En varias ocasiones se me ha indicado que el terreno que rodea nuestra escuela ha de usarse como labranza del Señor. En un sentido especial, ciertas porciones de dicha labranza debieran cultivarse intensivamente. Extendiéndose delante de mí, vi terrenos en que se había plantado toda clase de árboles frutales que pueden fructificar en la localidad; había también huertas de verduras donde la semilla se sembraba y cultivaba. 2JT 451.1
Si los dirigentes de esta labranza y los maestros de la escuela quieren recibir el Espíritu Santo a fin de que colabore con ellos, tendrán sabiduría en su administración y Dios bendecirá sus tareas. El cuidado de los árboles, la plantación, y la siembra y recolección de la cosecha, serán lecciones maravillosas para todos los estudiantes. Los eslabones invisibles que conectan la siembra y la siega han de ser estudiados, e indicadas y apreciadas las bondades de Dios. El Señor es el que da virtud y poder al suelo y a la semilla. Si no fuera por la mediación divina combinada con el tacto y la habilidad de los humanos, la semilla sembrada sería inútil. Existe un poder invisible que obra constantemente en pro del hombre para alimentarlo y vestirlo. Mientras se la estudie en la experiencia diaria del maestro y del alumno, la parábola de la simiente revelará que Dios obra en la naturaleza y aclarará las cosas del reino de los cielos. 2JT 451.2