Tenemos una gran obra que hacer para elevar a los hombres y ganarlos para Cristo, para inducirlos a elegir y procurar fervientemente participar de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Todo pensamiento, toda palabra y toda acción de los obreros deben corresponder por su altura a la sagrada verdad que defienden. 2JT 235.1
Puede ser que los hombres y las mujeres necesiten cooperar en nuestros importantes campos misioneros. En tal caso, no pueden ser demasiado circunspectos. Sean los hombres casados reservados y cuidadosos, para que no se pueda decir con verdad ningún mal de ellos. Estamos viviendo en una época cuando abunda la iniquidad, y una palabra descuidada o una acción impropia pueden perjudicar grandemente la utilidad del que manifiesta esa debilidad. Mantengan en alto los obreros las barreras de la reserva; no dejen que se produzcan circunstancias que el enemigo pueda aprovechar. Si empiezan a cifrar sus afectos en otra persona, y le dirigen atención especial y palabras aduladoras, Dios retraerá su Espíritu. 2JT 235.2
Si entran en la obra hombres casados, dejando a sus esposas en casa para cuidar a los niños, la esposa y madre está haciendo una obra tan grande e importante como la del esposo y padre. Mientras él está en el campo misionero, ella es, en el hogar, una misionera cuyos cuidados, ansiedades y cargas exceden con frecuencia a las del esposo y padre. Es importante y solemne su obra de amoldar la mente y el carácter de sus hijos, de prepararlos para ser útiles aquí e idóneos para la vida futura e inmortal. En el campo misionero, el esposo puede recibir los honores de los hombres, mientras que la que trabaja en casa no recibe tal vez reconocimiento terrenal por su labor. Pero si ella trabaja para los mejores intereses de su familia, tratando de amoldar su carácter según el modelo divino, el ángel registrador escribe su nombre como el de una de las mayores misioneras del mundo. Dios no aprecia las cosas de acuerdo a la visión finita del hombre. 2JT 235.3
¡Cuán cuidadoso debe ser el esposo y padre en mantener su lealtad a sus votos matrimoniales! ¡Cuánta circunspección debe haber en su carácter, no sea que estimule en algunas jóvenes, o aun en mujeres casadas, pensamientos que no estén de acuerdo con la norma alta y santa: los mandamientos de Dios! Cristo enseña que estos mandamientos son amplísimos, y que llegan hasta los pensamientos, intentos y propósitos del corazón. Allí es donde muchos delinquen. Las imaginaciones de su corazón no son del carácter puro y santo que Dios requiere; y por muy alta que sea su vocación, por talentosos que sean ellos, Dios anotará la iniquidad contra ellos, y los contará como mucho más culpables y merecedores de su ira que aquellos que tienen menos talento, menos luz, menos influencia. 2JT 236.1