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Elena G. de White en Europa

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    El mayor auditorio en el gimnasio militar

    El domingo, la Hna. White se dirigió al auditorio más numeroso de todos los esfuerzos públicos que realizó en Europa. El presidente de la sociedad local de temperancia la invitó a dictar una conferencia sobre temperancia en el gimnasio militar, el salón más grande de la ciudad. Un público de 1.600 personas colmaba el sitio en esa ocasión. Era obvio que había un gran interés por la reforma en favor de la temperancia.EGWE 137.1

    Cuando llegó al lugar, la Sra. de White vio una bandera norteamericana a manera de dosel sobre el púlpito. “Una atención—observó ella—que aprecié sobremanera”.EGWE 137.2

    Entre el público había muchos ciudadanos destacados, incluyendo al obispo de la Iglesia Estatal y a una cantidad de otros clérigos.EGWE 137.3

    El enfoque que dio al tema sorprendió a sus oyentes, quienes esperaban presenciar una entusiasta campaña, llena de historias espectaculares y de estadísticas sorprendentes. Por el contrario, la señora de White prefirió referirse a la temperancia desde el punto de vista religioso. “Cuando los presentes descubrieron que el tema se discutiría tomando a la Biblia como fundamento, al principio quedaron atónitos; luego se despertó el interés y por último se sintieron profundamente conmovidos”.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 211.EGWE 137.4

    El análisis que la Sra. de White hizo de la reacción de los oyentes en diversos momentos de su conferencia, indica el grado de atención con que los observaba, aun mientras hablaba. Pocas semanas antes, al hablar en el concilio europeo de Basilea, recomendó a todos los ministros el siguiente enfoque:EGWE 138.1

    “Mientras Cristo enseñó en la tierra, observaba el rostro de sus oyentes; y el brillo de los ojos, la expresión animada, le permitían conocer al instante el momento en que alguien aceptaba la verdad. En la misma forma, los maestros del pueblo deberían estudiar hoy el rostro de sus oyentes”.—Ibid. 147.EGWE 138.2

    Cuando la Sra. de White vio que sus palabras caían en oídos atentos, procedió a mostrarles la importancia de los hábitos de temperancia, mientras citaba consejos y ejemplos extraídos de la historia bíblica.EGWE 138.3

    “Nadab y Abiú eran hombres ocupados en un oficio santo; pero el vino entorpeció de tal manera sus mentes que no pudieron distinguir entre las cosas sagradas y las comunes. Al ofrecer el ‘fuego extraño’ despreciaron los mandamientos de Dios, y fueron aniquilados por el juicio divino”.—Ibid. 208.EGWE 138.4

    Después de extraer innumerables lecciones de diversos personajes bíblicos, concluyó con la siguiente exhortación:EGWE 138.5

    “Necesitamos hoy hombres como Daniel; hombres que tengan la suficiente abnegación y el valor como para ser reformadores radicales en cuanto a la temperancia. Procure cada cristiano que su ejemplo e influencia estén del lado de la reforma. Sean fieles los ministros del Evangelio en amonestar a la gente. Y recordemos todos que nuestra felicidad en dos mundos depende de que mejoremos debidamente en uno de ellos”.—Ibid. 211.EGWE 138.6

    Al concluir su disertación, el Dr. Nisson, presidente de la Sociedad de Temperancia, se adelantó para dirigirse al auditorio. Destacó el hecho de que la prosperidad del movimiento norteamericano de temperancia se debía a que estaba respaldado por el fervor religioso y por las exhortaciones de la verdad bíblica. Cuando el público se retiró, otros dirigentes locales de temperancia se adelantaron para saludar a la talentosa oradora. El Dr. Nisson le presentó a cada uno de ellos. Algunos le rogaron que volviera a hablarles, pero ella rehusó cortésmente. Sentía que la iglesia de Cristianía necesitaba más que ellos de su ayuda.EGWE 139.1

    La neblina y la humedad prosiguieron, y para estar más cómoda, Elena G. de White le pidió a un zapatero noruego que le tomara las medidas del pie para que le hiciera un par de zapatos nuevos. También compró una capa para protegerse del frío. “Me siento muy agradecida por tener una prenda tan abrigada”, escribió.—Manuscrito 27, 1885.EGWE 139.2

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