Deseo decirles a los que se preparan para el cielo que en la vida cristiana debemos trabajar en plan de sumar. Si somos fieles al trabajar en este plan Dios trabaja por nosotros en plan de multiplicación. No debemos desviamos de la virtud, o dejar de sentir aprecio o cultivar todas las gracias del Espíritu. Dios nos ha dado extremadamente grandes y preciosas promesas con el fin de que podamos participar de la naturaleza divina. Esas promesas son mencionadas en los siguientes versículos: SE2 248.3
«Por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Si tenéis estas cosas y abundan en vosotros, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo». SE2 248.4
«Añadir a vuestra fe virtud”. SE2 248.5
«Poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud”. SE2 248.6
Que nadie que profese tener fe en Cristo deje de tener virtud. Todos tenemos la obligación de actuar de tal modo que podamos revelar a los demás la virtud del carácter de él. SE2 248.7
Dios nos ha llamado a la gloria y a la virtud. No tenemos razón alguna para amoldamos al mundo: vistiendo, hablando y viviendo como los mundanos. «Él nos ha dado una norma elevada por objetivo. Dios envió al mundo a su Hijo unigénito con el fin de que el hombre alcance esa norma. Cristo realizó un sacrificio infinito a favor nuestro. Cristo puso a un lado su corona y manto reales, revistió su divinidad de humanidad, y vino al mundo para enseñar a hombres y mujeres las leyes de la vida y salvación; leyes que debemos cumplir al pie de la letra con el fin de disfrutar de una vida eterna en el reino de la gloria. SE2 248.8
Satanás aseveró que a los seres humanos les era imposible guardar la ley de Dios. Con el fin de probar la falsedad de ese aserto, Cristo dejó su elevada posición, asumió la naturaleza humana, y vino a la tierra para colocarse a la cabeza de la raza caída, con el fin de demostrar que la humanidad podía resistir las tentaciones de Satanás. Él se convirtió en cabeza de la raza humana, para ser sometido a todo tipo de tentaciones en que la caída naturaleza humana podría ser tentada; para que así él supiera cómo socorrer a todos los que son tentados. En este mundo Cristo resolvió el problema de vivir de acuerdo con la norma de justicia divina. Él fue fiel a la norma de justicia de Dios llevando nuestra naturaleza y obteniendo la victoria sobre Satanás. Él fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. SE2 249.1
Antes de que Cristo viniera en persona a revelar el carácter de su Padre, Satanás pensó que tendría al mundo entero de su lado. Hoy el enemigo está todavía apostando al juego de la vida con todos. Él intenta sembrar la disensión y la división. Ahora bien, si somos partícipes de la naturaleza divina permaneceremos unidos como un todo. No pensemos que nuestras iglesias pueden disfrutar de la bendición de Dios mientras se encuentren en un estado de desunión. En este mundo debemos ser representantes de Cristo. Él nos ha llamado a la gloria y a la virtud. Así como él representó al Padre, nosotros debemos representarlo a él ante el mundo, porque al actuar así estamos representando al Padre, que está en todo lugar para ayudar donde se necesite auxilio. SE2 249.2
Tenemos una gran tarea que realizar a favor del Maestro. Después que Jesús sacrificó tanto a favor nuestro, dando su vida por nuestra salvación, ¿permitiremos que él se sienta avergonzado de nosotros a causa de nuestra actitud? SE2 249.3
Cristo nos concede su virtud para glorificar a Dios. Él desea que ascendamos a un nivel superior. Estaremos comiendo la carne y bebiendo la sangre del Hijo de Dios cuando mediante una fe viva nos aferremos al poder de un Cristo vivo; cuando supliquemos sus infalibles promesas y las reclamemos como nuestras; cuando procuremos el poder del Espíritu Santo. Cristo dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él»; «Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» [Juan 6: 56, 63]. SE2 249.4