Cierren las ventanas del alma que dan hacia el mundo y abran ampliamente las que miran al cielo. Si permiten que los brillantes rayos del Sol de Justicia inunden el templo del alma, no estarán enfadados o irritados en sus hogares. Si descartan el tabaco, el licor y todo lo que conduce a la intemperancia, el Señor los ayudará a estar alegres y tranquilos. Él no quiere que nos alimentemos con carne de animales. Tiene algo mejor para nosotros: los frutos y los granos. Quiere que seamos estrictamente temperantes. Desea que enseñemos a nuestros hijos a ser temperantes, a practicar la abnegación. SE1 283.4
Tracemos sendas de rectitud para nuestros pies, para que los cojos no se salgan del camino. Si permitimos a nuestros hijos asociarse con compañeros impíos, serán transformados por la contemplación. Perderán la capacidad para aborrecer el mal. Hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para mantenerlos alejados del mal que hay en el mundo. Hace algunos años, mientras remábamos en el lago Goguac con mi esposo, vimos un hermoso lirio. Le pedí a mi esposo que me lo alcanzara, y que lo arrancara con el tallo más largo posible. Lo hizo así, y yo lo examiné. En el tallo había un canal a través del cual fluían los nutrientes adecuados para el desarrollo del lirio. Tomaba estos nutrientes rechazando la suciedad de la que estaba rodeado. Muy por debajo de la superficie estaba conectado con la arena, y de allí extraía el sustento que le permitía desarrollar su hermosura. SE1 283.5
Cristo dice: «Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos” (Mat. 6: 28, 29). Ningún artista puede producir los hermosos matices que Dios puso en las flores. «Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (Mat. 6: 30). SE1 284.1
La naturaleza es nuestro libro de texto. Cristo usó los objetos de la naturaleza para grabar la verdad en las mentes de sus oyentes. Señalemos a nuestros hijos estas cosas. Cuando estén impacientes y enojados, llévenlos al jardín y enséñenles las lecciones encontradas en las flores y en las frutas. SE1 284.2
«No os angustiéis, pues, diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” [...], vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal” (Mat. 6: 31-34). SE1 284.3
Hagamos todo lo posible para mostrar a nuestros hijos que hay un cielo que ganar y un infierno que rehuir. Enseñémoslos a luchar por la vida eterna, recordando que no los ayudamos al regañarlos. Esto despierta las peores pasiones del corazón humano. Hagan de su hogar un ambiente placentero. Sean amables y bondadosos, pero al mismo tiempo, sean firmes al exigir obediencia. SE1 284.4
He criado a niños que habían sido declarados incorregibles. Nunca los azoté. Gané su amor y su confianza. Sabían que no les pediría que hicieran nada que no fuera para su bien. No los azoté, pues sabía que eso no los enderezaría. La oración fue mi fortaleza. Críen a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor, y los habrán preparado para la obra de la iglesia, los habrán hecho aptos para salir a los campos misioneros, los habrán preparado para brillar en las atrios del Señor. SE1 284.5
Padres, no traten de seguir las siempre cambiantes modas de esta época degenerada. Eso no aprovecha. En el día final Dios les preguntará: «¿Dónde está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey?” (Jer. 13: 20). ¿Cómo ustedes le responderán si han traicionado su confianza? Les ruego por el amor de Cristo, que cuiden a sus hijos. No se enojen ni los impacienten. Ayúdenlos a pensar en cosas agradables. SE1 285.1
Cristo dio su vida por nuestros hijos y por nosotros, porque desea que formemos caracteres semejantes a la imagen divina. Desea que entremos por las puertas a la Santa Ciudad y que escuchemos de los labios divinos la bendición: «Bien, buen siervo y fiel. Entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25: 23). ¿No desean ustedes escuchar esas palabras? Luchen con todas las fuerzas que Dios les ha dado para obtener la corona de vida eterna, para que puedan echarla a los pies del Redentor y tocando el arpa de oro puedan llenar el cielo con una bella música. Que Dios los ayude a obtener la vida eterna para que ustedes puedan contemplar su faz. SE1 285.2