La ciudad fue puesta bajo ley marcial, y se llamó a personal militar para ayudar. Pronto cada hombre en buenas condiciones físicas estaba ocupado en el trabajo de pelear contra las llamas y extraer a los heridos y muertos de entre los escombros. Los primeros visitantes curiosos de más al sur de la península fueron puestos a trabajar. MV 523.4
Continuó el saqueo, especialmente en licorerías y negocios de alimentos. Se les ordenó a los oficiales de policía y soldados que disparasen sin previo aviso a cualquiera que estuviese involucrado en el saqueo o en despojar a los muertos de sus joyas. Durante todo el día miércoles reinaron el terror y la confusión. Los teléfonos estaban cortados, los cables telegráficos estaban caídos, las líneas de ferrocarriles eran inoperantes. Miles buscaron refugio en las ciudades y pueblos menos castigados cruzando la Bahía hacia el este; ferries atestados hicieron un trabajo heroico al trasladar a la gente. Desde estos pueblos comenzaron a llegar al mundo exterior las noticias de la magnitud de la catástrofe. MV 523.5
Durante la noche el cielo estaba iluminado con el resplandor del incendio, y los que estaban en los parques sin abrigo se sentían confortablemente entibiados gracias al calor del infierno. La comida era escasa y, cuando era disponible, en muchos casos era muy cara. Cuando los vientos cambiantes extendieron el incendio en todas las direcciones, los negocios de alimentos, en poder de la policía y del personal militar, fueron totalmente abiertos y pronto quedaron vacíos; en cierta medida esto mitigó la emergencia de alimento. MV 524.1