Dios nos imparte su bendición para que podamos compartir lo que tenemos con otros. Y mientras permitamos ser usados como los conductos a través de los cuales pueda fluir su amor, él mantendrá provistos esos conductos. Cuando pedís al Señor vuestro pan cotidiano, él mira directamente vuestro corazón para ver si lo compartiréis con otros que tienen más necesidad que vosotros mismos. Cuando oráis: “Dios, sé propicio a mí, pecador”, él observa para ver si manifestaréis compasión con vuestros asociados. La evidencia de nuestra conexión con Dios se manifiesta en que somos misericordiosos así como nuestro Padre que está en el cielo es misericordioso. Si le pertenecemos, haremos gozosamente lo que él nos ordena, aunque esto implique inconvenientes y aunque contraríe nuestros sentimientos... CMC 170.3
Desarrollaremos nuestro carácter cristiano al hacer las obras de Cristo y al satisfacer tal como él lo hizo las necesidades de los sufrientes y afligidos. Dios nos ha pedido para nuestro bien que practiquemos la abnegación por amor a Cristo, que llevemos la cruz, que trabajemos y nos sacrifiquemos mientras procuramos salvar a los que están perdidos. Este es el proceso del Señor para refinar y extraer el material inferior a fin de que los preciosos rasgos de carácter que estaban en Jesús aparezcan en el creyente. Toda escoria debe ser barrida del alma mediante la santificación de la verdad... CMC 171.1
Por medio de la gracia de Cristo, nuestros esfuerzos por bendecir a otros no sólo son los medios destinados a hacernos crecer en la gracia, sino que también acrecentarán nuestra felicidad futura y eterna. A todos los que han sido colaboradores con Cristo se les dirá: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:21.—The Review and Herald, 27 de junio de 1893. CMC 171.2