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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3

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    El pueblo murmura

    Cuando los ejércitos de Israel prosperaban, se apropiaban de toda la gloria; pero cuando eran probados por el hambre o la guerra le achacaban a Moisés todas sus dificultades. El poder de Dios que se manifestó en una manera notable en su liberación de Egipto, y que de tanto en tanto era visto a lo largo de sus viajes, debiera haberlos inspirado con fe y cerrado sus labios para siempre para que no salieran de ellos expresiones de ingratitud. Pero el menor indicio de que surgiría una necesidad, el mínimo temor de un peligro de cualquier causa, contrabalanceaban los beneficios en su favor y los hacía pasar por alto las bendiciones recibidas en sus tiempos de mayor peligro. La experiencia por la que pasaron en el asunto de la adoración del becerro de oro debiera haber producido una impresión tan profunda en sus mentes que nunca tendría que haberse borrado. Pero aunque las huellas del desagrado de Dios estaban frescas ante ellos en sus filas raleadas y en el número que faltaba debido a sus reiteradas ofensas contra el Ángel que los estaba conduciendo, no tomaron a pecho estas lecciones ni redimieron su pasado fracaso mediante una obediencia fiel; y nuevamente fueron vencidos por las tentaciones de Satanás.3TPI 376.1

    Los mejores esfuerzos del hombre más manso de la Tierra no pudieron sofocar su insubordinación. El interés abnegado de Moisés fue retribuido con celos, sospechas y calumnias. Su humilde vida de pastor de ovejas era por lejos más pacífica y feliz que su puesto actual como pastor de esa vasta congregación de espíritus turbulentos. Sus celos irrazonables eran más difíciles de manejar que los lobos fieros del desierto. Pero Moisés no osó elegir su propio camino y hacer lo que más le agradaba. A la orden de Dios había dejado el cayado del pastor y en su lugar había recibido una vara de poder. No se atrevía a deponer este cetro y renunciar a su posición hasta que Dios lo despidiera.3TPI 376.2

    Es la obra de Satanás tentar las mentes. Insinuará sus sugestiones arteras y agitará dudas, cuestionamientos, incredulidad y desconfianza de las palabras y acciones del que lleva responsabilidades y que está tratando de implementar los planes de Dios en sus labores. Es el propósito especial de Satanás volcar sobre y alrededor de los siervos elegidos de Dios, dificultades, perplejidades y oposición, de modo que se vean obstaculizados en su trabajo y, que si es posible, se desanimen. Los celos, las luchas y las conjeturas malignas contrarrestarán, en gran medida, los mejores esfuerzos que los siervos de Dios, asignados a una obra especial, sean capaces de realizar.3TPI 376.3

    El plan de Satanás es sacarlos del puesto del deber trabajando mediante sus agentes. Usará como sus instrumentos a todos los que pueda instigar a albergar desconfianza y sospechas. La forma de Moisés de asumir las cargas que él sobrellevaba en el Israel de Dios, no era apreciada. Hay en la naturaleza del hombre, cuando no está bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, una inclinación a la envidia, los celos y la desconfianza cruel, la cual, si no es subyugada, conducirá a un deseo de socavar y denigrar a otros, mientras que espíritus egoístas tratarán de afirmarse en ellos mismos sobre sus ruinas.3TPI 377.1

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