La mayor inquietud que podemos tener es la incertidumbre. La aceptación de las bendiciones de Dios produce justicia y paz. El fruto de la justicia es quietud y seguridad para siempre. Debemos tener la sencillez y sinceridad de Dios. Debemos tener esa sabiduría que desciende de lo alto. Nuestra experiencia cristiana ha de ser reanimada por medio de la piedad e impulsada por la vida divina. SE1 261.2
Mis, hermanos, ustedes tienen metas muy pequeñas. Propónganse un blanco elevado. Permitan que sus acciones estén en armonía con las obras de Jesucristo. Es el privilegio de todos crecer hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús. «La voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tes. 4: 3). ¿Es acaso también la de ustedes? Con deseo intenso, suspiren por Dios; sí, deséenlo ardientemente, así como el ciervo brama por las corrientes de las aguas. Prosigan a la meta del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. SE1 261.3
¿Por qué no se revisten de Cristo todos los que se llaman por su nombre? ¿Por qué no despiertan de su indiferencia, despiertan del estado de tibieza, de su condición de satisfacción propia? El pueblo de Dios debe tener un propósito fijo. Nunca serán santos, hasta que decidan con todas las fuerzas de su ser someterse a la voluntad de Dios. SE1 262.1