Juan, al hablar del engañador que hace grandes maravillas, nos dice que este hará una imagen de la bestia y hará que todos reciban su marca (ver Apocalipsis 13: 14-16). ¿Podrían ustedes, por favor considerar este asunto? Escudriñen las Escrituras y vean. Vendrá un poder engañador, y esto ocurrirá cuando los hombres pretendan poseer la santificación y la santidad, engrandeciéndose más y más, y jactándose de sí mismos. SE1 29.3
Miren a Moisés y a los profetas; miren a Daniel, a José y a Elias. Miren a estos hombres y busquen una sola frase donde ellos hayan pretendido alguna vez estar libres de pecado. Precisamente, el alma que vive en estrecha comunión con Cristo, contemplando su pureza y excelencia, caerá avergonzada delante de él. SE1 29.4
Daniel era un hombre a quien Dios dotó de gran capacidad y conocimiento, y cuando ayunó el ángel vino a verlo y le dijo: «Tú eres muy amado” (Dan. 9: 23). Él cayó postrado delante del ángel. No dijo: «Señor, he sido muy fiel a ti y he hecho todo para honrarte y defender tu palabra y tu nombre. Señor, tú sabes cuán fiel he sido en la mesa del rey y cómo mantuve mi integridad cuando me echaron en el foso de los leones”. ¿Fueron esas las palabras que Daniel oró a Dios? No, él oró, confesó sus pecados y dijo: «Escucha, Señor, y líbrame. Nos hemos apartado de tu palabra y hemos pecado». Y cuando vio al ángel, expresó: «Mis fuerzas se cambiaron en desfallecimiento» (Dan. 10: 8). No pudo mirar el rostro del ángel y no quedaron fuerzas en él. Su fortaleza lo había abandonado. Ahora bien, cuando el ángel volvió, él cayó sobre sus rodillas y no lo pudo mirar. Luego el ángel se le presentó con la apariencia de un hombre, y entonces pudo resistir la escena. SE1 30.1