El miércoles ella asistió a una porción de la sesión anual de la Asociación del Sur de California. Cuando se acercaba a la iglesia de la Calle Carr para cumplir con su cita de hablar allí, oyó a los muchachos vendedores de periódicos gritando: “¡San Francisco destruida por un terremoto!” MV 521.8
Se compró un periódico, y ella y aquellos que la acompañaban en el carruaje rápidamente examinaron las “primeras noticias apresuradamente impresas” (9T, p. 94). MV 522.1
En cuanto a las visiones recibidas las noches del lunes y el martes, ella comentó más tarde: “Me ha tomado muchos días escribir una porción de aquello que fue revelado en esas dos noches en Loma Linda y Glendale. Todavía no he terminado” (RH, 5 de julio, 1906). Esperaba escribir varios artículos sobre el carácter obligatorio de la ley de Dios y las bendiciones prometidas a los que obedecen. MV 522.2
Después de hablar en la dedicación del Sanatorio de Paradise Valley en San Diego el 24 de abril, Elena de White comenzó a regresar hacia el norte de California vía Loma Linda. La sobrecogieron sentimientos de temor al considerar el viaje a la casa. Sabía que vería con sus propios ojos una destrucción similar a la que había visto en visión. “No quería ver las ruinas de San Francisco —declaró—, y temía hacer una parada en Mountain View” (Id., 19 de julio, 1906), donde la amada Pacific Press había sufrido daños severos. Cuando el tren se acercaba a San José, justo al sur de Mountain View, ese jueves de mañana, 3 de mayo, ella podía ver por todas partes los efectos del terremoto. MV 522.3
Cambiando coches en San José, viajaron los 16 kilómetros (10 millas) a Mountain View. Allí los recibieron en la estación de ferrocarril C. H. Jones, gerente de la Pacific Press, y W. T. Knox, presidente de la Asociación de CaliforniaNevada, con su sede central en Mountain View. El viaje a la Press los condujo a través del pueblo, donde vieron la nueva oficina de correos arrasada y los negocios más grandes totalmente destruidos. Pero “cuando vimos las paredes caídas de la Pacific Press —informó ella—, nos sentimos tristes en el corazón”. Sin embargo, había una razón para regocijarse: “No se perdieron vidas” (MS 45, 1906). MV 522.4