Los administradores del sanatorio no debieran estar gobernados por los principios que controlan otras instituciones de esta clase, en las cuales los dirigentes, actuando por conveniencia, demasiado a menudo tratan con deferencia a los ricos mientras que descuidan a los pobres. Los pobres con frecuencia tienen gran necesidad de simpatía y consejo, lo cual no siempre reciben, aunque desde el punto de vista del valor moral, pueden estar mucho más alto en la estima de Dios que los más ricos. El apóstol Santiago ha dado un consejo definido con respecto a la manera como debemos tratar a los pobres: CSI 225.1
“Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae las ropas espléndidas y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: estate tú allí, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”. Santiago 2:2-5. CSI 225.2
Aunque Cristo era rico en las cortes celestiales, se hizo pobre para que mediante su pobreza nosotros pudiéramos ser hechos ricos. Jesús honró a los pobres compartiendo su condición humilde. De la historia de su vida debemos aprender la forma de tratar a los pobres. Algunos llevan a extremos el deber de la beneficencia, y en realidad perjudican a los pobres al hacer demasiado por ellos. Los pobres no siempre se esfuerzan como debieran hacerlo. Si bien es cierto que no se los debe descuidar y hacerlos sufrir, es necesario enseñarles a ayudarse a sí mismos. CSI 225.3
No se debe descuidar la causa de Dios prestando a los pobres atención exclusiva. Cristo cierta vez dio a sus discípulos una lección muy importante acerca de este punto. Cuando María derramó el ungüento sobre la cabeza de Jesús, el codicioso Judas hizo un ruego en favor de los pobres y se quejó por lo que consideró un desperdicio de dinero. Pero Jesús vindicó el acto diciendo: “Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho”. “De cierto os digo que dondequiera que se predique este Evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella”. Marcos 14:6, 9. Con esto se nos enseña que Cristo debía ser honrado por medio de la consagración de lo mejor de nuestros bienes. Si dirigiéramos toda nuestra atención a aliviar las necesidades de los pobres, la causa de Dios sería descuidada. Ni los unos ni la otra sufrirán si sus mayordomos cumplen su deber, pero la causa de Cristo debe venir primero. CSI 226.1
Los pobres debieran tratarse con tanto interés y atención como los ricos. La práctica de honrar a los ricos y despreciar y descuidar a los pobres es un delito a la vista de Dios. Los que están rodeados por todas las comodidades de la vida, o que reciben atenciones especiales del mundo porque son ricos, no experimentan la necesidad de simpatía y de tierna consideración como las personas cuyas vidas han sido una larga lucha con la pobreza. Estos últimos tienen muy poco en esta vida que los haga felices o alegres, debido a lo cual apreciarían las manifestaciones de simpatía y amor. Los médicos y sus colaboradores en ningún caso debieran descuidar a esta clase, porque al hacerlo pueden descuidar a Cristo en la persona de sus santos. CSI 226.2