«En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo. Será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen inscritos en el libro” (Dan. 12: 1). Que todos se pregunten: «¿Está mi nombre inscrito en ese libro?». No piensen en sus hermanos y hermanas, temiendo que no están listos, piensen en ustedes mismos. Deben saber en qué situación se encuentran, saber que Cristo, la esperanza de gloria, mora en ustedes. Necesitan estar continuamente cantando, y cuando lo hagan dejarán de criticar. Si están contemplando a Jesús, no tendrán tiempo para nada más. Y si miran su rostro, él se reflejará en el de ustedes. Todo el llorar y el gemir de ustedes está deshonrando a Dios, porque «el que ofrece sacrificios de alabanza me honrará”. SE1 268.1
Enfrentarán pruebas en sus iglesias porque hay murmuradores, quejosos y criticones en ellas. Sigan adelante con entusiasmo. Cuando el hermano Irvin y el hermano Haskell regresen a Estados Unidos, enfrentarán pruebas allá. No permitan que sus almas se abatan, o que los colme el desánimo. Más bien, sigan adelante, firmes en Jesucristo, manteniendo sus ojos fijos en la corona de vida que Cristo, el juez justo, les dará en aquel día. SE1 268.2
Manténganse alabando a Dios, y cuando el diablo los tiente, canten. Cuando Cristo era niño fue tentado en toda forma. ¿Qué hizo? Cantó salmos, y alabó a Dios, y hubo música en su voz. Los corazones y las mentes de todos los que lo escucharon fueron impresionados. Él quiere que ustedes mantengan su vista en el cielo, pues el cielo está mucho más cerca de lo que piensan. Los santos y ungidos de Dios están al lado de ustedes, y aquí está su iglesia, el más grande objeto de su amor que jamás ha existido. Él cuida de todos nosotros. SE1 268.3
Lo amo porque él me amó primero. Lo amo porque dio su vida por mí. Deseo que Dios no me permita acobardarme. Cuando los hijos de Israel salieron a pelear, Dios les dijo que cantaran, y tan pronto como empezaron a hacerlo sus enemigos huyeron, porque vieron ante ellos a todo el ejército del cielo. Pensaron que serían destruidos y huyeron. Dios desea que derrotemos al enemigo. Oremos como nunca antes hemos orado. No oramos ni la mitad de lo necesario. Deberíamos orar y celebrar reuniones regulares de alabanza. Que Dios les bendiga, y que el Espíritu de Dios esté con ustedes. SE1 268.4