En cuanto a la condición de la Sra. White mientras está en visión, unas pocas declaraciones de testigos oculares pueden ser apropiadas. La primera es del Dr. M. G. Kellogg, M. D., quien se refiere a la primera visión dada en Michigan, el 29 de mayo de 1853, en una reunión que hubo en Tyrone, Condado de Livingston. Él dice: GMA 166.2
“La Hna. White estuvo en visión unos veinte minutos o media hora. Al entrar en la visión, cada uno de los presentes parecimos sentir el poder y la presencia de Dios, y algunos de nosotros en realidad sentimos que el Espíritu de Dios descansó poderosamente sobre nosotros. Estábamos ocupados en oración y una reunión de testimonios el sábado de mañana a eso de las nueve de la mañana. El Hno. White, mi padre, y la Hna. White habían orado, y yo estaba orando en ese momento. No hubo excitación, ni demostraciones. Rogamos sinceramente a Dios, sin embargo, que él bendijera la reunión con su presencia, y que bendijera la obra en Michigan. Cuando la Hna. White dio el grito triunfal de ‘¡Gloria! ¡g-l-o-r-i-a! ¡g-l-o-r-i-a!’ que usted ha oído que ella da tan a menudo cuando entra en una visión. El Hno. White se puso de pie e informó a la audiencia que su esposa estaba en visión. Después de indicar la manera en que tenía sus visiones, y que ella no respiraba mientras estaba en la visión, él invitó a cualquiera que lo deseara, que viniera adelante y la examinara. El Dr. Drummond, un médico, que también era predicador adventista del primer día, quien (antes de verla en visión) había declarado que las visiones eran originadas por el mesmerismo, y que él podría darle una visión, pasó adelante, y después de un examen cuidadoso, se puso muy pálido, y observó: ‘¡Ella no respira!’ GMA 166.3
“Estoy bastante seguro de que ella no respiró en esa ocasión mientras estuvo en visión, ni en ninguna de varias otras que ella tuvo cuando yo estuve presente. La salida de la visión era tan notable como su ingreso a ella. La primera indicación que teníamos de que la visión había concluido, era que volvía a respirar. Primero aspiraba profunda, larga y plenamente, de una manera que mostraba que sus pulmones habían estado enteramente vacíos de aire. Luego de esa primera inspiración, pasaban varios minutos antes que ella inspirara por segunda vez, que llenaba los pulmones precisamente como lo hacía la primera vez; luego, una pausa de unos dos minutos, y una tercera inhalación, después de lo cual la respiración se volvía natural”. Firmado, “M. G. Kellogg, M. D., Battle Creek, Michigan, 28 de diciembre de 1890”. GMA 167.1