Algo de su correspondencia la animó. Éste fue el caso del intercambio de cartas con G. I. Butler. En ocasión de la sesión de la Asociación General de 1888, celebrada en Minneapolis, Minnesota, Butler, que había servido por largo tiempo como presidente de la Asociación General, estaba enfermo y no pudo asistir. Relevado de sus responsabilidades en esa reunión, se jubiló en Florida, plantó un huerto de naranjos, y por más de una década cuidó fielmente a su esposa, la cual, después del traslado a Florida, sufrió de parálisis. Estando por algunos años en el lado negativo de los problemas que habían surgido en Minneapolis en 1888, sentía que Elena de White lo había desechado [como inútil]. Cuando se enteró que por indicación de ella uno de los primeros ejemplares de El Deseado de todas las gentes que saliese de la prensa debía enviársele a él, se sintió gozoso y se animó. Le escribió a la Hna. White expresándole su gratitud por su atención hacia él. MV 370.1
Después de estar jubilado cinco años, había llegado a ver algunas cosas más correctamente y había cambiado de actitud. Escribió una carta de confesión en 1893, publicada en la Review and Herald, en la que declaró: MV 370.2
Admito francamente que por un período permanecí en duda respecto a que se debatiesen estos temas [“las doctrinas de la justificación por la fe, la necesidad de apropiarse por la fe de la justicia de Cristo a fin de (alcanzar) nuestra salvación”] que aquí he respaldado tan plenamente. No asistí a la Asociación General en Minneapolis, donde se debatían posiciones diferentes, estando entonces enfermo en Battle Creek... Mis simpatías no estaban con aquellos que estaban al frente para presentar ante la gente lo que ahora considero como luz. MV 370.3
Se sintió contento de que pudo testificar: MV 370.4
Me siento muy satisfecho por el hecho de que luz adicional de gran importancia ha estado resplandeciendo sobre estos temas, y creo plenamente que Dios la ha bendecido grandemente para el bien de aquellos que la han aceptado (13 de junio, 1893). MV 370.5
Por lo tanto, mientras Elena de White estaba ayudando a comenzar la obra en Australia, batallando con dificultades que parecían casi insuperables, dirigentes resueltos en la sede original de la iglesia se conducían como si ella estuviera presente entre ellos, y se beneficiaban de su pluma. MV 370.6