Su condición en cuanto a la respiración, su pérdida de fuerzas y ser fortalecida cuando el ángel de Dios la toca, todo concuerda perfectamente con la descripción que se da del profeta Daniel acerca de su propia experiencia en visión, cuando él dice: “Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno”. “¿Cómo, pues, podrá el siervo de mi señor hablar con mi señor? Porque al instante me faltó la fuerza, y no me quedó aliento. Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: “Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido”.12Daniel 10:8, 17-19. GMA 166.1