«Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mat. 6: 24). Si centran sus pensamientos en el mundo, ustedes se convertirán en mundanos; no podrán evitarlo, sino que lo serán. Pero si entretejen en sus vidas los principios del cielo, manteniendo la atención fija en Cristo, estarán preparados para la compañía de los ángeles. Recuerden que Dios quiere que introduzcan a Cristo en toda transacción comercial, al igual que en la iglesia. Desea que demos testimonio de que en un mundo corrompido por el pecado, los seres humanos pueden vivir sin mancha de mundanalidad. Quiere que mostremos que nos hemos colocado bajo el estandarte ensangrentado del príncipe Emanuel. No nos dice que la senda al cielo sea un camino sin obstáculos. Nos lleva a una posición elevada y nos muestra los poderes de las tinieblas que están alineados en orden de batalla contra nosotros. Sin embargo, él nos enseña que hay más que hombres peleando del lado de la justicia. «Confiad”, dice, «yo he vencido al mundo” (Juan 16: 33). SE1 282.1
Después de afirmar que no es posible servir a dos señores, Cristo señala: «No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?» (Mat. 6: 25). Lo que necesitamos es el manto de la justicia de Cristo. Él afirma que quitará nuestros pecados y nos cubrirá con su justicia. SE1 282.2