1. Consejos a médicos y enfermeros. El Señor me ha instruido para que presente los pasajes bíblicos que siguen a los médicos: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más[...] Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tes. 4:1, 3). “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:6-8). CMM 41.1
Los médicos se encuentran en un lugar en el que experimentarán tentaciones peculiares. Si no están preparados para soportar las tenta-ciones mediante la práctica de los principios de la verdad, fracasarán cuando Satanás los tiente. Hay ministros del evangelio que son dema-siado débiles para resistir la tentación. Puede ser que hayan predicado el evangelio por mucho tiempo y con gran éxito; pueden haber ganado la confianza de la gente; pero, cuando piensan ser fuertes, demuestran que no pueden permanecer solos sin ser vencidos. A menos que gobiernen sus hábitos y sus pasiones, a menos que se mantengan estrechamente al lado de Cristo, perderán la vida eterna. Si los ministros corren ese peligro, los médicos corren un peligro aún mayor. CMM 41.2
Los peligros de los médicos me han sido presentados. Los médicos de nuestros sanatorios no deben pensar que están fuera de peligro. Se encuentran definitivamente en peligro; pero pueden evitar los peligros que los rodean si andan humildemente con Dios, y si cuidan de no ser presuntuosos. “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10:12). Un poder más elevado y más fuerte que el poder humano debe respaldar nuestras instituciones médicas. CMM 42.1
2. Orientaciones y consejos prácticos . Un hombre y su esposa, ambos de edad madura y firmes como una roca en los principios de la verdad, debieran relacionarse con cada sanatorio a fin de actuar como guías y consejeros. La educación de hombres y mujeres en un sanatorio es una obra muy importante y delicada; y a menos que los médicos se preparen constantemente para llevarla a cabo mediante el poder de Dios serán tentados a considerar los cuerpos de las damas con corazón y mente no santificados. CMM 42.2
Con nuestros sanatorios debieran relacionarse siempre mujeres de edad madura, educadas y entrenadas para la obra, que sean competentes para tratar a las mujeres como pacientes. Debieran emplearse, no importa cuál sea el costo; y, si no fuera posible encontrarlas, habría que buscar personas con la disposición y los rasgos de carácter adecuados a fin de educarlas y prepararlas para esta obra. CMM 42.3
3 Los médicos deben ser circunspecto s. Los médicos deben evitar todo comportamiento que pudiera considerarse como libertino en su relación con las damas, casadas o solteras. Siempre debieran comportarse con circunspección. Es mejor que nuestros médicos sean casados, cuyas esposas puedan unirse con ellos en su trabajo. Tanto el médico como su esposa debieran tener una experiencia viviente en las cosas de Dios. Si son cristianos devotos, su obra será tan preciosa como el oro refinado. CMM 42.4
Las almas están siempre en peligro. Aun los médicos casados están sujetos a tentaciones. Algunos han caído en las trampas que Satanás ha preparado para ellos. Nadie está libre de su poder artero y seductor. Algunos están conscientes de su peligro, pero comprenden que Satanás está realizando esfuerzos magistrales para vencerlos, y por medio de la ora-ción ferviente se preparan para cumplir su deber. Mientras se encuentran en este departamento interior -el mundo-, están protegidos por el poder de Dios. Las pruebas los preparan para el conflicto. Son limpiados de pecado en la sangre del Cordero (Consejos sobre la salud, pp. 586-588). CMM 42.5
4. Vida santa. Las personas que se eligen para seguir el curso de enfermería en nuestros sanatorios debieran ser escogidas sabiamente. Las jovencitas de carácter superficial no debieran ser animadas a seguir ese curso. Muchos jóvenes que afirman estar deseosos de seguir el curso médico carecen de los rasgos de carácter que los capacitarían para soportar las tentaciones tan comunes en el trabajo del médico. Debieran ser aceptados únicamente los que se ven con más condiciones de llegar a ser calificados para la gran obra de impartir los principios de la verdadera reforma de la salud. CMM 43.1
Las damas jóvenes que están relacionadas con nuestras instituciones debieran autovigilarse estrictamente. Debieran manifestar reserva tanto en sus palabras como en sus acciones. No debieran manifestar la menor familiaridad cuando hablan con algún hombre casado. Quisiera decir a mis hermanas relacionadas con nuestros sanatorios que se vistan con la armadura. Cuando hablan con los hombres, deben ser bondadosas y corteses pero sin demostrar familiaridad. Hay ojos que las observan, que ven su conducta y que las juzgan a través de ella para ver si en realidad son hijas de Dios. Manifiesten modestia. Absténganse de toda apariencia de mal. Mantengan puesta la armadura celestial. O, en caso contrario, por amor a Cristo, renuncien a su trabajo en el sanatorio, que es el lugar donde las pobres almas naufragadas han de encontrar reposo. Los que se relacionan con estas instituciones deben vigilarse a sí mismos. Nunca, mediante palabra o acción, debieran dar ocasión a que hombres perver-sos hablen mal de la verdad (Ibíd., pp. 592, 593). CMM 43.2
5. Los médicos deben conservar su fuerza . Los médicos no de-ben trabajar en exceso, hasta que se agote su sistema nervioso, porque esta condición del cuerpo no favorecerá la tranquilidad de la mente, los nervios firmes y un espíritu gozoso... CMM 43.3
Todos los médicos debieran disfrutar del privilegio de poder alejarse periódicamente del Instituto de Salud, 1Es el nombre del Sanatorio de Battle Creek en sus primeros días. especialmente los que soportan cargas y responsabilidades. Si hay escasez de ayuda que no permite hacer esto, debiera conseguirse más ayuda. Tener médicos so-brecargados y, por lo tanto, descalificados para realizar los deberes de su profesión, es algo que se debe temer. Debiera prevenirse, si fuera posible, porque su influencia va contra los intereses del Instituto. Los médicos debieran mantenerse en buen estado de salud. No debieran enfermarse debido al exceso de trabajo ni por ninguna imprudencia cometida de su parte (Ibid., pp. 351, 352). CMM 44.1
6. Deben ser temperantes . El médico debe ser una persona estrictamente temperante. Los males físicos de la humanidad son innumerables, y a él le toca tratar con las enfermedades en toda la variedad de sus formas. Muchos de los sufrimientos que se esfuerza por aliviar son el resultado de intemperancia y de otras formas de indulgencia egoísta. Se lo llama a atender a personas jóvenes y a otras de edad madura, que han atraído las enfermedades sobre sí mismas debido al uso del tabaco narcótico. Si es un médico inteligente, será capaz de conectar la enfermedad con su causa; pero, a menos que él mismo esté libre del uso del tabaco, se mostrará reticente a colocar el dedo sobre el problema para explicar fielmente a sus pacientes la causa de la enfermedad. No se preocupará por inculcar en los jóvenes la necesidad de vencer el hábito antes que se vuelva permanente. Si él mismo usa tabaco, ¿cómo puede hablarles de sus efectos malignos a los jóvenes sin experiencia, y no solo sobre ellos mismos, sino también sobre los que los rodean? (Ibíd., pp. 318, 319). CMM 44.2
En esta era del mundo, el uso del tabaco es casi universal. Las mujeres y los niños sufren al tener que respirar la atmósfera que ha sido contaminada por la pipa, el cigarro o el aliento repugnante del fumador. Los que viven en esta atmósfera siempre estarán enfermos, y el médico que fuma siempre está prescribiendo alguna droga para curar las enfermedades que bien podrían remediarse deshaciéndose del tabaco. CMM 44.3
Los médicos no pueden cumplir fielmente sus deberes para con Dios y los hombres mientras estén adorando un ídolo en forma de tabaco. ¡Qué ofensivo es para los enfermos el aliento del fumador! ¡Qué inconsistente es que los hombres que se han graduado de universidades de Medicina y afirman ser capaces de ministrar a la humanidad sufriente constantemente lleven un narcótico consigo a las habitaciones de sus pacientes! Y, sin embargo, muchos mascan y fuman hasta que la sangre se vicia y el sistema nervioso se debilita. Es especialmente ofensivo a la vista de Dios que los médicos que son capaces de hacer mucho bien, y que profesan creer la verdad de Dios para este tiempo, se permitan este hábito repugnante. Las palabras del apóstol Pablo se aplican a ellos: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1). “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1) (Testimonies for the Church, t. 5, p. 440). CMM 44.4
Entre toda la gente del mundo, el médico y el ministro deberían ser las personas que cultiven los más estrictos hábitos de temperancia. El bienestar de la sociedad demanda de ellos una abstinencia total, puesto que su influencia habla constantemente en favor o en contra de la refor-ma moral o del mejoramiento de la sociedad. Pecan voluntariamente si ignoran las leyes de la salud o se muestran indiferentes hacia ellas, puesto que los demás los consideran personas más sabias que la demás gente. Esto es especialmente cierto con respecto a los médicos, a quienes se les han confiado las vidas de los seres humanos. Se espera que ellos no participen de ningún hábito que pudiera debilitar sus fuerzas vitales (Consejos sobre la salud, p. 319). CMM 45.1
Nuestro Salvador dio un ejemplo de abnegación. En la oración por sus discípulos dijo: “Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:19). Si un hombre que asume una responsabilidad tan seria como la de un médico peca contra sí mismo al no ajustarse a las leyes de la naturaleza, cosechará las consecuencias de sus propias acciones y se atendrá a su justa sentencia, de la que no puede haber apelación. La causa produce el efecto; y en muchos casos el médico, que debiera tener una mente clara y aguda, y nervios templados para poder discernir rápidamente y ejecutar con precisión, tiene nervios trastornados y un cerebro enturbiado por los narcóticos. Sus habilidades para hacer el bien son reducidas. Conducirá a otros por el camino donde están yendo sus pies. Centenares seguirán el ejemplo de un médico intemperante, creyendo que no corren riesgos al hacer lo que hace el médico. Y, en el Día de Dios, se enfrentará con el registro de su conducta y será llamado a rendir cuentas por todo lo bueno que podría haber hecho, pero que no lo hizo porque por voluntad propia debilitó sus capacidades físicas y mentales por medio de la indulgencia egoísta (Testimonies for the Church, t. 5, p. 442). CMM 45.2
7. La ostentación no aumenta la influencia. Al ponerse en con-tacto con las clases más altas de la sociedad, que el médico no crea que debe ocultar las características más peculiares que le dan la santifica-ción a través de la verdad. Los médicos que se unen a la obra de Dios deben cooperar con Dios como sus instrumentos escogidos; deben entregar todas sus capacidades y eficiencia para magnificar la obra del pueblo que guarda los mandamientos de Dios. Los que en su sabiduría humana tratan de ocultar las características peculiares que distinguen al pueblo de Dios del mundo perderán su vida espiritual y dejarán de ser sustentados por su poder. CMM 46.1
Nuestros obreros médicos nunca debieran concebir la idea de que es esencial aparentar que son adinerados. Existirá una fuerte tentación a hacerlo, con el pensamiento de que eso les dará influencia. Pero se me instruyó decir que tendrá el efecto opuesto. CMM 46.2
Todos los que procuran exaltarse a sí mismos aviniéndose al mundo dan un ejemplo que es engañoso. Dios reconoce como suyos solo a quienes practican la abnegación y el sacrificio que él experimentó. Los médicos deben comprender que su poder se basa en la mansedumbre y en la humildad de corazón. Dios honrará a los que dependan de él. CMM 46.3
El modo de vestir de un médico, su equipaje, sus muebles, no cuentan para nada delante de Dios. No puede trabajar por medio de su Espíritu Santo con los que tratan de competir con el mundo en vestimenta y apariencia. El que siga a Cristo debe negarse a sí mismo y tomar la cruz. CMM 46.4
El médico que ama y teme a Dios no necesitará exhibirse a fin de distinguirse; porque el Sol de Justicia brilla en su corazón y se revela en su vida, y esto le da distinción. Los que trabajen en las filas de Cristo serán epístolas vivientes, conocidas y leídas por todos los hombres. Por medio de su ejemplo y su influencia, los hombres de riqueza y talento se convertirán de la vulgaridad de las cosas materiales para asirse de las realidades eternas. El mayor respeto jamás mostrado será para el médico que revela que recibe sus instrucciones de Dios. Nada obrará tan poderosamente en favor del avance de la obra de Dios como el hecho de que los que están vinculados con ella permanezcan firmes como siervos fieles. CMM 46.5
El médico encontrará que será para su bien actual y eterno seguir el modo de obrar del Señor. La mente que Dios ha hecho puede moldearla sin el poder del hombre, pero él honra a los hombres pidiéndoles que cooperen con él en su gran obra. CMM 47.1
Muchos consideran que su propia sabiduría es suficiente, y acomo-dan las cosas según su juicio, pensando producir resultados maravillo-sos. Los que están tan absortos con su trabajo que no pueden encontrar tiempo para presentarse ante el Trono de la gracia y obtener consejo de Dios acabarán conduciendo la obra de Dios por canales errados. Nuestra fuerza se encuentra en la unión con Dios a través de su Hijo unigénito y en nuestra unión unos con otros. CMM 47.2
El cirujano más exitoso es el que ama a Dios, que ve a Dios en las obras creadas y lo adora cuando observa la sabia disposición del organismo humano. El médico más exitoso es el que teme a Dios desde su juventud, como lo hizo Timoteo, el que cree que Cristo es su compañero constante, un amigo con el que siempre puede estar en íntima comunión. Está más ansioso por honrar a Dios y asegurarse su aprobación que por asegurarse el patrocinio y el honor de los hombres más grandes del mundo. CMM 47.3
Cada sanatorio establecido entre los adventistas del séptimo día de-biera volverse un Bet-el. Todos los que están relacionados con este ramo de la obra debieran consagrarse a Dios. Los que ministran a los enfermos, los que llevan a cabo operaciones delicadas y graves, debieran recordar que un error del bisturí, un temblor nervioso, puede causar que un alma sea lanzada a la eternidad. No se les debiera permitir que asuman tantas responsabilidades que no tengan tiempo para sesiones especiales de oración. Por medio de la oración sincera, debieran reconocer su dependencia de Dios. Solo a través de un sentido de la pura verdad de Dios que obra en la mente y el corazón, solo a través de la calma y de la fuerza que solo él puede impartir, están calificados para realizar esas operaciones críticas que implican la vida o la muerte para los afligidos. CMM 47.4
El médico que está verdaderamente convertido no acumulará res-ponsabilidades que interfieran con su obra por las almas. Puesto que sin Cristo no podemos hacer nada, ¿cómo es que un médico o un misionero de las filas médicas pueden dedicarse con éxito a esta importante obra sin buscar sinceramente al Señor en oración? La oración y el estudio de la Palabra traen vida y salud al alma. CMM 48.1
El Señor está esperando manifestar su gracia y su poder por medio de su pueblo. Pero requiere que los que se dedican a su servicio estén siempre con la mente puesta en él. Cada día debieran tener tiempo para leer la Palabra de Dios y para orar. Cada dirigente y cada soldado bajo las órdenes del Dios de Israel necesitan tiempo para consultar con Dios y pedir su bendición. Si el obrero accede a alejarse de esto, perderá el poder espiritual. Debemos caminar y conversar con Dios individual-mente; entonces, la influencia sagrada del evangelio de Cristo aparecerá en nuestra vida con toda su belleza. CMM 48.2
En nuestras instituciones debe realizarse una obra de reforma. Los médicos, los obreros, los enfermeros deben comprender que están en un período de prueba, que están siendo procesados por su vida actual, y para esa vida que se mide con la vida de Dios. Debemos poner toda facultad en pleno rendimiento a fin de que las verdades salvíficas cap-ten la atención de los seres humanos sufrientes. Esto debe hacerse en conexión con la obra de sanar a los enfermos. Entonces, la causa de la verdad se erguirá ante el mundo con la fuerza que Dios designó que tu-viese. A través de la influencia de los obreros santificados, la verdad será magnificada. Avanzará “como una antorcha” (Isa. 62: l) (Testimonies for the Church, t. 6, pp. 250-253). CMM 48.3