No es prudente dar en forma indiscriminada a cualquiera que solicite nuestra ayuda, porque así podríamos estimular el ocio, la intemperancia y la extravagancia. Pero si alguien acude a vuestra puerta y dice que tiene hambre, no lo despachéis con las manos vacías. Dadle algo de comer de vuestras provisiones. No conocéis sus circunstancias, y podría ocurrir que su pobreza sea el resultado del infortunio. CMC 169.1
Pero entre todas las personas cuyas necesidades exigen nuestro interés, la viuda y el huérfano tienen derecho en forma más definida a nuestra tierna consideración y cuidado. “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Santiago 1:27. CMC 169.2
El padre que ha muerto en la fe confiado en la promesa eterna de Dios, ha dejado a sus seres amados confiando plenamente en que el Señor cuidaría de ellos. ¿Y cómo provee el Señor para satisfacer las necesidades de estas personas enlutadas? No obra un milagro enviándoles maná del cielo, ni les envía los cuervos para que les lleven alimento; sino que obra un milagro en los corazones humanos, expulsando el egoísmo del alma y abriendo las fuentes de la generosidad. Pone a prueba el amor de sus seguidores profesos encomendando a su tierna compasión a los afligidos y enlutados, a los pobres y los huérfanos. Estos son en un sentido especial los pequeñitos de quienes Cristo se preocupa, y se lo ofende a él cuando se los descuida. Los que se desentienden de ellos están descuidando a Cristo en la persona de sus hijos afligidos. CMC 169.3
Cada acto bondadoso realizado para ellos en el nombre de Jesús es aceptado por él como si hubiese sido hecho para él mismo, porque identifica su interés con el de la humanidad doliente; por eso ha confiado a su iglesia la grandiosa tarea de servir a Jesús ayudando y bendiciendo a los necesitados y a los afligidos. La bendición del Señor descansará sobre todos los que los socorran con buena voluntad. CMC 170.1
Hasta el momento cuando la muerte haya sido sorbida en victoria siempre habrá huérfanos a quienes cuidar, y quienes sufrirán en más de una manera si la tierna compasión y bondad de los miembros de nuestra iglesia no se ponen en acción en favor de ellos. El Señor nos dice: “¿No es que... a los pobres errantes albergues en casa?”. Isaías 58:7. La cristiandad debe proporcionar padres y madres a quienes carecen de hogar. La compasión por la viuda y el huérfano manifestada en las oraciones y las obras será recordada por Dios para ser recompensada pronto... CMC 170.2