Satanás tenía dos puntos especiales de tentación para el pueblo adventista. El primero era hacer creer a los que estaban firmes en que el tiempo profético había terminado, que la segunda venida de Cristo era una venida espiritual, y que de algún modo él había venido al final de los 2.300 días. El segundo era inducir a los que estaban vacilando en su experiencia pasada, a renunciar a todo. Así que mientras la verdad respecto del santuario y el mensaje del tercer ángel se desarrollaba gradualmente de las Escrituras, los mensajes del Espíritu de Dios, por medio del don de profecía, confirmaban el movimiento pasado, llamándolo “una luz brillante” que Dios puso al comienzo del sendero, que brillaba a todo lo largo del camino a la ciudad. Señalaba a las evidencias de las Escrituras de que la segunda venida de Cristo debía ser literal y personal, y que por lo tanto no podía ser el evento al final de los “días”. GMA 192.3