Fui a una reunión en Oakland y les dije que podía quedarme solamente un rato, decir lo que tenía que decir, y luego me iría a casa. Había alguien que quería confesar a sus hermanos que se había inmiscuido en asuntos mundanos y que ahora reconocía su error. Yo sentía que me sobrecogía un gran peso y me quedé hasta las tres de la mañana; pero agonizamos con Dios en oración hasta que obtuvimos la victoria. SE1 61.2
No sabemos cómo orar ni aun a medias. No sabemos cómo conseguir la victoria. Si tan solo viniéramos a él y supiéramos cómo orar, nuestro corazón se ablandaría y veríamos la bendición de Dios y llegaría a suavizarse por el amor de Cristo. Cuando el amor de Cristo está allí, entonces podremos hacer cualquier cosa. Sin embargo, ha sido el plan de Satanás mantener el amor de Cristo alejado de nuestros corazones. El problema es que hay demasiadas ceremonias y formalismo. Lo que necesitamos es el amor de Cristo, amar a Dios por encima de todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando lo hagamos, habrá un quebrantamiento como los muros de Jericó delante de los hijos de Israel. Pero ¡hay tanto egoísmo y deseo de supremacía en nuestras filas! Eso es lo más doloroso. Lo vemos por todas partes. SE1 61.3
Deseo decirle a mis hermanos, ¿humillaremos nuestros corazones delante de Dios y nos convertiremos? ¿Nos quitaremos toda suficiencia y exaltación propia y descenderemos al pie de la cruz? Cuanto más bajo nos encontremos al pie de la cruz, mejor podremos contemplar a Cristo. Pero tan pronto como empezamos a exaltarnos y a creernos que somos algo, la visión de Cristo se oscurece más y más y Satanás interviene para que no podamos ver a Jesús en absoluto. Lo que necesitamos es venir y habitar a la vista de la cruz. SE1 61.4