometer casi cualquier tipo de subterfugio o engaño, como hicieron los judíos en su rechazo de Cristo. Razonan que el fin justifica los medios. Virtualmente crucifican la Ley del Padre, como los judíos crucificaron a Cristo.3TPI 238.1
Nuestro trabajo debiera abarcar toda oportunidad para presentar la verdad en su pureza y sencillez donde hay algún deseo o interés para oír las razones de nuestra fe. Aquellos que se han explayado mayormente en las profecías y en los puntos teóricos de nuestra fe debieran sin demora convertirse en estudiantes de la Biblia sobre temas prácticos. Debieran tomar un sorbo más profundo en la fuente de la verdad divina. Debieran estudiar cuidadosamente la vida de Cristo y sus lecciones de piedad práctica, dadas para beneficio de todos y para que sean la norma del correcto vivir para todos los que crean en su nombre. Debieran estar imbuidos con el Espíritu de su gran Ejemplo y tener un alto sentido de la vida sagrada de un seguidor de Cristo.3TPI 238.2
Cristo enfrentó el caso de cada clase [de personas] en los temas y en la manera de su enseñanza. Comió y se hospedó con los ricos y los pobres, y se familiarizó con los intereses y ocupaciones de los hombres, para poder ganar acceso a sus corazones. Los instruidos y los más intelectuales se complacían y encantaban con sus discursos, y sin embargo eran tan claros y sencillos como para ser entendidos por las mentes más humildes. Cristo se valió de toda oportunidad para instruir a la gente sobre esas doctrinas y preceptos celestiales que debían incorporarse a sus vidas y que los distinguirían de todos los demás religiosos debido a su carácter santo y elevado. Estas lecciones de instrucción divina no se presentan como se debería para llegar a las conciencias de los hombres. Estos sermones de Cristo les proporcionan a los ministros que creen en la verdad presente discursos que serán apropiados para casi cualquier ocasión. Éste es un campo de estudio para el estudiante de la Biblia, en el cual no puede interesarse sin tener en su propio corazón el Espíritu del Maestro celestial. Aquí hay temas que Cristo presentó para todas las clases sociales. Miles de personas de todo tipo de carácter y de cada estrato de la sociedad se sintieron atraídas y encantadas con el tema que les era presentado.3TPI 238.3
Algunos ministros que han estado ocupados por largo tiempo en la obra de predicar la verdad presente han cometido grandes fracasos en sus labores. Se han educado para ser polemistas. Han elaborado temas argumentativos como objetos de discusión, y les encanta usar esos temas que han preparado. La verdad de Dios es sencilla, clara y convincente. Es armoniosa y, en contraste con el error, resplandece con claridad y belleza. Su coherencia la recomienda al juicio de cada corazón que no está lleno de prejuicio. Nuestros predicadores presentan los argumentos sobre la verdad, que han sido preparados para ellos y, si no hay obstáculos, la verdad se lleva la victoria. Pero se me mostró que en muchos casos el pobre instrumento se toma el crédito de la victoria obtenida, y la gente, que es más terrenal que espiritual, alaba y honra al instrumento, mientras que la verdad de Dios no es exaltada por la victoria que ganó.3TPI 239.1
Aquellos a quienes les encanta ocuparse en discusiones generalmente pierden su espiritualidad. No confían en Dios como debieran. Tienen la teoría de la verdad preparada para vapulear a un oponente. Los sentimientos de sus propios corazones no santificados han preparado muchas cosas cortantes, secretas, para usarlas como un azote a fin de irritar y provocar a su oponente. El espíritu de Cristo no tiene parte en esto. Mientras está provisto de argumentos decisivos, el polemista pronto piensa que es suficientemente fuerte como para triunfar sobre su oponente, y a Dios se lo excluye del asunto. Algunos de nuestros ministros han hecho de la discusión su principal actividad. Cuando están en medio de la excitación suscitada por la discusión, parecen animados y se sienten fuertes y hablan fuertemente; y en la excitación se transmiten a la gente muchas cosas como correctas, aunque en realidad están decididamente equivocadas y son una vergüenza para él, quien fue culpable de declarar palabras tan indignas de un ministro cristiano.3TPI 239.2
Estas cosas ejercen una mala influencia sobre ministros que están manejando verdades sagradas y elevadas, verdades que han de ser sabor de vida para vida, o de muerte para muerte, para aquellos que las escuchan. Generalmente la influencia de las discusiones sobre nuestros ministros tiende a volverlos autosuficientes y exaltados en su propia estima. Eso no es todo. Aquellos que aman discutir no son idóneos para ser pastores del rebaño. Han educado sus mentes para enfrentar a opositores y para decir cosas sarcásticas, y no pueden descender [de su nivel] para enfrentar corazones que están tristes y necesitan consuelo. También se han detenido tanto en los puntos argumentativos que han descuidado los temas prácticos que el rebaño de Dios necesita. Tienen poco conocimiento de los sermones de Cristo, que forman parte de la vida cotidiana del cristiano, y tienen poca disposición para estudiarlos. Se han elevado por encima de la sencillez del trabajo. Cuando eran pequeños en su propia opinión, Dios los ayudaba; ángeles de Dios los ministraban y hacían sus labores altamente exitosas en convencer de la verdad a hombres y mujeres. Pero al entrenar sus mentes para la discusión frecuentemente se vuelven ordinarios y rudos. Pierden el interés y la compasiva ternura que siempre debiera acompañar los esfuerzos de un pastor de Cristo.3TPI 240.1
Los ministros polemistas generalmente están descalificados para ayudar al rebaño donde más lo necesita. Habiendo descuidado la religión práctica en sus propios corazones y vidas, no pueden enseñarla a la grey. A menos que haya algo emocionante, no saben cómo trabajar; parece que se los ha despojado de su fuerza. Y si tratan de hablar, parece que no saben cómo presentar un tema apropiado para la ocasión. Cuando debieran presentar un tema que alimente al rebaño de Dios, y que alcance y enternezca los corazones, vuelven a algunos de los viejos temas estereotipados y examinan los argumentos ya dispuestos, que son secos y sin interés. Así, en vez de luz y vida, traen oscuridad al rebaño y también a sus propias almas.3TPI 240.2
Algunos de nuestros ministros fallan en cultivar la espiritualidad, pero fomentan un despliegue de celo y cierta actividad que descansa sobre un fundamento dudoso. En esta época se necesitan ministros que cultiven una serena contemplación, ministros de reflexión y devoción, de conciencia y fe combinadas con actividad y celo. Las cualidades, reflexión y devoción, actividad y celo, debieran ir juntas.3TPI 241.1
Los ministros polemistas son los menos dignos de confianza entre nosotros, porque no se puede depender de ellos cuando el trabajo presenta dificultades. Colóqueselos en un lugar donde hay poco interés, y manifestarán falta de valor, celo y verdadero interés. Para ser vivificados y vigorizados dependen tanto de la excitación creada por el debate o la oposición como el ebrio de su trago. Estos ministros necesitan convertirse nuevamente. Necesitan beber profundamente de las corrientes incesantes que proceden de la Roca eterna.3TPI 241.2
El bienestar eterno de los pecadores reguló la conducta de Jesús. Anduvo haciendo bienes. La benevolencia fue la vida de su alma. No sólo hacía bien a todos los que acudían a él solicitando su misericordia, sino que los buscaba perseverantemente. Nunca se entusiasmó con el aplauso ni se deprimió por la censura o el chasco. Cuando enfrentaba la mayor oposición y el trato más cruel, estaba de buen ánimo. El discurso más importante que nos ha dado la Inspiración, lo predicó Cristo a sólo un oyente. Cuando se sentó junto al pozo para descansar, porque estaba agotado, una mujer samaritana vino para extraer agua; él vio una oportunidad para alcanzar a su mente, y mediante ella para alcanzar las mentes de los samaritanos, que estaban en gran oscuridad y error. Aunque cansado, él presentó las verdades de su reino espiritual, las que encantaron a la mujer pagana y la llenaron de admiración hacia Cristo. Salió publicando la noticia: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Juan 4:29. El testimonio de esta mujer convirtió a muchos para creer en Cristo. A través del informe de ella muchos vinieron a oírlo personalmente y creyeron por la palabra de él.3TPI 241.3
No importa cuán pequeño pueda ser el número de oyentes interesados, si se llega al corazón y es convencido el entendimiento, ellos, como la mujer samaritana, pueden transmitir un testimonio que suscitará el interés de centenares para investigar [la verdad] por ellos mismos. Al trabajar en lugares para crear un interés, habrá muchos motivos de desaliento; pero si al principio parece que hay poco interés, esto no es evidencia de que usted se haya equivocado en cuanto a su deber y su lugar de trabajo. Si el interés aumenta firmemente, y la gente obra inteligentemente, no por impulso sino por principio, el interés es mucho más saludable y duradero que donde se crea repentinamente una gran excitación e interés, y se estimulan los sentimientos al escuchar un debate, una aguda contienda entre ambos lados de la cuestión, en favor y en contra de la verdad. Se crea así una fiera oposición, se toman posiciones, y se hacen decisiones rápidas. El resultado es un estado febril de cosas. Faltan un examen y un juicio serenos. Permítase que se calme la excitación, o que tenga lugar una reacción por un manejo indiscreto del asunto, y puede ser que nunca vuelva a levantarse el interés. Fueron agitados los sentimientos y las simpatías de la gente, pero sus conciencias no fueron convencidas, sus corazones no se quebrantaron ni se humillaron ante Dios.3TPI 242.1
En la presentación de una verdad impopular, que implica una pesada cruz, los predicadores debieran cuidar de que cada palabra sea como Dios la diría. Sus palabras no debieran ser cortantes. Debieran presentar la verdad con humildad, con el amor más profundo por las almas y un ferviente deseo de su salvación, y dejar que la verdad sea la que corte. No deberían desafiar a ministros de otras denominaciones y tratar de provocar un debate. No debieran colocarse en una posición como la de Goliat cuando desafió a los ejércitos de Israel. Israel no desafió a Goliat, sino que Goliat se jactó orgullosamente contra Dios y su pueblo. Los desafíos, las jactancias y los insultos deben venir de los opositores de la verdad, que hacen el papel de Goliat. Pero nada de este espíritu debiera verse en aquellos a quienes Dios ha enviado para proclamar el último mensaje de amonestación a un mundo condenado.3TPI 242.2
Goliat confiaba en su armadura. Aterrorizaba a los ejércitos de Israel mediante su jactancia desafiante y salvaje, mientras hacía un despliegue sumamente impresionante de su armadura, que era su fuerza. David, en su humildad y celo por Dios y su pueblo, propuso enfrentar a esta persona jactanciosa. Saúl accedió e hizo que se le colocara a David su propia armadura real. Pero él no consintió en usarla. Dejó a un lado la armadura del rey porque no la había probado. Había probado a Dios y, confiando en él, había ganado victorias especiales. Colocarse la armadura de Saúl daría la impresión de que él era un guerrero, cuando era sólo el pequeño David que cuidaba las ovejas. Él no quería que se le diera crédito a la armadura de Saúl, porque su confianza estaba en el Señor Dios de Israel. Escogió unas pocas piedrecillas del arroyo, y con su honda y cayado, sus únicas armas, fue en el nombre del Dios de Israel para enfrentar al guerrero armado.3TPI 243.1
Goliat despreció a David porque su aspecto era el de un mero joven inexperto en las tácticas de la guerra. Goliat insultó a David y lo maldijo por sus dioses. Sentía que era un insulto para su dignidad el que un mero mozalbete, sin mucha armadura, viniese para enfrentarlo. Dijo con jactancia lo que haría de él. David no se irritó porque fue considerado como tan inferior, ni tembló ante sus terribles amenazas, sino que replicó: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado”. 1 Samuel 17:45. David le dice a Goliat que en el nombre del Señor él le hará las mismas cosas que Goliat había amenazado hacer a David. “Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os la entregará en nuestras manos”. vers. 47.3TPI 243.2
Nuestros ministros no debieran desafiar ni provocar discusiones. Que los desafíos estén en el lado de los opositores de la verdad de Dios. Se me mostró que el hermano K y otros ministros han asumido en demasía el papel de Goliat. Y luego, después que se han atrevido y provocado la discusión, han confiado en sus argumentos preparados, como Saúl quería que David confiara en su armadura. No han confiado en el Dios de Israel, como el humilde David, ni han hecho de él su fuerza. Han salido confiados en ellos mismos y jactanciosos, como Goliat, engrandeciéndose orgullosamente y no ocultándose detrás de Jesús. Sabían que la verdad era fuerte, y por lo tanto no humillaron sus corazones ni confiaron con fe en Dios para darle la victoria a la verdad. Se entusiasmaron y perdieron su equilibrio, y frecuentemente las discusiones no han tenido éxito, y el resultado ha sido un daño para sus almas y para las almas de otros.3TPI 244.1
Se me mostró que algunos de nuestros jóvenes ministros se están apasionando por los debates, y que, a menos que vean su peligro, esto será una trampa para ellos. Se me mostró que el hermano L está en gran peligro. Está educando su mente en la dirección equivocada. Está en peligro de ponerse por encima de la sencillez de la obra. Cuando se ponga la armadura de Saúl, si tiene como David la sabiduría de dejarla a un lado porque no la ha probado, puede recuperarse antes de ir demasiado lejos. Estos predicadores jóvenes debieran estudiar las enseñanzas prácticas de Cristo, como también las teóricas, y aprender de Jesús, para que puedan tener su gracia, su mansedumbre, su humildad de mente y su modestia. Si al igual que David, son puestos en una posición donde la causa de Dios realmente les demanda que enfrenten a un retador de Israel, y si van adelante en la fuerza de Dios, confiando enteramente en él, él los ayudará a superar el desafío y hará que su verdad triunfe gloriosamente. Cristo nos ha dado un ejemplo. “Cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda”. Judas 9.3TPI 244.2
Tan pronto como un predicador baja de la posición que un ministro siempre debiera ocupar y desciende a un papel burlesco para ridiculizar a su oponente, o cuando es sarcástico y cortante, y se mofa de él, hace lo que el Salvador del mundo no se atrevió a hacer; porque se coloca en el terreno del enemigo. Los ministros que contienden con opositores de la verdad de Dios no tienen que enfrentar meramente a hombres, sino a Satanás y a su hueste de ángeles malignos. Satanás vigila en busca de una oportunidad para obtener una ventaja sobre los ministros que están defendiendo la verdad, y cuando dejan de confiar enteramente en Dios, y sus palabras no son dichas en el espíritu y el amor de Cristo, los ángeles de Dios no los pueden fortalecer e iluminar. Los dejan abandonados a su propia fuerza, y los ángeles malignos presionan en sus tinieblas; por esta razón los oponentes de la verdad a veces parecen tener la ventaja, y la discusión hace más daño que verdadero bien.3TPI 245.1
Los siervos de Dios debieran acercarse a él. Los hermanos K, L, M y N debieran tratar de cultivar la piedad personal, en vez de fomentar un amor al debate. Debieran tratar de llegar a ser pastores del rebaño, en vez de capacitarse para crear una excitación que controle los sentimientos de la gente. Estos hermanos están en peligro de depender más de su popularidad y su éxito con la gente como polemistas ingeniosos que de ser obreros humildes, fieles, y seguidores mansos y consagrados de Cristo, coadjutores con él.3TPI 245.2