¿Por qué hay tantos que pretenden ser santos y sin pecado? Pues porque están muy lejos de Cristo. Yo nunca me he atrevido a pretender algo semejante. Desde que tengo catorce años, una vez que conocí la voluntad de Dios he estado dispuesta a hacerla. Ustedes nunca me han oído decir que yo no tengo pecado. Los que logran percibir el gran amor y el exaltado carácter de Cristo Jesús, que era santo y noble y cuya estela llena el templo, nunca dirán que son santos. Sin embargo, cada año nos encontrarnos con personas que dicen tales cosas y mucho más. SE1 30.2
Una señora me visitó en la ciudad de Oakland, me echó los brazos al cuello y me dijo: «Usted es una hija de Dios, pero yo estoy santificada, yo soy santa; deseamos que usted se una a nosotros”. Busqué mi Biblia y le mostré lo que dice. Entonces le dije: «Imagine que usted les dijera a sus hijos: “Ustedes no necesitan guardar los mandamientos de Dios, ustedes son santos. Todo lo que necesitan hacer es decir que aman a Cristo, no es necesario que crean que tienen que hacer algo, sencillamente digan: “amo a mi padre y a mi madre”. ¿Cuáles serían los resultados? Si ustedes no están en armonía con la ley de Dios, no hay mucho que investigar: Si su carácter no está en armonía con la ley de Dios, no está en armonía con el cielo; aún así, ustedes podrían afirmar que son santos y sin pecado”. SE1 30.3
En los días de Lutero, algunos se le acercaron y le dijeron: «No queremos tu Biblia, más bien queremos el Espíritu”. Lutero les contestó: «Yo golpearé el espíritu de ustedes en la nariz». Por grandes que sean sus pretensiones, no son hijos de Dios. SE1 30.4
Recuerdo que hace treinta y seis años yo estaba en Nueva York, en la casa del hermano Abbey. Llegó un hombre con un paraguas en la mano, se puso de pie y dijo: «Yo soy el Cristo”. Yo había visto a Cristo, y le dije: «Señor, usted no tiene parte con Cristo. Si usted fuera Cristo nunca hubiera pronunciado esa frase». El hombre levantó el paraguas para golpearme, pero mi marido se interpuso, y le dijo: «Señor, ¿qué va usted a hacer?». Él dijo: «Yo soy el Cristo, y voy a imponer la voluntad del Señor sobre aquellos que pongan en tela de juicio sus declaraciones». SE1 31.1
Conocí otro hombre en Santa Elena que se jactaba de no haber pecado en seis años. Y uno de su propio grupo me dijo: «No lo invitaré de nuevo a mi casa; es un déspota, viene a mi casa y dice: “Tengo tanto derecho en esta casa como tú”, y empieza a darle ordenes a mi esposa en todo, y exige que ella esté a su servicio». ¡Y este es el mismo hombre que no había cometido un pecado durante seis años! SE1 31.2
Quiero que entiendan que lo que alguien pretende ser no es evidencia de un carácter recto. Ahora les digo esto porque dondequiera que se haya formado un pequeño grupo, Satanás tratará constantemente de molestar y distraer a sus miembros. Cuando alguien abandona sus pecados, ¿piensan ustedes que Satanás lo dejará tranquilo? Claro que no. Queremos que comprendan plenamente el fundamento de nuestra esperanza. Deseamos que su vida y las acciones de ustedes testifiquen que son hijos de Dios. SE1 31.3
Que haya sencillez, humildad del alma, para que se sepa que ustedes han pasado por la escuela de Cristo. Y cuando él se manifieste en las nubes del cielo, exclamaremos: «¡He aquí, este es nuestro Dios! Le hemos esperado, y nos salvará” (Isa. 25: 9). Entonces a los fieles se les ceñirá la corona de vida y escucharemos la voz del Salvador diciendo: «Bien buen siervo y fiel. [...] Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25: 21-23). ¿Qué? ¿Fieles al pisotear la ley de Dios? No, no. Estos no tienen la marca de la bestia sobre ellos. SE1 31.4
Deseo esa paz que viene por medio de la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Amén. SE1 31.5