Ezequiel escribe de nuevo: (se cita Ezequiel 28: 1-26). SE1 336.2
El primer pecador fue uno a quien Dios había exaltado grandemente. Es representado bajo el simbolismo del príncipe de Tiro, quien ostentaba gran poder y opulencia. Poco a poco Satanás fue complaciendo el deseo de glorificación propia. Las Escrituras dicen: «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor”. «Tú que decías en tu corazón [...] junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono [...] seré semejante al Altísimo» (Isa. 14: 13, 14). Aunque toda su gloria provenía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como algo propio. No contento con su posición, aunque era honrado por encima de la hueste celestial, se atrevió a codiciar un homenaje que solo corresponde al Creador. En vez de procurar que Dios fuera supremo en el afecto y en la lealtad de todos los seres creados, procuró conseguir para sí mismo ese servicio y esa lealtad. Y al codiciar la gloria que el Padre infinito había conferido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiró a un poder que únicamente le pertenecía a Cristo. SE1 336.3
El usurpador continuó justificándose a sí mismo hasta el final del conflicto en el cielo. Cuando se anunció que junto con todos sus seguidores sería expulsado de las moradas de gloria, entonces el caudillo rebelde atrevidamente expresó su desprecio por la ley del Creador. Condenó los estatutos divinos como una restricción de la libertad de sus seguidores y declaró que era su propósito conseguir que la ley fuera abolida. Satanás y su hueste echaron toda la culpa de su rebelión a Cristo, declarando que si no hubiesen sido censurados, jamás se hubieran rebelado. SE1 336.4
La rebelión de Satanás habría de ser una lección para el universo a través de todos los siglos venideros, un testimonio perpetuo de la naturaleza y de los terribles resultados del pecado. La implementación del gobierno de Satanás, sus efectos tanto sobre la humanidad como sobre los ángeles, demostrarían cuál es la inevitable consecuencia que conlleva rechazar la autoridad divina. Testificarían que el bienestar de todas las criaturas de Dios depende de la existencia del gobierno divino y de su ley. Así el registro de este terrible experimento de rebelión habría de ser una salvaguardia perpetua para todos los seres santos inteligentes, a fin de impedir que fueran engañados en cuanto a la naturaleza de la transgresión, librarlos de pecar y sufrir su castigo. SE1 336.5
Dios puede retirar de los impenitentes su maravillosa misericordia y amor en cualquier momento. ¡Ojalá los seres humanos pudieran considerar cuál será el resultado inevitable de su ingratitud hacia Dios y de su menosprecio a la dádiva infinita de Cristo para nuestro mundo! Si continúan amando la transgresión más que la obediencia, las actuales bendiciones y la gran misericordia de Dios que ahora disfrutan, pero que no valoran, finalmente se convertirán en la causa de su ruina eterna. Cuando ya sea demasiado tarde para que ellos puedan ver y comprender lo que han tratado como algo baladí, sabrán qué significa estar sin Dios y sin esperanza. Entonces entenderán lo que han perdido por elegir ser desleales a Dios y mantenerse en rebelión contra sus mandamientos SE1 337.1
En su gran misericordia, Dios ha dado palabras de aliento a los hijos de los hombres. A todos los que se arrepienten y se vuelven a él, les ofrece perdón abundante. El arrepentimiento por el pecado es la primicia de la obra del Espíritu Santo en la vida. Es el único proceso por el cual la pureza infinita refleja la imagen de Cristo en sus súbditos redimidos. En Cristo habita toda plenitud. Él nos enseña a estimar todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor. Este conocimiento es la ciencia más elevada que ser humano alguno pueda alcanzar. Es la suma de toda verdadera ciencia. Cristo declaró: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17: 3). SE1 337.2
Ha llegado el momento cuando los justos deben entender que los juicios de Dios caerán sobre todos los que transgreden su ley, y que aquellos que caminan humildemente con él triunfarán con santo gozo. Así como Jehová es santo, él exige que su pueblo sea santo, puro, inmaculado, pues sin santidad nadie verá al Señor. Los que lo adoran con sinceridad y verdad serán aceptados por él. Si los miembros de iglesia eliminan todo culto al yo y quieren recibir en su corazón el amor a Dios y el amor por los demás que colmó el corazón de Cristo, entonces nuestro Padre celestial manifestará constantemente su poder a través de ellos. Unanse los hijos de Dios con las cuerdas del amor divino. Entonces el mundo reconocerá el poder de Dios que obra milagros, y reconocerá que él es la Fortaleza y el Ayudador de su pueblo que guarda sus mandamientos. SE1 337.3