¡Oh, estoy tan agradecida de mi Salvador! Estoy muy agradecida porque sirvo a Alguien que es grande en poder, que me ayudará en toda emergencia. Él nos dice: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo». Pues bien, si tenemos a Cristo a nuestro lado para ayudarnos, ¿cuánto puede él ayudar a quien se dedica a fumar su pipa al punto de que no puede pensar en nada más? Que Dios nos ayude a limpiar el templo del alma de sus impurezas. Que Dios nos ayude para que podamos darle una ofrenda desprovista de toda mancha física, mental o moral. Pues, «ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podrán servir a Dios y a las riquezas”. Como ven, el problema ha sido sopesado por Dios, y el resultado es que él requiere todo de nosotros. SE1 229.1
Cuando el intérprete de la ley realizó aquella pregunta tan concreta, Cristo no dejó de responderle. ¿Qué le dijo?: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente?». Luego añadió: «Y a tu prójimo como a ti mismo». Aquí aparecen los primeros cuatro mandamientos que revelan el deber del hombre hacia Dios. Debe rendirle adoración suprema a Dios. Luego, debe amar a su prójimo como a sí mismo. ¿Quién observa los mandamientos? ¿Quién los guarda? ¡Ojalá que Dios nos ayude a reconocer cuántos de nosotros somos transgresores de los mandamientos, y estamos robando a Dios los dones, los preciosos dones que él nos ha dado! SE1 229.2
Jesús vino a conceder poder moral al ser humano a fin de que pueda vencer cada pecado, a fin de fuera vencedor mediante el mismo Cristo. El hombre no puede hacerlo por sí mismo, pero Jesús proporciona el poder moral para combinarlo con el esfuerzo humano. Así el hombre podrá obtener la victoria al estar en un posición ventajosa en unión con Dios. Que Dios nos ayude para que poseamos esa gracia y poder divinos, y seamos partícipes de la naturaleza divina, para que venzamos la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones. SE1 229.3
«Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?» (Mat. 6: 25). ¿No deberíamos educar y enseñar a nuestros hijos a conservar su salud, manteniéndose con una mente sana en un cuerpo sano? ¿No es la salud de mayor importancia que el placer de los adornos personales, o la satisfacción de alguna variedad de comida? ¿No es más importante que platos sin fin para la mesa, con especias, encurtidos, condimentos, vino, cerveza y postres? Deseo saber, ¿en verdad necesitamos estas cosas? SE1 229.4
La cocinera no tiene tiempo para leer su Biblia. Ustedes dicen: Yo contrato una cocinera. ¿Acaso no tiene ella un alma como ustedes? Un alma que salvar, y es deber de ustedes educarla y enseñarla a buscar a Dios en la mañana y en la noche, y a vivir de tal manera que pueda tener la oportunidad de leer su Biblia. La gente le roba a Dios el tiempo que debía dedicar a su servicio debido a las rebuscadas comidas para satisfacer el apetito, el gusto y las pasiones; así como por los afanes de sus vidas. No tienen tiempo de visitar a sus vecinos para enseñarles la forma en que pueden amar a Jesús y cómo él los ama a ellos. SE1 230.1