“Pero el tiempo –el año 1843, el año judío− pasó, y quedamos chasqueados al no contemplar al Rey en su belleza. Y todos los que se nos opusieron suponían honestamente que cada característica distintiva de nuestra creencia había sido demostrada como falsa; y que nosotros debíamos, como hombres honestos, abandonar nuestra posición completa. Y por lo tanto, fue una sorpresa que ellos nos vieron aferrándonos todavía a nuestra esperanza, y todavía esperando a nuestro Rey. GMA 122.1
“Sin embargo, en nuestro chasco, no veíamos razón para desanimarnos. Vimos que las Escrituras indicaban que debía haber un tiempo de demora, y que aunque la visión tardara debíamos seguir esperándola. También vimos que con el fin del año el período podía no estar totalmente terminado, aun sobre la suposición de que nuestra cronología era correcta; y que podía cumplirse en algún momento del año presente; y no obstante, franca y totalmente admitimos al mundo que estábamos equivocados en el punto definido que habíamos anticipado con tanta confianza; pero aunque estuvimos así equivocados, podíamos ver la mano de Dios en ese asunto. Podíamos ver que él usó esa proclamación como una alarma para el mundo, y una prueba para la iglesia. Puso a su pueblo en una actitud de expectativa. Llamó a salir a quienes estaban dispuestos a sufrir por amor a su nombre. Demostró para quiénes el clamor de la venida del Señor era noticia de gran gozo, y para quiénes era un sonido no bienvenido en sus oídos. Ha mostrado al universo quiénes recibirían con gusto el regreso del Señor, y quiénes lo rechazarían en su segunda, como los judíos hicieron en su primer advenimiento. Y lo consideramos como un paso en el cumplimiento del propósito de Dios, en este ‘día de preparación’, para que él pudiera guiar a un pueblo que solo buscara hacer la voluntad de Dios, para que pudieran estar preparados para su venida”. GMA 122.2