Es el pecado lo que ha hundido y degradado las facultades del alma; pero por medio de la fe en Jesucristo como nuestro Redentor, podemos ser restaurados a la santidad y a la verdad. Todos los que quieran aprender de Cristo deben ser vaciados de la sabiduría humana. El alma debe ser purificada de toda vanidad y orgullo y despojada de todo lo que la ha mantenido en sujeción. Cristo debe ser entronizado en el corazón. La constante lucha interior, como resultado del egoísmo y la suficiencia propia, tiene que ser reprendida, y la humildad y la mansedumbre deben desterrar al egoísmo. SE1 238.1
Me aflige en gran manera ver a hombres y mujeres que profesan el nombre de Cristo, y que, sin embargo, no manifiestan el sentir de Cristo, y creo que se encuentran en un error fatal. Muchos están satisfechos con una simple apariencia religiosa. No tienen un conocimiento práctico de las virtudes de Cristo, tampoco tienen una conexión vital con Jesús. Escuchan la más aguda presentación de la verdad, pero no la aplican a sus propias almas, porque están revestidos con un manto de justicia propia. Cada impresión provechosa es rechazada bajo el pretexto de que ya son cristianos, y que los llamamientos directos y penetrantes no son para ellos. SE1 238.2