El obrero debe ser preparado para emplear las más excelsas energías mentales y morales con que la naturaleza, la cultura y la gracia de Dios le hayan dotado; pero su éxito será proporcional al grado de consagración y sacrificio con que haga la obra, más bien que a sus dotes naturales y adquiridas. Necesitamos hacer los esfuerzos más fervientes y continuos para adquirir cualidades que nos hagan útiles; pero a menos que Dios obre con los esfuerzos humanos, nada lograremos. Cristo dijo: “Porque sin mí nada podéis hacer.” Juan 15:5. La gracia divina es el gran elemento del poder salvador; y sin ella nada valdrán todos los esfuerzos humanos; su cooperación es necesaria aun en el caso de los esfuerzos más arduos y fervientes para inculcar la verdad. 2JT 228.2
La causa de Dios necesita maestros que tengan altas cualidades morales, y a los cuales se pueda confiar la educación de otros: hombres de fe sana, que tengan tacto y paciencia; que anden con Dios, y se abstengan de la misma apariencia del mal; que estén tan íntimamente relacionados con Dios que puedan ser conductos de luz—en fin, caballeros cristianos. Las buenas impresiones que harán los tales no se borrarán nunca; y la educación así impartida perdurará durante toda la eternidad. Lo que se descuide en este proceso de educación permanecerá probablemente sin hacerse. ¿Quién quiere emprender esta obra? 2JT 228.3