Aunque en el bautismo de Cristo, Juan había presenciado el descenso visible del Espíritu Santo, y había oído la voz del cielo que lo proclamaba como el Hijo de Dios, y él mismo había declarado que él era “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, los eventos estaban sucediendo en forma tan diferente de lo que él esperaba que, en su lóbrega prisión, estaba perplejo y confuso. GMA 45.2
“Como los discípulos del Salvador, Juan el Bautista no comprendía la naturaleza del reino de Cristo. Esperaba que Jesús ocupase el trono de David; y como pasaba el tiempo y el Salvador no asumía la autoridad real, Juan quedaba perplejo y perturbado”.16El Deseado de todas las gentes, p. 186. “Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa misma hora [Jesús] sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id. Haced saber a Juan lo que habéis visto y oído”.17Lucas 7:19-22; Mateo 11:4. GMA 45.3
Era con dificultad que los judíos, o aún los discípulos, podían ver con claridad muchas verdades que el Salvador pronunciaba, porque estaban tan establecidos en la creencia de que cuando el Mesías viniera quebraría el yugo de los romanos, que para ellos era muy amargo, y que restauraría de inmediato el reino de David, y reinaría como un rey temporal. GMA 45.4
Jesús comenzó su predicación diciendo: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”.18Mateo 4:17. Cuando envió a los doce apóstoles, llevaron el mismo mensaje: “El reino de los cielos se ha acercado”.19Mateo 10:7. Más tarde en su ministerio, cuando envió a los setenta, fue con las mismas palabras: “Se ha acercado a vosotros el reino de Dios”.20Lucas 10:9. GMA 46.1