LA OBRA EDUCATIVA es una tarea compartida. Los que han acudido a esta escuela con el ferviente de seo de superarse con la ayuda de Dios, pueden tener la seguridad de que alguien que es poderoso se unirá a ellos y les enseñará el camino del Señor. Pero aquellos que han venido aquí para entretenerse, que no enfocan sus mentes en la tarea de obtener una correcta educación, perderán mucho. Errarán por completo el blanco. SE2 173.1
Estamos formando para el cielo, para la escuela superior. Esperamos ver a un nutrido grupo de obreros formados en esta escuela, que ganarán almas para Cristo como colaboradores de Dios, debido a su gran empeño en esparcir el conocimiento de la verdad. Ese fue el propósito de Daniel y leemos que Dios le concedió conocimientos y entendimiento e inteligencia en todas las ramas del saber. SE2 173.2
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Fragmentos de una charla presentada en la inauguración del College Hall, en Avondale, Australia, el 13 de abril de 1899. Manuscrito 66, 1899.
La luz debe esparcirse por todas partes hasta llegar a Queensland y más allá, a Sydney y a Melbourne. Si todos los alumnos se centran en el objetivo, proponiéndose que harán de su vida lo que Dios determinó que fuera, recibirán abundante luz y ricas bendiciones. Dios desea que los alumnos reciban una educación que les permita ver las posibilidades y probabilidades que están a su alcance, para que vean lo que pueden llegar a ser cooperando con el gran Maestro. SE2 174.1
Él dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga». Ustedes podrían estar yendo de acá para allá en busca de entretenimiento y diversión, pero cuando ya lo hubieran encontrado, ¿qué felicidad duradera obtendrían de ello? Cristo dice: «Venid a mí y hallareis reposo”. Esta promesa fue pronunciada por labios que jamás mienten. Tenemos una positiva certeza de que al acudir a Cristo encontraremos descanso. Cada alumno podrá encontrar ese reposo si entrega al Salvador todos sus talentos. SE2 174.2
Alumnos, ustedes pueden ser servidores de Dios. Tienen a su alcance la obtención de la inmarcesible corona de vida. Ponganse metas elevadas. En lugar de dedicarse a frivolidades y a charlas vacías, que sus palabras sean constructivas, que sean una bendición para todos los que las escuchen. Matricúlense en la escuela de Cristo. Aférrense sólidamente a él que es poderoso para alzar en favor de ustedes un estandarte en contra del enemigo. Cierren las ventanas del alma que dan hacia el mundo, en contra de la contagiosa atmósfera de la duda, y abran las que dan al cielo, para que los brillantes rayos del Sol de Justicia brillen sobre ustedes. SE2 174.3
Dios ama a los niños y a los jóvenes. Él bendijo ricamente a José en Egipto. Él desechó a Elí porque había sido descuidado en educar a sus hijos en los caminos de obediencia, y le comunicó al niño Samuel lo que le sucedería a Israel a causa de su maldad. Hace falta que cada alumno esté en comunión con Dios. Cada alumno debe saber lo que significa ser enseñado por el Espíritu Santo. SE2 174.4
Dios anhela que ustedes acudan a él por fe, y que ustedes esperen grandes cosas de su parte. Desea ardientemente darles entendimiento tanto en las cosas temporales como en las espirituales. Él puede mejorar su intelecto y concederles a todos ustedes tacto y simplicidad. Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios y a cambio él espera que nos postremos a sus pies. Él aceptará esa ofrenda y santificará todas nuestras capacidades mentales y físicas. SE2 174.5
Alumnos, no defrauden a su Creador. No piensen que han venido a esta escuela a hacer todo lo que les plazca. No permitan que sus mentes se llenen de liviandad y trivialidades. Manténganse en los canales de la luz. Conságrense a Dios. Él aceptará a todos los que abandonen sus acciones malvadas. Los padres de ustedes observan su progreso con un marcado interés. No los defrauden. Contribuyan a la alegría de ellos actuando del mejor modo posible. Hagan pacto con Dios con sacrificio. Él aceptará sus ofrendas y los convertirá en vasos de honra. SE2 175.1
[Fragmentos de un discurso presentado en la iglesia de Avondale, el 25 de marzo de 1899.] SE2 175.2
«Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto. No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» [Rom. 12: 1, 2]. SE2 175.3
El Señor nos dice esto porque él sabe que es para nuestro bien. Él edificará un muro nuestro alrededor para evitar que cometamos transgresiones, de manera que su bendición y amor se nos concedan en forma abundante. Ese es el motivo por el que hemos establecido una escuela aquí. El Señor nos instruyó diciendo que este era el lugar en que debíamos ubicarnos, y tenemos motivos para pensar que estamos en el sitio apropiado. Hemos recibido la confirmación como escuela, y necesitamos reconocer que el Espíritu Santo, que es una persona así como Dios es una persona, se pasea por este recinto, sin ser visto por ojos humanos; que el Señor es quien nos cuida y nos protege. Él está al corriente de cada palabra que pronunciamos y de cada uno de nuestros pensamientos. SE2 175.4
Nadie será forzado a entrar al reino de los cielos. Los que no deseen entrar lo pondrán de manifiesto mediante sus acciones. Hemos fundando una escuela aquí porque deseamos entrar a ese reino y hemos invitado a los jóvenes para que acudan. Deseamos que sean educados y formados correctamente, que aprendan lo que necesitan con el fin de mantener aguzados sus intelectos. Cuando observamos el mundo, vemos que la iniquidad abunda. Se puede ver muy poco de las cosas de Dios y del cielo. Deseamos llevar a nuestros hogares todo lo que podamos del cielo, a nuestras iglesias, a la escuela; y deseamos que el Señor no halle perversidad en nosotros, nada de terquedad, ni desobediencia. SE2 175.5
Dios nos ha dado talentos a cada uno de nosotros para que los desarrollemos. A algunos les ha dado diez talentos; a otros dos; y a otros solamente uno. Él espera que utilicemos en forma prudente lo que nos ha concedido. Al ejercitar nuestros talentos los mismos pueden perfeccionarse, y al mejorar se nos darán más para que los sigamos multiplicando. SE2 176.1
Debemos esforzarnos al máximo para que con nuestra inteligencia, nuestro cuerpo y toda el alma podamos servir a Dios de la mejor manera posible. Cuando el doctor de la ley le preguntó a Cristo qué debía hacer para obtener la vida eterna, Cristo dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Le dijo: “Bien has respondido; haz esto y vivirás”» [Luc. 10: 26-28]. SE2 176.2
Debido a que nuestro mayor deseo es que ustedes aprendan de Dios y de su ley es por lo que hemos establecido una escuela aquí, y los alumnos han de entender que deben ser obedientes. Deben someterse a las reglas y normas de la escuela. Tan pronto como insistan en introducir en la escuela prácticas que la institución ha decidido desechar, esos alumnos deben ser separados de la institución debido a su falta de acuerdo en realizar ese esfuerzo. No hemos tomado prestadas cientos de libras esterlinas para establecer una escuela aquí, con el fin de atraer alumnos que lleven a cabo prácticas incorrectas. SE2 176.3
Ningún jovencito debe pensar que porque se le ha permitido imponer su voluntad en su casa, que aquí podrá hacer lo mismo. Suponiendo que permitiéramos que los alumnos llegaran e hicieran como les plazca, ¿qué escuela tendríamos entonces? ¿Cómo podríamos adiestrar a hombres y mujeres para que sean misioneros? Cada alumno que ingresa a esta escuela debe someterse a la disciplina de la institución. Aquellos que rehúsen obedecer las normas pueden regresar a sus casas. SE2 176.4
Deseamos vincular a los alumnos a nuestros corazones mediante lazos de amor y bondad, pero también mediante disciplina. El amor y la bondad no tienen valor alguno a menos que se unan a la disciplina que Dios ha dicho debe ser aplicada. Hacemos un llamado a todo alumno que conozca a Dios, para que ejerza una influencia de parte del Señor. Deseamos que todos ustedes se unan a las filas del ejército del Señor. Deseamos que militen bajo el ensangrentado estandarte del Príncipe Emmanuel, para luchar con valor en las batallas del Señor. Así que espe-ramos que se ciñan toda la armadura de justica, y que todo aquello por lo que Cristo tanto tuvo que sufrir puedan ustedes alcanzarlo. SE2 176.5
No se dediquen a flirtear en la escuela. No es a eso a lo que ustedes han venido. Estamos aquí con el fin de preparamos para la vida futura, donde podremos ver al Rey en su gloria, y donde disfrutaremos de una vida que se compara a la vida de Dios. Si no vivimos en armonía con la ley de Dios aquí, jamás veremos su faz. Los desobedientes jamás entrarán a la ciudad de Dios. La Palabra inspirada declara: «Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad» [Apoc. 22: 14, RVA]. SE2 177.1
Deseo decir a cada uno de los presentes: «Ustedes pueden ser colaboradores de Dios. Mientras ustedes intentan ayudar y bendecir a los que acuden a la escuela, ustedes se colocan bajo la protección de Dios. Pero quienes ejercen una influencia que incentiva la desobediencia y los vicios, incurren en el desagrado divino. El Señor está al tanto de sus acciones y obrará para que no permanezcan por mucho tiempo en la escuela a menos que se conviertan. No obstante, deseamos ardientemente que se arrepientan. Esperamos que esta escuela sea un lugar donde Dios pueda morar como respuesta a nuestras oraciones”. SE2 177.2
Necesitamos preguntamos: «¿Qué haré para heredar la vida eterna?». Cristo entregó su propia vida para que los transgresores de la ley no sufrieran su penalidad; para que como Redentor nuestro, pudiera estar delante del Padre con sus horadadas manos en alto diciendo: «Carguen sobre mí sus pecados. Me hago responsable por ellos. Llevaré sus transgresiones. Las llevo grabadas en las palmas de mis manos». El pecador puede ser perdonado si acepta a Cristo como su Salvador personal. Solamente existe una condición: aceptar el manto de la justicia de Cristo. SE2 177.3
«Os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto” [Rom. 12: 1]. «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?” [1 Cor. 6: 19, 20]. Cuando esto sea una realidad, esperamos ver el cumplimiento de todas las promesas divinas. «No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» [Rom. 12: 2]. Si seguimos las pisadas de Jesús, seremos un pueblo obediente porque mantendremos abiertas las ventanas del alma que dan al cielo. De esa forma podremos disfrutar de la luz, la paz y el gozo del cielo. SE2 177.4
«Presenten sus cuerpos como un sacrificio vivo [...] que es nuestro verdadero culto». Dios demanda que nos limpiemos de toda impureza de la carne y del espíritu. Si en la escuela hubiera quienes sintiera deseos de deleitarse en los hábitos en contra de los que hemos estado luchando durante los últimos treinta años, les diríamos: «Ustedes están aquí para aprender a abandonar todo aquello que destruya su vitali-dad, o para abandonar la escuela». El Señor de los cielos registra todo acto engañoso. Cuando los hijos de Israel llegaron a Hai, atacaron a esa ciudad confiando por entero en sus propias fuerzas. Pero el registro dice que huyeron ante los hombres de Hai, «por lo cual el corazón del pueblo desfalleció y se volvió como agua» [Jos. 7: 5]. SE2 177.5
Josué se sintió profundamente descorazonado ante aquella calamidad. Cayó sobre su rostro y dijo: «¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en manos de los amorreos y que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay, Señor! ¿Qué diré, ahora que Israel les ha vuelto la espalda a sus enemigos? Porque los cananeos y todos los habitantes de la tierra se enterarán, nos rodearán y borrarán nuestro nombre de encima de la tierra. ¿Qué harás tú entonces por tu gran nombre? Jehová respondió a Josué: “Levántate! ¿Por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto, el que yo les mandé. También han tomado algo del anatema, y hasta lo han robado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema. No estaré más con vosotros si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo y di: ‘Santificaos para mañana, porque Jehová, el Dios de Israel, dice así: Anatema hay en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros’”» [Jos. 7: 8-13]. SE2 178.1
Los que están siendo educados en esta escuela deberían salir de ella para educar a los demás. Deberían comer, beber y vertirse para la gloria de Dios. No debemos mantener aquí a los que dicen: «A mí que no me vengan con reglas. No pienso cumplirlas”. Esos conviene que ahora mismo se regresen a sus hogares si no están dispuestos a someterse. Que no vayan a creer los maestros que están haciendo un favor a los alumnos al no corregir lo mal hecho. Deberíamos actuar de forma que el Señor no tenga que decirnos: «No estaré más con vosotros si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros”. SE2 178.2