Hemos viajado mucho y hemos visto a muchos ir de un lugar a otro, del este al oeste, a Europa y de regreso nuevamente, viajando por todo el mundo. ¿Qué perseguían? Querían prolongar sus vidas. Vimos a un pobre individuo que sufría por causa de una grave aflicción, de una gran angustia. Tenía un enorme tumor en su cabeza, lo que hacía que esta se inclinara hasta el pecho. Creía SE1 211.2
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Sermón presentado en Prahran, Australia, el domingo 18 de febrero de 1894. Manuscrito 12, 1894. en Jesús, pero decía: «Denme algo para prolongar mi vida». Aún en su sufrimiento y en su aflicción, mostraba una gran tenacidad para aferrarse a la vida. Deseaba vivir. Tratamos de hablar con él respecto a la vida que se equipara a la vida con Dios, la vida que está en armonía con la vida de Jehová. Es una vida sin suspiros y sin pecado, una vida sin duelo, sin enfermedades, sin aflicción y sin el temor de la muerte. ¡Qué vida es esa! Bien, aquí están las condiciones para obtener esa vida. Esta es la vida eterna: conocer al Dios vivo y verdadero, y a Jesucristo, a quien ha enviado.
¿Por qué, entonces, el mundo no ha sido llenado con la gloria de Dios? ¿Por qué no encontramos a seres humanos que tengan como propósito y objetivo conocer a Dios y conocer a Jesucristo, a quien él ha enviado? ¿Por qué no se ve que los padres se lo ordenen a sus hijos? ¿Por qué en las generaciones pasadas los padres no instruyeron a sus hijos para que mostraran haber sido enseñados, disciplinados y educados para que las primeras lecciones que enseñaran a sus hijos fueran lecciones concernientes a Dios y a Jesucristo, a quien él ha enviado? Tienen que conocer esto o nunca sabrán lo que es la vida eterna. SE1 212.1