A medida que avanzaba el escribir y el imprimir, el capitán Bates recibía dinero de tanto en tanto, por el correo y de otro modo, algunas veces de personas que no conocía. Al recibir el dinero se lo pasaba a los impresores, y lo aplicaban a la cuenta del libro. Finalmente llegó el día en que los libros estaban todos impresos, y de una fuente inesperada por el Hno. Bates, el saldo de la cuenta se cubrió; de este modo los libros no se demoraron ni un día en comenzar su circulación. GMA 208.1