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WILLIE LUCHA CON LA NEUMONÍA MV 119

Elena y Jaime habían aprendido algo en cuanto al valor del agua para el tratamiento de la enfermedad en su encuentro con la difteria, cuando la plaga atacó a Edson y Willie; también habían aprendido cuán fútil era la medicación mediante drogas cuando perdieron a Henry a causa de la neumonía. Luego, dos meses más tarde, durante la segunda semana de febrero de 1864, cuando Willie fue atacado por la neumonía, enfrentaron un dilema que podía significar la vida o la muerte de uno de sus dos hijos restantes. Elena de White informó en cuanto a su temeraria decisión: MV 119.5

Decidimos que no buscaríamos a un médico, sino que nosotros mismos haría- mos lo mejor que pudiésemos mediante el uso del agua, y suplicaríamos al Señor en favor del niño. Llamamos a unos pocos que tenían fe para que uniesen sus oraciones a las nuestras. Tuvimos la dulce certeza de la presencia y la bendición de Dios (4aSG, p. 151). MV 119.6

No hubo la menor demora en comenzar con el tratamiento: MV 120.1

Al día siguiente Willie se hallaba muy enfermo. Estaba delirando. No parecía verme ni oírme cuando yo le hablaba. Su corazón no tenía un latido regular, sino que estaba en una constante y agitada palpitación. Continuábamos acudiendo a Dios para interceder en favor de nuestro hijo, y seguíamos aplicando agua abundantemente sobre su cabeza, y una compresa sobre sus pulmones en forma constante, y pronto pareció estar en sus cabales como siempre. Sufría de dolor severo en su costado derecho, y no podía apoyarse en él ni por un momento. Este dolor fue mitigado con compresas de agua fría, variando la temperatura del agua de acuerdo con el grado de la fiebre. Tuvimos mucho cuidado de mantenerle calientes las manos y los pies (Id., pp. 151-152). MV 120.2

Los ansiosos padres lo atendieron día y noche hasta que ambos estaban casi agotados. Era muy claro que la aplicación de la hidroterapia en un caso tal requería un esfuerzo incansable. Pero produjo buenos resultados. Elena de White escribió más tarde: MV 120.3

Esperábamos que la crisis ocurriría el séptimo día. Habíamos descansado muy poco durante su enfermedad, y nos vimos obligados a dejarlo al cuidado de otros en la cuarta y quinta noches. Mi esposo y yo nos sentimos muy ansiosos en el quinto día. El niño sacó sangre por la boca y tosió considerablemente. Mi esposo pasó mucho tiempo en oración. MV 120.4

Esa noche dejamos a nuestro hijo al cuidado de manos solícitas. Antes de retiramos a descansar, mi esposo oró larga y fervientemente. De repente se sintió libre de la preocupación que lo abrumaba en su oración, y le pareció como si una voz le hablase y le dijese: “Ve a acostarte; yo cuidaré del niño”. MV 120.5

Yo me había acostado enferma, y durante varias horas no pude dormir por la ansiedad. Sentía que me faltaba el aire. Aunque estaba durmiendo en un dormitorio amplio, me levanté y abrí la puerta que daba a un pasillo amplio, e inmediatamente me sentí aliviada y dormí pronto. MV 120.6

Soñé que un médico experimentado estaba de pie junto a mi niño, observando cada soplo de su respiración, con una mano sobre su corazón y con la otra sintiendo su pulso. Se dio vuelta hacia nosotros y dijo: “La crisis ha pasado. El niño ha sufrido su peor noche. Ahora repuntará rápidamente, porque no tiene que recobrarse de la influencia dañina de las drogas. La naturaleza ha hecho su obra noblemente para quitar impurezas del sistema”. MV 120.7

Le mencioné mi estado de agotamiento, mi falta de aire, y el alivio que sentí al abrir la puerta. Él me dijo: “Lo que te alivió a ti también aliviará a tu niño. Él necesita aire. Lo han mantenido con demasiado calor. El aire caliente que viene de una estufa es dañino, y si no fuera por el aire que se filtra por las rendijas de las ventanas, sería venenoso y destruiría la vida. El calor de la estufa destruye la vitalidad del aire y debilita los pulmones. Los pulmones del niño se han debilitado por la habitación que se mantiene demasiado caliente. Las personas enfermas se debilitan por la enfermedad y necesitan todo el aire vigorizador que puedan soportar para fortalecer los órganos vitales a fin de resistir la enfermedad. Y sin embargo en la mayoría de los casos se excluyen el aire y la luz del cuarto del enfermo en el mismo momento cuando más se los necesitan, como si fueran enemigos peligrosos” (Id., pp. 152-153). MV 121.1

¡Cuánto consuelo les proporcionó este sueño como también la certeza que su esposo sintió unas pocas horas antes! Ella informó lo siguiente: MV 121.2

A la mañana encontramos que nuestro hijo había pasado una noche intranquila. Pareció estar con fiebre alta hasta el mediodía. Luego la fiebre lo abandonó, y parecía encontrarse totalmente bien, excepto por la debilidad. MV 121.3

Sólo había comido una pequeña galletita durante sus cinco días de enfermedad. Se recuperó rápidamente, y ha tenido mejor salud que la que ha tenido por varios años antes (Id., p. 153). MV 121.4

Ella agregó estas significativas palabras: “Esta experiencia nos es valiosa”. ¡Qué lecciones objetivas contrastantes y que hacían pensar habían experimentado Jaime y Elena White en apenas once semanas! Ahora, más que nunca, sabían que debían investigar a fondo, aprender cómo combatir la enfermedad, y descubrir principios dietéticos sólidos. En esta experiencia habían aprendido la importancia del aire limpio y fresco en el tratamiento de la enfermedad. MV 121.5

Aprender maneras para prevenir la enfermedad era tan importante en el cuidado del cuerpo como el tratamiento durante la enfermedad. MV 121.6