20 de octubre de 1895, charla en reunión campestre de Armadale, The Bible Echo, 2 y 9 de diciembre de 1895.
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). Permanecer y andar son las lecciones de este texto. Como resultado de permanecer en Cristo, deberíamos caminar como él caminó. La primera lección es permanecer en Cristo. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:4, 5). Cristo dice: “Yo soy la vid verdadera”. Hay muchísimos que profesan ser vides; pero yo soy la vid verdadera, y yo soy la Vid que tiene vida. Nosotros somos los pámpanos. Pero en la Escritura se habla de Cristo como una rama nueva. “Yo traigo a mi siervo, el Renuevo”. “Aquí está el varón cuyo nombre es el Renuevo; él brotará de sus raíces y edificará el Templo de Jehová” (Zacarías 3:8; 6.12). “Subirá cual renuevo delante de él, como raíz de tierra seca: No hay hermosura en él, ni esplendor; le veremos mas sin atractivo alguno para que lo apreciemos” (Isaías 53:2). “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”. Pero la Escritura habla de Cristo mismo como el pámpano (renuevo). Cristo es una rama en relación con Dios para poder ser una vid para nosotros. EPE 27.1
Antes que cualquier pámpano pueda crecer, tiene que haber alguna vida debajo que no se ve. De modo que el pámpano es sólo una raíz que ha aparecido a la vista, pero que para la vida depende de las raíces que obtienen su vida del suelo. Dios es la fuente de todas las cosas; pero él aparece a la vista para los hombres en EPE 27.2
y Cristo, el renuevo, es solo la raíz de Dios, creciendo a la vista para que los hombres lo vean, y Dios se manifieste. Cuando Jesucristo vino al mundo, era Dios quien se manifestaba a sí mismo; pero por cuanto la raíz surgió de lo que parecía tierra seca, porque no se manifestó en la forma en que los hombres creían que debía ser, no lo reconocieron. Ellos pensaban que era algo no deseable, y así lo rechazaron; y no obstante era un renuevo que surgía de la raíz de vida, era Dios que se manifestaba a sí mismo al mundo de modo que lo pudieran ver. Nubes y oscuridad rodean su trono; no obstante, él se manifestó, de modo que el mundo, si quisiera, pudiera verlo en el Renuevo. EPE 28.1
Cristo llegó a ser un renuevo para Dios a fin de que pudiera ser una vid para los otros pámpanos. Pero el pámpano permanece en la vid solo si tiene una conexión viva con ella. Tan pronto como el pámpano es cortado de la vid, aunque sea puesto de nuevo con mucho cuidado, ya no permanece en la Vid. No podría permanecer en la vid excepto que sea injertado, y el éxito de este proceso de injerto depende de hacer tal conexión que la vida de la Vid fluya de nuevo al pámpano. Y debemos permanecer en Cristo así como EPE 28.2
de modo que la misma vida de Dios sea nuestra vida. Los pámpanos están llenos de vida, pero no tienen vida propia. Así tenemos que presentarnos cada día para ser llenados con la vida de Dios. En el mismo momento en que se corta la conexión del pámpano y la vid, en ese instante la rama deja de vivir. Esa es la lección de permanecer en Cristo. Mientras el pámpano está conectado con la vid, lleno de vida, no obstante necesita todo el tiempo ser llenado, así hemos de estar conectados con Cristo, totalmente dependiendo de él para la vida. EPE 28.3
Esa es la lección; ¿cuál es la aplicación? “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. Si el pámpano está conectado con la vid, lleva el fruto de la vid. Dios en Cristo es la Vid verdadera, pero el fruto de la vid no se encuentra directamente en el tronco. El fruto se encuentra en el pámpano. Cristo es nuestra vid, y aquellos que, por conectarse con él, son sus ramas, producirán el mismo fruto que él dio cuando estuvo aquí, la rama misma. Es decir, andarán como él anduvo. Esto pone delante de nosotros el pensamiento de que EPE 28.4
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. No como dicen los hombres que él anduvo, sino como él anduvo. ¿Y cómo sabremos cómo anduvo él? —Leyendo y estudiando su vida. Allí encontramos cómo anduvo Cristo, y allí encontraremos cómo debemos andar. Y andaremos como él anduvo, no totalmente como una obligación, sino como un resultado. Si uno dice que permanece en Cristo, y no anda como él anduvo, su vida es contraria a su profesión. No llegamos a estar en Cristo tratando de andar como él anduvo; no permanecemos en Cristo tratando de andar como él anduvo; pero primero llegamos a estar en Cristo, y entonces, como consecuencia, así como un pámpano dará fruto de la vid, así el cristiano, que realmente permanece en Cristo, produce el mismo fruto que él produjo, andando como él anduvo. EPE 29.1
Si permanecemos en él, andaremos en sus pasos, y él nos ha dejado ejemplo para que andemos en sus pisadas. Hay muchas personas que se encargan de señalar cuáles son las pisadas de Cristo; pero su palabra es la prueba, y en ella podemos encontrar si están señalando correctamente sus pasos o no. Hoy en el mundo hay muchos falsos conceptos de Cristo, que realmente equivalen a tener un falso Cristo. No se trata de cuál es nuestra idea de Cristo, sino de lo que él es, lo que ha de ser nuestro ejemplo; no lo que se nos ha enseñado que es Cristo, sino lo que la palabra dice que él es. EPE 29.2
A Simeón le fue revelado “que no vería la muerte antes que viera al Ungido del Señor”, y eso es lo que nosotros queremos ver. No la idea de cualquier hombre de lo que Cristo debería ser, sino la de Cristo, el Señor. Ese es el Cristo de la palabra, y nuestra idea de cómo Cristo anduvo debería ser formada totalmente por la palabra. EPE 29.3
Y ahora probémoslo de esa manera. Es bastante probable que apenas comencemos a hablar de andar con Cristo, surja el pensamiento: Cristo caminó sobre el agua; y usted seguramente no espera que caminemos sobre el agua. Permítanme llamarles la atención a un incidente del comienzo del ministerio de Cristo: “Pasando Jesús junto al Mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, lo siguieron” (Mateo 4:18-20). Antes de que Cristo anduviera sobre el mar, anduvo junto al mar sobre la tierra; y antes de que viera a Pedro sobre el mar, lo vio en tierra y le dijo que lo siguiera, y Pedro dejó sus redes y lo siguió. Más tarde en el ministerio de Cristo, lo encontramos después de haber alimentado a cinco mil, sus discípulos tomaron la barca para cruzar el lago, pero él se fue aparte a una montaña a orar; “y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario. Pero a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fue a ellos andando sobre el mar” (Mateo 14:23-25). Pero noten que antes de caminar sobre el mar, él había pasado la noche en oración secreta. “Pero la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario”. Así es nuestra barca. Muy probablemente ahora mismo alguna barca está azotada por las olas de la tempestad humana. Y en la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos de sus momentos de oración secreta, caminando sobre el mar. “Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron diciendo: ¡Un fantasma! Y gritaron de miedo. Pero enseguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis”. Permitan que él les diga esto a ustedes ahora: “Tengan ánimo; soy yo; no tengan miedo”. “Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (vers. 26-31). El andar de Cristo sobre el mar fue EPE 30.1
pero Pedro fracasó por causa de su falta de fe. Es contrario a la naturaleza caminar sobre el agua, y es contrario a nuestra naturaleza el andar como Cristo anduvo; pero él nos dice lo que le dijo a Pedro: “¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis”. Sea en tierra o en el mar, su palabra es una roca; y cuando pone su palabra debajo de nuestros pies, él edifica para nosotros un puente de roca, y no hace diferencia si él pone ese puente sobre la tierra, el agua o en el cielo. EPE 31.1
Pero Pedro se hundió. Y el Pedro que se hundió esa noche en el agua es el Pedro que se hundió esa otra noche, al no testificar por Jesús. La razón en ambos casos fue su falta de fe. En cada caminata de Jesús hay una lección para nosotros, y como no es natural para el hombre andar sobre el agua, tampoco es natural para él andar como anduvo Cristo: en obediencia al carácter de Dios; pero se le da el poder por medio de la fe en la palabra de Dios “Venid a mí”. EPE 31.2
Aunque Cristo era Dios en la carne, él no escapó de EPE 31.3
acerca de la manera en que él andaba. Noten el informe: “Aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, muchos publicanos y pecadores, que habían llegado, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos” —¿Quién es un fariseo?— Es un hombre que se ha encargado de ser su propio Salvador, y está muy confiado en su propio poder para hacer esa tarea. No importa si vivió hace mil ochocientos años, o si vive hoy. ¿Quién es un cristiano? Uno que depende de Cristo como su Salvador, y tiene toda la confianza en él. EPE 31.4
Cristo entró en contacto con fariseos que se hacían santos a sí mismos, y criticaron a Cristo por comer con publicanos y pecadores, y “dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9:10-13). Cuando encontraron faltas en la manera en que él andaba, él les dijo, Yo ando conforme a las Escrituras, y si ustedes estuvieran siguiendo esas Escrituras, no me criticarían. Estos hombres eran líderes del pensamiento religioso de esos días. Se los consideraba como los maestros del pueblo, y se enorgullecían en esa posición. No obstante, criticaban la manera en que Cristo andaba. EPE 31.5
Leamos otro registro: “Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ‘¡Hosana al Hijo de David!’, se enojaron”. ¿Qué los enojó? Que los muchachos gritaran Hosana a Cristo y no a los escribas y fariseos. “Y le dijeron: ¿Oyes lo que estos dicen? Jesús les dijo: Sí. ¿Nunca leísteis: ‘De la boca de los niños y de los que aún maman, fundaste fortaleza [has puesto la perfecta alabanza, NVI]? [Mateo 21:15, 16]. Estoy andando de acuerdo con las Escrituras. EPE 32.1
Vayamos al evangelio de Marcos en este punto: “Aconteció que al pasar él por los sembrados un sábado, sus discípulos, mientras andaban, comenzaron a arrancar espigas. Entonces los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito? (Marcos 2:23, 24). ¿Por qué lo criticaron esta vez? La primera vez fue por sentarse y comer con pecadores; pero era la gloria de Cristo recibir entonces a los pecadores, y también así es ahora. La segunda vez lo criticaron acerca de los niños que cantaban alabanzas. Déjenlos cantar ahora. La tercera vez era porque no guardaba el sábado de acuerdo con la idea de ellos, ¿y cómo los enfrenta? “¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre, él y los que con él estaban?” Si hubieran leído las Escrituras, no me criticarían de esa manera. Los principios establecidos en las Escrituras son los principios que gobiernan mi vida, pero no ando de acuerdo con la interpretación de las Escrituras que hacen ustedes. EPE 32.2
Con los que desean la verdad, tan pronto como se les presenta la verdad, se termina la controversia. Los que quieren una discusión, saltan de un punto a otro, como hacían los fariseos con Cristo. EPE 32.3
“Otra vez entró Jesús en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía seca una mano. Y lo acechaban para ver si lo sanaría en sábado, a fin de poder acusarlo”. Otra vez la misma controversia. “Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y les preguntó: ¿Es lícito en los sábados hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban”. (Marcos 3:1-4). Bien hicieron; porque no había nada que decir. Y él sanó al hombre. EPE 32.4
En el tiempo de Cristo, la controversia entre él y los fariseos era sobre cómo guardar el sábado; y cuando Cristo la resolvió, lo hizo basado en las Escrituras. La controversia hoy es, ¿Qué día debemos guardar como día de reposo? Resuélvanlo sobre la misma base. Es andar como Cristo anduvo. “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”, no como la gente dice que anduvo. Si alguno dice que Cristo guardó el primer día de la semana, vayan a la Biblia, y pidan el informe. Si alguno afirma que el sábado fue cambiado por él o por los apóstoles en honor de su resurrección, pidan un “Así dice el Señor”. La palabra es nuestra única guía segura. Andar como él anduvo. El hombre que anda como Cristo anduvo, no andará necesariamente como andan los maestros líderes religiosos del momento. Cristo no lo hizo; porque los fariseos fueron los que lo criticaron. Cristo no conformó su vida con sus ideas. Les dijo lo que decían las Escrituras, y les dijo que andaba en armonía con esa palabra. Y hoy permitan que esa palabra resuelva toda controversia. EPE 33.1
Cuando Cristo, al observar su vida de treinta y tres años, dijo que había terminado la obra que el Padre le había dado para hacer, ¿cómo la resumió? “Todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer”. “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:15, 10). En esta declaración no tenemos tanto una orden como un ejemplo, y cuando Cristo dijo eso, dio su biografía completa. Cuando dijo: “He guardado los mandamientos de mi Padre”, él dio toda la historia de su vida. ¿Y qué significa eso? Yo he manifestado el carácter de mi Padre. ¿Qué significa, entonces, guardar los mandamientos? Significa manifestar el carácter de Dios como apareció en Jesucristo. Nada menos que eso es guardar los mandamientos. Los fariseos se enorgullecían de que estaban guardando los mandamientos, pero Cristo dijo: “Ignoráis las Escrituras”. Lo que habían aprendido acerca de las Escrituras lo habían aprendido en la cabeza. Lo que nosotros aprendemos acerca de las Escrituras, tenemos que aprenderlas de corazón, “los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis”: saberlas real y verdaderamente de corazón. EPE 33.2
Cuando Cristo les dijo que él había guardado los mandamientos de su Padre, les dijo que él era la manifestación de Dios sobre la tierra. Les dijo en esas palabras que Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo a sí; les dijo que él no hablaba sus propias palabras, sino las palabras del Padre. “El Padre, que vive en mí, él hace las obras”. Les dijo que él era la Palabra de Dios sobre la tierra, porque él estaba declarando el carácter de Dios. Les dijo que él era Jesucristo. Todo esto les dijo en estas palabras: “He guardado los mandamientos de mi Padre”. Cristo era un hombre, el Hijo del hombre. Entonces, ha habido un hombre que caminó sobre esta tierra, y guardó los mandamientos de Dios. Él es nuestro ejemplo. Hemos de andar como él anduvo. EPE 34.1
Cuando de este modo aprendemos de las Escrituras que guardar los mandamientos es manifestar el carácter de Dios, podemos decir: Es imposible hacer tal cosa. Ese es un buen comienzo. Nosotros no podemos hacerlo, eso es cierto. Pero, ¿quién guardó los mandamientos? Jesucristo. ¿Y quién puede hacerlo otra vez, aun en carne pecadora? Jesucristo. ¿Y cómo andaremos como él anduvo? “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Y vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: ‘Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo’” (2 Corintios 6:16, RVA). Dios habitó en Cristo y anduvo en Cristo. Cristo era el pámpano para Dios para poder ser la vid para nosotros, para que la vida pudiera fluir por medio de él en nosotros como ramas, para que llevemos fruto de la vid. EPE 34.2
“El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”. Permitan que la Escritura diga cómo anduvo él: “He guardado los mandamientos de mi Padre”. La vida de Dios permanece en aquel que permanece en Cristo, y se cumple la Escritura: “Habitaré en ellos y andaré en ellos”. Dios en Cristo, por su Santo Espíritu que habita en el hombre, camina en él. Esto muestra cómo podemos andar como Cristo anduvo. EPE 34.3
Pero primero, tomen nota de lo que dice la palabra de Dios. No acepten lo que dice el hombre. Permitan que la luz de Dios brille sobre su palabra. Permitan que el Espíritu Santo nos enseñe la bendita verdad viva de su palabra, y Dios mismo cumplirá su palabra en cada uno que así lo reciba. EPE 35.1
Pero sigamos leyendo: “Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra” (Eze. 36:26, 27). Esa es la promesa de Dios. Pero cuando él dice: “Hijo mío, por este camino”, y yo elijo ir por otro camino, él no nos obliga a andar por su camino. Él no nos obliga a hacer algo contrario a nuestra voluntad en este asunto. Pero cuando uno dice: Señor, muéstrame el camino (Salmos 119:33), él nos muestra el camino, y nos hace andar en él. Esta es la manera en que obra. EPE 35.2
La bendita Biblia nos enseña la misma verdad de cien maneras diferentes. Supongamos que vamos a una página de lo que podemos llamar el libro de ilustraciones de Dios. Para ayudar a los niños a comprender, les damos figuras que ilustran lo que estamos enseñando. Somos solo niños, y Dios a menudo nos dice una verdad poniendo una imagen ante nosotros. Aquí hay una: EPE 35.3
“Se le acercó mucha gente que traía consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y otros muchos enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó”. ¿Podría uno estar mucho peor? Ellos estaban en situación terrible, y “los sanó”. “De manera que la multitud se maravillaba al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban, y los ciegos veían. Y glorificaban al Dios de Israel”. (Mateo 15:30, 31). Nosotros somos cojos; no podemos andar como Cristo anduvo. Cristo tenía un andar noble. Nosotros no podemos caminar de ese modo. ¿Qué hace él por nosotros? Él los sanó; ¿no puede sanarnos a nosotros? EPE 35.4
Aquí hay otra de las figuras de Dios, que hemos considerado muchas veces. Es la figura del hombre paralítico desde el vientre de su madre. Tomen el pasaje tal como se lee. ¿Cuál era el problema de este hombre? Era paralítico. ¿Cuánto tiempo había estado paralizado? Toda su vida. ¿Qué le dijo Pedro? “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. ¿Qué pasó luego? “Entonces lo tomó por la mano derecha y lo levantó. Al instante se le afirmaron los pies y tobillos”. Y cuando recibió fuerzas, ¿qué hizo? “Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios”. Pero él tuvo que recibir fuerzas en el nombre de Jesús de Nazaret antes de que pudiera andar. Y la gente “se llen[ó] de admiración y asombro por lo que le había ocurrido” (NVI). “Al ver esto Pedro, habló al pueblo: ‘Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto?” ¿Por qué ustedes que creen en el Dios de Israel, se maravillan de esto? ¿No creen en un Dios de poder? ¿“O por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho andar a este?” (Hechos 3:6-12). EPE 35.5
Ningún hombre puede hacer que otro camine como Cristo anduvo sino tiene la fuerza para andar por ese camino. Es por la fe en Jesús de Nazaret. “Por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, lo ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros”. El Israel de Dios vive hoy, y el mismo poder que tocó a ese hombre que nunca había caminado y lo hizo capaz de caminar, puede tomar al peor de los pecadores, que nunca anduvo un paso en las pisadas de Jesucristo, y hacerlo andar como Cristo anduvo. “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. EPE 36.1
Aquí hay otro cuadro para mostrarnos que podemos andar como él anduvo por la fe en su nombre: “Cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado”. Pero él había oído hablar a Pablo, y el mensaje se había posesionado de su corazón. Pablo vio que él tenía fe para ser sanado, y “dijo a gran voz: ¡Levántate derecho sobre tus pies! Él saltó y anduvo”. (Hechos 14:8-10). Y anduvo como un hombre sano. Fue sanado para que pudiera hacer eso. Esa es la obra de Jesucristo. Y hoy por su poder nosotros podemos andar como él anduvo. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él” (Colosenses 2:6). Y andar en él es la única manera en que podemos andar como él anduvo. EPE 36.2
“Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efe. 5:2). Muchas personas tienen una idea muy incorrecta de lo que significa andar en amor. Parecen tener una idea de que es llegar a una clase de éxtasis de modo que no sepan quiénes son o qué están haciendo. Para ellos significa ponerse por encima de las cosas ordinarias de la vida. Este concepto no es correcto. Las Escrituras definen exactamente qué significa andar en amor. “Y este es el amor: que andemos según sus mandamientos” (2 Juan 6). “Porque este es el amor a Dios: que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3). “Si me amáis,”, dijo Jesús, “guardad mis mandamientos”. “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:10). El amor de Dios no es una emoción sentimental, no es una experiencia de frenesí fanático. Cristo trabajó en el banco del carpintero durante la mayor parte de su vida. Descendió a Nazaret y estuvo sujeto a sus padres. Su andar como joven es el andar de todo joven. Cristo nos dice cómo amarlo. No acepta ninguna otra cosa. EPE 37.1
Es de gran importancia para nosotros, EPE 37.2
Si un hombre obtiene una idea equivocada de él, él dedicará su vida a su idea falsa, y sacrificará la vida de todos los que no ven a su Cristo como él lo ve. Tomen, por ejemplo, el caso de Pablo. Él esperaba al Mesías; pero era a su Mesías, no al Mesías del Señor, de modo que cuando el Mesías del Señor vino, él no lo vio. Algunos lo vieron, y creyeron en él, y Pablo de inmediato comenzó a perseguirlos porque no creían en su Cristo. “Ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios y la asolaba”. “En el judaísmo”. La religión de Dios nunca persiguió a nadie. “En el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación”. Observen lo que era el judaísmo. “Siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres” (Gálatas 1:13, 14). Él era celoso de las tradiciones de sus padres, no de la palabra de Dios. “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo lo predicara entre los gentiles, no me apresuré a consultar con carne y sangre. Tampoco subí a Jerusalén para ver a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el hermano del Señor. En esto que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, pero no me conocían personalmente las iglesias de Judea que están en Cristo, pues solo habían oído decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en otro tiempo combatía. Y glorificaban a Dios a causa de mí” (Gálatas 1:15-24). Es importante que tengamos un concepto verdadero de Cristo. EPE 37.3
y a fin de andar como él anduvo, debemos conocerlo en su capacidad de adaptarse a nosotros. Las Escrituras lo presentan de este modo, para que podamos apropiarnos del amor de Dios para nosotros mismos. EPE 38.1
“Yo soy la puerta”. (Juan 10:7). Es decir, la entrada. Ninguno puede entrar excepto por medio de Cristo. EPE 38.2
“Yo soy el camino”. (Juan 14:6). Yo soy la puerta y el camino para entrar. EPE 38.3
“Yo soy la luz del mundo”. (Juan 8:12). Yo soy la puerta, el camino, la luz. Este es un mundo oscuro, y necesitamos una luz. EPE 38.4
“Yo soy el pan de vida”. (Juan 6:48). Necesitamos fuerzas para andar el camino. “Yo soy ese pan de vida”. EPE 38.5
“Yo soy el buen pastor”. (Juan 10:11). Él es el compañero que va con sus ovejas. EPE 38.6
“Yo soy… la vida”. (Juan 14:6). Este es el poder para el camino. EPE 38.7
“Yo soy la resurrección”. (Juan 11:25). Ese es el fin del camino. EPE 38.8
Yo soy la puerta, yo soy el camino, yo soy la luz, yo soy el pan, yo soy el Buen Pastor, yo soy la vida, yo soy la resurrección. Es decir: Yo soy la entrada, el camino, la luz por la cual caminar, la fuerza con que andar, el compañero en el camino, el poder para el camino, y el fin del camino. Y así David, en el Salmo 23 dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. El camino de Jesucristo no se extiende sencillamente a la tumba, sino a través de la tumba. Y por causa de esto, podemos pasar por el valle de sombra de muerte, y no ser dejados allí. “Yo soy la resurrección y la vida”, y el que permanece en Cristo, quien es la puerta, el camino, la luz, el pan, el Buen Pastor, la vida y la resurrección, realmente anda “como él anduvo”. EPE 38.9