¿Los vio a ustedes impartiendo la luz y el conocimiento de él? ¿Los observó criando a sus hijos en la disciplina y el temor del Señor? ¿Los encontró preparando a esos pequeñitos para la corona de gloria inmortal? ¿Colocarán ustedes las manos de ellos en las manos de Jesucristo? ¿Los educarán para que alcancen la norma del mundo, para que hagan como el mundo hace, para que practiquen las costumbres y sigan las modas de esta época degenerada? ¿Modas que siempre están cambiando, y que siempre están engullendo dinero, dinero y más dinero? Los pobres carecen de comida y hay jóvenes a quienes ustedes podrían educar e instruir. SE1 231.3
Nuestras casas deberían ser hogares agradables para nuestros hijos. Quiten las cortinas que ocultan la luz del sol y el aire puro del cielo, colocadas para que no se dañen los hermosos cuadros y las alfombras. Dejen que los muebles se dañen. ¿No es mejor dejar que los ajuares de la casa se deterioren, que permitir a los niños obtener una educación callejera adquiriendo los apetitos y pasiones de esta época degenerada? ¿Cosas que manchan el alma y que pueden producir una cicatriz que nunca podrá ser borrada? SE1 231.4
Aquí están los seres humanos. Las probabilidades y las posibilidades están al alcance de ellos para que desarrollen un carácter para la vida futura e inmortal, de manera que el Señor pueda decir: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25: 21). ¿Oh, no sonará eso en nuestros oídos como la música más dulce? «Porque tuve hambre y me dieron de comer; enfermo y me visitaron; desnudo y me vistieron». SE1 232.1
Jesús moraba en sus corazones y mentes. Estaban sirviéndole con tanta dedicación que no tenían idea de que estaban logrando algo maravilloso. No sabían lo que habían hecho. «En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Deseo que los devotos al tabaco calculen cada semana cuánto dedican a su ídolo, el tabaco. Deseo que los bebedores de licor calculen lo que gastan en vino, coñac y bebidas alcohólicas, y luego consideren la suma que podrían estar dedicando a lo que Dios ha comprado. SE1 232.2
Jesús dio su vida para que muchas preciosas almas puedan tener la vida eterna. «Somos colaboradores de Dios”. ¿Qué sacrificios harán ustedes? ¿Qué abnegación mostrarán? Podrá significar una abnegación temporal, pero al fin será la mayor bendición para el alma, el cuerpo y el espíritu que ustedes podrán experimentar. Estamos en deuda con la humanidad. Si poseemos la vida eterna estaremos comprometidos con Dios para mostrar nuestro aprecio por el sacrificio que Cristo ha hecho. Eso equivale a comprar el cielo, a fin de que podamos glorificar su nombre sobre la tierra y ganar almas para la cruz del Calvario, para enseñarlas a entregar sus corazones a Jesucristo; para que representemos a Jesucristo como él representó el amor del Padre. Esta es nuestra tarea en el mundo. SE1 232.3
No estamos aquí para agradarnos a nosotros mismos. Para que luego no le digamos a nuestras familias y a nuestros hijos, lo mismo que he escuchado decir a muchas madres: «No hay sitio para ustedes aquí en la sala. No se sienten en ese sofá que está cubierto con una tela especial. No quiero que se sienten en ese sofá”. Y cuando van a otra habitación: «No queremos oír aquí el ruido que ustedes hacen”. Si van a la cocina la cocinera les dice: «No quiero que me molesten. Salgan de aquí con su alboroto; me importunan y me molestan». ¿Adónde irán a recibir su educación? Obviamente a la calle. SE1 232.4
Padres y madres, tienen una tremenda responsabilidad ante ustedes. ¿Dónde se formaron los borrachos? En sus hogares. Son un fruto del descuido en enseñarles a los hijos los mandamientos de Dios cuando se levantan, cuando se sientan, cuando salen y cuando entran. SE1 233.1