El ministerio de Cristo fue acompañado con una constante realización de milagros que, para el pueblo, aun si no entendieran plenamente sus parábolas y palabras, era una prueba visible de que era el Emanuel, o que “Dios estaba con él”.14Hechos 10:38; Juan 3:2. En estos milagros Cristo estaba dando al mundo no solo una evidencia del poder de Dios en sí mismo, sino también una demostración práctica del carácter de Dios y de su amante bondad. Cuando Felipe, después de su continua asociación con Cristo, presenció sus poderosos milagros, dijo: “Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”, Jesús le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre?... Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras”.15Juan 14:8-11. GMA 45.1