Durante mucho tiempo hemos esperado el regreso de nuestro Salvador. Pero no por eso la promesa es menos segura. Pronto nos encontraremos en nuestro hogar prometido. Allá Jesús nos guiará junto a las aguas vivas que fluyen del trono de Dios, y nos explicará las enigmáticas disposiciones a través de las cuales nos guió a fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí veremos en todas partes los hermosos árboles del paraíso, y en medio de ellos contemplaremos el árbol de la vida. Allí veremos con una visión perfecta las hermosuras del Edén restaurado. Allí arrojaremos a los pies de nuestro Redentor las coronas que él había colocado en nuestras cabezas, y, pulsando nuestras arpas doradas, ofreceremos alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado sobre el trono.—The Review and Herald, 3 de septiembre de 1903. CMC 364.3